— Y la siguiente parada es... ¡La casa de los horrores! —dijo el guía turístico con entusiasmo—. Se dice que aquí hubo una serie de asesinatos provocados por un espejo, ¿tendrán ustedes la suficiente valentía para mirarse a través de él?
Se escuchaban los clicks de las cámaras, el vehículo se movió señalando las vallas donde se decía que una mujer había muerto atravesada al tirarse del tejado.
Escuchaba medianamente mientras el guía turístico explicaba que el espejo había vuelto locos a todos los habitantes de la mansión y que así habían muerto uno a uno, sintiendo un nudo en el estómago.
— De momento poco se sabe de la familia Velmont y del sheriff Brown... quién fue visto por última vez aquella noche de tormenta, entrando a esta mansión —continuó el hombre, provocando los murmullos de sorpresa de los turistas—. Aún se siente una energía pesada en el aire...
No soporté más y me bajé, quedándome de pie frente al imponente lugar. Lo había visitado algunas veces de niña, aunque generalmente era mi prima la que venía a mi casa a jugar.
Observé las cintas de la policía, y el vehículo cargado de turistas curiosos que se alejaba. Solté un suspiro y crucé la puerta, evitando las marcas de la policía científica. Aquel hombre tenía razón, había una energía muy pesada en el ambiente, tan pesada que te causaba dolores de cabeza.
Comencé a caminar por el pasillo, intentando hacer el menor ruido posible, aunque ya nadie vivía ahí, se sentía como si estuviera estorbando.
Me pareció sentir que alguien corría detrás de mi, así que me di la vuelta lentamente, se me pusieron los pelos de gallina, pero no había nadie.
Era la primera vez que entraba desde la muerte de Virginia, antes la policía no había querido que nadie se acercara para no arruinar las evidencias, y se quedaron con todas las pertenencias de mi prima.
Su muerte me dolió, fue inesperada, aunque los forenses habían dicho que había sido un suicidio. Se había lanzado del tejado y había impactado contra las vallas, pero no me cerraba. Sobre todo porque sabía todo lo que ella había vivido, y que decidiera terminar con su vida de esa forma me parecía... extraño.
Lo único que me brindaba consuelo era que quizás, ella estaba en alguna parte con el abuelo Hall. Aquel hombre que supo darle consuelo en su tormento, técnicamente no era mi abuelo, ya que era padre de su padre y yo era sobrina de su madre, pero él siempre llevaba a Virginia a casa para que jugáramos. Y nos compraba dulces y juguetes a las dos por igual.
El famoso espejo ya no estaba allí, había sido llevado como evidencia, pero dicen que ya ningún policía quiere acercarse para manipularlo.
Las luces comenzaron a titilar, lo cual me hizo dar un respingo, pues ya no había electricidad allí.
Parecía que las lámparas marcaban un camino por las escaleras, y contra todo mi deseo, me encontré siguiendo el rastro.
Llegué al primer piso, mis pisadas se escuchaban en toda la mansión, incluso mis respiraciones se hacían eco. Las luces continuaron llevándome hacia una habitación, el olor a vainilla característico de Virginia invadió mis sentidos y me di cuenta lo que estaba sucediendo.
Todo estaba como si alguien durmiera allí, al parecer, la policía no había tocado esa habitación. El espejo estaba cubierto por una manta, y repentinamente comencé a escuchar susurros en mi oído.
Clóset, clóset, clóset...
Acerqué mi mano temblorosa al pomo del clóset y lo abrí rápidamente, cubriéndome el rostro, preparándome para encontrarme con un monstruo que quisiera atacarme.
Pero no había nada.
Sólo una laptop.
La abrí, era de mi prima, pero tenía contraseña. ¿Cómo era posible que la policía no la hubiera encontrado?
— Henry, hola —dije, en cuanto mi jefe tomó mi llamada—. Necesito tu ayuda.
— ¿Qué pasa, Josette? —respondió.
— ¿Cuál es la contraseña de la laptop de trabajo de Virginia?
Él se quedó en silencio.
— Henry, por favor...
— Lo siento, me... me sorprendió que la mencionaras —susurró—. Te la envío por mail.
Colgué y cinco largos minutos más tarde obtuve lo que estaba buscando. Comencé a abrir todos los archivos, sin encontrar nada en particular, sin saber lo que estaba buscando en realidad.
Hasta que me topé con una carpeta, que dentro tenía otra carpeta, dentro otra carpeta y dentro un archivo de Word.
Comencé a leer las extensas páginas que me helaron la sangre.
Si estás leyendo esto, probablemente ya estoy muerta.
Editado: 02.11.2024