No Te Quedes Dormido

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La tasa de café tiembla en mi mano como de costumbre. La neblina tapa la poca visualización que tengo por la ventana de la cocina.

–La cafeína no le cae bien a tu cuerpo Bel – resuena la voz de mamá.

–Déjala en paz – contrataca mi hermana molesta. – es lo único que la mantiene despierta de él.

Dejo caer el vaso cuando lo menciona, años huyendo y por fin podía atraparme donde fuera y como el quisiera.

Volteo hacia ellas que aún mantienen los aspectos de sus heridas al morir. Mi hermana seguía siendo esa niña, pero ya no era igual a mí. Todos los días era lo mismo. Las veía sentada en el comedor peleando que un día el volvería por mi como los hizo por ellas.

–Tiene que dormir – dijo con firmeza la voz de mamá.

–Como lo hiciste conmigo. – respondió Luz.

Mamá agacha la cabeza y luego me mira buscando algún inicio de esperanza, pero no. Ella mato a mi hermana cuando dormía y aunque me despierte cada vez que yo lo hago jamás olvidaré como le partido la cabeza a una pequeña niña.

–Tenia mis razones Luz y lo sabes.

Mi hermana la mira con una sonrisa curva.

–Al igual que yo al matarte.

–Técnicamente lo hizo Bel – exclamo mamá.

Me sorprendo al escucharla que me detengo en ella.

–Recuerdo muy bien esa noche mamá –pongo mis manos en la mesa desafiándola –nunca te hecho daño.

Sus ojos no tenían nada al mirarme ni una emoción. Solo muerte en ellos.

–Te quedaste dormida recuérdalo.

Miro a mi hermana con rapidez.

–¿Lo hice? – fue lo único que pregunté.

Y con sequedad respondió

– Si, lo hiciste.




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