No Te Quedes Dormido

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La respiración que mi cuerpo producía era un ritmo demasiado rápido que pronto iba morir de un ataque por taquicardia, mi sudor mojaba toda mi sabana.

Otra vez dormida.

No sé cuándo fue la ultima vez que dormí con tranquilidad.

Froto mis ojos con desesperación y lloro con frustración por todo lo que había hecho y solo en mi mente tenía una pregunta.

¿Por qué me pasaba todo esto a mí?

Mate a mi hermana, a mamá.

Y ahora lo estoy haciendo conmigo lentamente.

–¿Qué es lo que quieres de mí? – grito con desespero que desgarra mi garganta.

El llanto se fundía con mi desesperación. Y era la primera ves que lo que quería hacer.

Busco entre mis cajones lo que siempre tuve para hacerlo, una pequeña y afilada cuchilla que paso con rapidez entre mis venas, ahogo un grito de dolor, pero sigo pasando la cuchilla entre ellas.

La sangre chorreaba todas mis prendas y espero mi muerte acostada.

–Sabes que eso no funciona.

Esa voz áspera y fina que nunca olvidaré.

Ya estoy muerta, él no debe de estar aquí.

–No estas aquí en realidad.

Vuelvo a decir y esta vez me acomodo para verlo mejor.

Su sombra relucía ante mis ojos la penumbra de mis pesadillas estaba junto delante de mí y no sentía una pizca de miedo por primera vez deseaba tanto la muerte.

Su risa retumba en mis oídos con un golpe.

–Eres tan predecible, mi pequeña – soltó entre risas.

Mis ojos pesaban, la sangre se derramaba y cada vez mi cuerpo se debilitaba.

Sus pequeños pasos recorrieron mi habitación hasta llegar a mi cama.

Beso mi frente y susurro.

 –No te quedes dormida.




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