No temas

Capítulo uno

Avril.

Recuerdo aún cuando tenía siete años y creía que mi familia y yo viviríamos para siempre, que las únicas personas que dejaban, en un momento, de existir eran las malas: las que robaban, decían groserías, mentían y todo lo que una niña de tan solo siete años pudiese considerar como no correcto. Aquello se debió a que estaba influenciada por mis padres, ellos intentaron ocultarme la cruda verdad de la vida, tal vez para crecer de manera libre y sin preocupaciones; sin embargo, todo lo que imaginaba fue desapareciendo poco a poco, mientras los años pasaban. Con las experiencias, entendí que hasta las personas más bondadosas debían morir, y claro, eso me incluía a mí y a todas las personas que más amaba.

-¡Feliz Cumpleaños!- gritaron mis padres al unísono apenas abrí los ojos-. Ya despierta tesoro, debes ir a la escuela.- mi cuarto estaba lleno de globos y serpentinas de colores.

Solo pude soltar una sonrisa, aún seguía muy cansada pero me levanté para darles un fuerte abrazo, se lo merecían, sin duda eran los mejores, no había día alguno en el que no me trataran como a una princesa, siempre me protegían y eso era algo que se los iba a agradecer eternamente por más que muchas veces pensé que exageraban.

Bajé a tomar el desayuno y, como todas las mañanas, el olor a café era exquisito.

-Es increíble que estés cumpliendo diecisiete años y que este sea tu último año de escuela.- dijo mi madre mientras servía los huevos revueltos en un plato.

Mi padre siempre ayudaba a servir el café y colocar los utensilios en la mesa. Cuando tenía lista mi taza la colocaba en mi sitio y me daba un tierno beso en la cabeza.

Era una mañana como todas. El sol estaba en su punto más alto, los carros no dejaban de pasar, las veredas estaban llenas con una multitud de personas que iban caminando a paso veloz, y como siempre mis padres irradiaban felicidad, por más gris que sea el día, encontraban motivo alguno para ser felices, ya sea por tener un día más de vida, porque todos nos encontrábamos sanos, porque al finalizar el día nadie había salido herido e incluso por cosas que para la gente común no eran de importancia como que hubo pan para el desayuno o jabón para bañarnos, sí, así de especiales eran mis padres y yo los amaba por eso.

Las cosas en mi vida siempre andaban tan bien que incluso llegaba a pensar que todo era un sueño. Mis calificaciones nunca habían sido terribles, siempre fui la mejor de mi clase, cada año mi nombre aparecía en el cuadro de honor, la niña ejemplo me decían todos.

Tenía a las mejores amigas, incluso podría decir que la gente nos respetaba. Éramos un grupo relativamente popular pero no éramos malas personas, al menos no como en las películas americanas.

Recuerdo claramente a todas las personas que eran importantes para mí, cada una me daba una felicidad única con un estilo diferente. Fui sin duda una persona muy afortunada.

-Hoy probablemente llegue tarde.- solté de repente.

Mis padres se miraron con una expresión neutra y luego de unos segundos sonrieron.

-Pues claro, hoy es tu día, imagino que tus amigos tienen algo preparado para ti y querrán invitarte a algún lugar a celebrar.

Sonreí al igual que ellos. Este iba a ser un gran día, mis amigas me prometieron una gran sorpresa y yo estaba muy entusiasmada por saber de qué se trataba.

Al llegar a la escuela todos me recibieron con un gran abrazo y me llenaron de regalos, fue un día totalmente maravilloso, por fin cumplía diecisiete años, una edad prudente para ser llamada por fin alguien "madura".

En cada clase a la que fui me saludaban y hasta me regalaban alguna que otra chuchería como papas fritas o chocolates. La hora del almuerzo fue emotiva. Mis amigas me organizaron una gran celebración. Con los ojos vendados me llevaron al gran comedor y cuando pude quitarme la venda vi que todo estaba lleno de globos, la gente aplaudía y silbaba y, posteriormente, comenzaron a cantarme el ya conocido Happy Birthday.

Al finalizar el día escolar fui con mi grupo de amigos al centro comercial, ellos me invitaron a un restaurante muy lujoso, probé comida de los dioses y, luego de dar vueltas por todas las tienda de ropa, accesorios y hasta de dulces, al anochecer, fuimos todos a mi casa.

Como era de esperar mis padres los recibieron de la manera más cordial y generosa, mi madre preparó un pequeño bufete y volvimos a disfrutar de una deliciosa comida mientras conversábamos de nuestras anécdotas de cada año.




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