No temas

Capítulo cinco

Avril

El día de mi cumpleaños acabó siendo un desastre. Mi almohada estaba empapada de lágrimas que, aunque quisiera, no podía contener.

No entendía por qué. Spencer y yo nos llevábamos tan bien.

Fui una completa tonta al creer que entre nosotros iba a surgir algo más. Me quedaba claro que él no me veía como algo más que una buena amiga.

¿Qué tenía Miranda? ¿Por qué no podía fijarse en mí?

El chico más lindo de mi escuela se portaba de maravilla conmigo pero le gustaba otra.

No sé en qué momento me quedé dormida, pero lo logré.

Al día siguiente, cuando fui al baño, me aterré al ver mis ojos hinchados, sabía que mi madre lo notaría. Ella me conocía como nadie y yo no podía mentirle.

Lo peor era que le había hablado a mi madre de él y de lo mucho que me gustaba. Hasta ella creía que ayer, en la reunión, Spencer se me declararía y seríamos muy felices. Qué tonta fui. 

-Buenos días mamá.- mi padre ya se había ido al trabajo.
-Buenos días teso..- mi madre me miró fijamente, ahí venía- ¿Estás bien cariño?

Le conté a mi madre todo lo que había pasado la noche anterior. No pude evitar derramar más lágrimas, no con la misma intensidad de ayer, pero sí con el mismo sentimiento de tristeza.

-Cariño,- mi madre me abrazó- ese muchacho no sabe lo que se está perdiendo. Eres una mujercita tan hermosa, inteligente y de un corazón tan noble. Verás que algún día se arrepentirá de su decisión tan errónea.

Desayuné, ya mucho más tranquila, y minutos después mi madre se fui a trabajar.

Estuve en la sala, mirando películas que lo único que hacían eran volverme más vulnerable. No había nada que calmara el dolor que sentía por dentro. 

Justo antes de comenzar a llorar, mi teléfono sonó. Era Carolina.

-¿Aló?
-¡Avril! Que bueno que me contestas. ¿Estás en tu casa?
-Sí, aquí estoy.
-Bueno... Estoy afuera. ¿Me dejas pasar?

No pude evitar sonreír. Carolina era mi mejor amiga y siempre estaba para mí y yo para ella.

Fui emocionada a abrirle la puerta y la abracé al verla.

-¿Cómo estás, Avril?
-Aún lo estoy superando. 
-Spencer es un verdadero tonto.- Carolina renegaba tratando de sentir lo mismo que yo- Eres mil veces mejor que Miranda.
-No... Ella es una gran chica. Se merecen el uno al otro.

Carolina tan solo me miraba. Decidió no hablar más sobre el tema.

-¿Quieres ver televisión?- me preguntó mi mejor amiga.
-Está bien.

Cambiamos canal tras canal. Por un momento, me detuve tan solo cinco segundos en uno. Un noticiero.

Encuentran pruebas de que Andrew Rogers estaría conspirando con un grupo terrorista.

Pasé el canal. Cuanto me arrepiento.

Estuve con Carolina casi todo el día. Su compañía hacía que la tristeza que estaba sintiendo se desvaneciera.

Ella me contaba su problemas y yo, claramente, los míos. No había otra persona en el mundo que me entendiera como ella. Al menos hasta ese momento.

Nos quedamos dormidas unas horas luego de hablar de tantos temas: chicos, chismes, la escuela y hasta de temas íntimos.

Hora y media después, ambas nos despertamos con muchísima hambre.

-¿Quieres cereal?- le pregunté a Carolina.
-Claro que sí.

Fui a la cocina, aún con algo de sueño. Abrí la refrigeradora para sacar la botella de yogurt. Carolina estaba cambiando los canales para encontrar algo que ver. Estaba buscando la caja de cereal en los cajones cuando de repente sentí una punzada al escuchar que de la televisión venía algo que no podía creer.

Hace veinte minutos acaba de caer una bomba en la fábrica de textiles Whiteland. Hasta el momento se sabe que hay más de veinticinco fallecidos y cinco heridos.

Carolina fue rápidamente a mi alcance. Me miró y me abrazó sin que se lo pidiera.

No sé en qué momento las lágrimas empezaron a caer pero sin duda no tenían intención de parar. Ninguna de las dos sabíamos qué hacer. Carolina cogió mi celular y llamó a mi mamá. Yo estaba muy conmocionada para mover siquiera un músculo.

No hizo falta que mi mejor amiga llamara ya que la puerta se abrió en ese instante y entró mi mamá. Tenía la cara muy hinchada y los ojos llenos de lágrimas. Me miró y me abrazó mientras las dos llorábamos juntas.

-Tengo que ir, hija. Quédate aquí, por favor.
-¡No mamá! Yo quiero ir también.
-Hija...- mi madre tenía la voz cortada- necesito que te quedes aquí y te calmes.

Carolina también estaba llorando.

Me rehusé más de cinco veces. No entendía qué estaba pasando, por mi mente todo pasaba muy rápido.

-Carolina, no dejes que salga.- mi madre se fue corriendo y cerró la puerta.




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