Avril
Llevaba horas sin decir una palabra. Mi madre estaba en su habitación. Ya habían pasado dos días. Nadie decía nada, ni siquiera Carolina, quien no se había despegado de mi lado desde que nos dieron la noticia.
Sentía algo inexplicable. Mi padre ya no estaba y nunca lo estaría. Todo había sido muy rápido y aún no podía asimilar la noticia.
Miraba a la nada. De vez en cuando Carolina me ofrecía un vaso de agua o algo de comer pero solo atinaba a rechazarla con la cabeza.
Minutos después, el timbre de mi casa sonó tan fuerte, según yo, que me sacó del trance en el que estaba sumergida.
Fue Carolina quien corrió a la puerta, como si ya supiera de quien se trataba.
-¿Dónde está? - dijo una voz que reconocí al instante.
-En el sofá.- contestó mi mejor amiga.
Fue una especie de inercia que hizo que por fin me levantara del sofá para abrazar a la persona quien, creía, necesitaba en aquel momento: Spencer.
-No sabes cuánto lo siento, Avril.- me decía mientras me tenía prisionera entre sus brazos.
Lo único que hacía era sollozar. Al soltarme, noté que había dejado toda su casaca empapada de lágrimas y me sonrojé de la vergüenza.
-Ven, siéntate a mi lado.
Al decir aquello su voz se cortó y al ver su rostro noté que él también estaba llorando. Me senté a su lado tal como me lo pidió y me recosté en su hombro.
Con el paso de los minutos, y aunque aún no paraba de llorar, ya me iba sintiendo ligeramente mejor. Carolina volvió a ofrecerme algo de beber y esta vez mi respuesta fue de afirmación.
No recuerdo en qué momento me quedé dormida, pero cuando desperté estaba recostada en el pecho de Spencer y no pude evitar emocionarme por ello. Carolina ya no estaba en la sala.
Me levanté con cuidado para no despertar a quien fue tan atento conmigo las últimas horas. Oí voces que venían de la habitación de mi mamá y fui a ver cómo estaba ella.
Al llegar, la puerta estaba abierta y Carolina estaba conversando con ella. La escena me conmovió. Mi mejor amiga siempre se había llevado de maravilla con mi madre, era como otra hija más para ella.
-¡Avril!- dijo mi madre- ya despertaste.
-¿Qué hacen?- pregunté de manera tonta.
Mi madre se hizo a un lado para que pudiera sentarme con ellas.
-Le estaba enseñando a Carolina el álbum que tengo con tu padre de cuando éramos jóvenes.
Mi madre sonreía como si nada hubiese pasado. Estaba sorprendida, no podía creer lo normal que se veía, yo no había podido dejar de llorar desde hace horas y ella lucía feliz presumiendo las bellas fotos que tenía con mi padre.
Volví a la cocina por algo de tomar. La escena que acaba de presenciar me dio escalofríos. Sentí los pasos de Carolina detrás.
-Hey, espera.- me detuvo mi mejor amiga.
-¿Qué pasa?- dije extrañada.
-Noté lo sorprendida que estabas allá.
-Pues claro que sí, Carolina. Mi mamá está actuando como si...
En ese momento no pude terminar de hablar por que mi mejor amiga me dio un fuerte abrazo que, nuevamente, me tomó por sorpresa.
-Tranquila, Avril. Tu mamá está pasando por una etapa de negación y lo que necesita es que la apoyen y para eso estoy aquí. Ve con Spencer, yo me quedaré con tu mamá. Tú necesitas distraer tu mente.
Al ir a la cocina noté que Spencer aún seguía dormido. Al parecer no había notado mi ausencia. Me serví un vaso de jugo de naranja y me quedé pensando en qué pasaría de ahora en adelante. Pensé en cuánto tiempo tendría que pasar para que las cosas se estabilicen. Llegué a la conclusión de que tal vez nunca nada iba a ser igual de nuevo.
Segundos después me di cuenta de que no estaba analizando bien la situación. Mi padre se había ido por un accidente provocado. Un accidente que no debió haber pasado. ¿Cómo fue que pasó? Tenía que averiguar qué era lo que realmente había sucedi...
-Avril.
Volteé asustada, como si me diera miedo que alguien oyera mis pensamientos.
-Despertaste.- le dije.
-¿Qué haces?- me dijo mientras se rascaba el ojo. Incluso medio dormido seguía luciendo muy bien.
-Solo estaba tomando algo.
-No has comido nada hace horas, ¿no tienes hambre?
Yo creía que no tenía hambre, al menos eso pensé, pero cuando Spencer me hizo aquella pregunta comencé a sentir un dolor en el estómago, ese que sucede cuando estuviste negándote a comer por horas. Sí, moría de hambre.
-Ahora sí.- y solté una risa nerviosa.
-Imagino que sí, hermosa. Pediré una pizza.
No sabía si había oído mal o si fue mi imaginación. ¿Me acababa de decir hermosa? Debía ser un sueño. Mi mente daba muchas vueltas y no podía creer que Spencer haya estado conmigo todo el día.