Notas Cruzadas

Capítulo 5

El evento era una gala benéfica de alto perfil, el tipo de lugar donde los famosos van a ser vistos haciendo algo noble mientras usan diamantes valorados en el sueldo de un país pequeño. Para mí, era la prueba de fuego de nuestro flamante Manual de la Falsa Felicidad.

Me miré en el espejo de cuerpo entero. Llevaba un vestido de seda azul profundo que me hacía sentir como una versión moderna y más sofisticada de una sirena, lo cual era apropiado, porque estaba a punto de sumergirme en aguas muy peligrosas.

—Recuerda, Sofía —dijo Lena, dando vueltas a mi alrededor como un satélite nervioso. —Hoy es el Debut Oficial. Se trata de la mirada. La mirada de "no puedo creer lo afortunada que soy de estar con este espécimen".

—Lena, si me miras con esa expresión una vez más, voy a vomitar el canapé de caviar que me comí antes de salir —murmuré. —Conozco el manual. Narrativa es química. Contacto físico estratégico. Sonrisas, muchas sonrisas.

—Y Sofía… —añadió Lena, bajando la voz. —Si él te besa…

—No va a pasar. No está en el manual. Acordamos que solo serían "miradas intensas" y "agarre de hombro profesional" —respondí, sintiendo un escalofrío de anticipación y terror.

—El manual es una guía, no la ley divina. Si la prensa enloquece y la situación lo requiere, Mateo sabe lo que tiene que hacer. Y tú también. Actúa como si fuera el momento más natural del mundo.

Cuando salí del coche, sentí el calor de los focos como un latigazo. El estruendo de los gritos y los flashes era ensordecedor. Era una locura que nunca me acostumbraría. Mateo ya estaba fuera, esperando por mí, y en cuanto nuestros ojos se encontraron, se puso en modo "Novio Enamorado Nivel Dios".

Se acercó a mí con una sonrisa radiante, tomó mi mano con una calidez que me pareció peligrosamente real y la besó. No, no mi mano. La parte superior de mi mano, cerca de la muñeca. Un gesto íntimo y protector.

—Estás increíble, Sofía —murmuró, lo suficientemente bajo como para que solo yo lo escuchara, pero con una intensidad que hizo que mi corazón se acelerara.

—Tú también —respondí, dándole mi sonrisa de "diosa que no se esfuerza". Por dentro, pensaba: 'Claro que está increíble. Lo odio por eso'.

Caminamos por la alfombra. Era una coreografía ensayada. Él me guiaba con la mano en la parte baja de mi espalda (violando la regla de "cero manos en la cintura", ¡pero vamos a dejarlo pasar porque la prensa no tenía por qué saberlo!). En cada parada ante las cámaras, yo inclinaba mi cabeza hacia él, fingiendo estar absorta en su conversación, y él me miraba con una intensidad que haría derretirse a un glaciar.

—Mateo, ¿por qué tardaste tanto en darte cuenta de tenias el amor tan cerca? —gritó un reportero con un micrófono.

Mateo me miró y se rió, un sonido sexy y profundo. —Digamos que el universo tardó en darnos una segunda oportunidad. Pero cuando la música se encuentra así, es imposible negarla.

Era una respuesta brillante. Un marketing perfecto. Yo, por mi parte, sentí que las palabras me quemaban la garganta. Él estaba mintiendo tan bien.

Llegamos al final de la alfombra, el punto donde se agolpaban más cámaras. Era un área pequeña y abarrotada, el escenario perfecto para el gran momento. Mateo se detuvo. Giró su cuerpo para que estuviéramos cara a cara, flanqueados por la cacofonía de los flashes.

—Mateo, Sofía, ¡una foto con beso! —gritó un fotógrafo.

Miré a Mateo, mi corazón golpeando como un tambor de guerra. Sus ojos estaban serios, pero había una determinación casi salvaje en ellos. Sabía que iba a hacerlo.

—Prepárate —murmuró, su voz apenas audible. —Esto es por la portada.

Y antes de que pudiera protestar, me tomó el rostro entre las manos. Sus pulgares se posaron justo debajo de mis pómulos, obligándome a mirarlo. Y entonces, me besó.

No fue un roce rápido para la cámara. Fue un beso profundo, lento, deliberado. Sus labios eran familiares, cálidos y suaves, y la forma en que se movían contra los míos era una vieja canción que mi cuerpo recordaba perfectamente. Me rodeó con sus brazos, pegándome a su pecho, y por un instante, me olvidé de las cámaras, de Lena, del Manual de la Falsa Felicidad. Solo existió el eco de un pasado que se negaba a morir. Respondí a su beso, mi mano se agarró instintivamente a la solapa de su traje, mi cuerpo se derritió en su familiar abrazo. Era eléctrico, peligroso, y más real que cualquier cosa que hubiéramos dicho en esa alfombra.

El ruido de los flashes se intensificó, creando una luz cegadora a nuestro alrededor. Cuando nos separamos, mi respiración era superficial y mis labios ardían. Mateo me miró, y había una mezcla de sorpresa y algo más profundo en sus ojos. Se había ido por un momento, el actor, y solo quedaba él.

Él fue el primero en reaccionar. Me soltó, ajustó su traje y me tomó de la mano, sonriendo a las cámaras con una expresión de triunfo.

—Vámonos —me susurró, y esta vez, el tono no era de novio enamorado. Era de comandante.

El resto de la noche fue un borrón. Nos sentamos en nuestra mesa, yo me sentía mareada y confundida, y él actuando como si ese beso hubiera sido tan casual como beber un vaso de agua. Al salir, evitamos a la prensa y subimos a la limusina. El silencio en el coche era pesado, solo roto por el suave zumbido del motor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.