Notas Cruzadas

Capítulo 8

Si la vida te da limones, haz limonada. Si la vida te da un ex con el que tienes que fingir un romance en la playa, usa la ocasión para arruinar su camisa blanca inmaculada. Esa era mi nueva filosofía.

Llegué a la playa de Malibú justo cuando el sol comenzaba a teñir el cielo de naranja y rosa, una hora perfectamente calculada para la Golden Hour de los paparazzi. Llevaba, como había prometido, un vestido de seda vaporosa que me hacía parecer una heroína de novela de Jane Austen, lo cual era absurdo considerando que la arena era mi enemigo declarado.

Mateo ya estaba allí, de pie junto a su coche, luciendo tan ridículamente bien que me dio rabia. Llevaba la camisa blanca que olía a ese arrepentimiento caro que tanto me gustaba, y unos pantalones que, por alguna razón, no se había remangado. Me estaba esperando con la postura rígida de un maniquí que odiaba el viento.

—Llegas tarde —me espetó en cuanto me acerqué.

—Llego dramáticamente tarde. Es un gesto de poder, Mateo. Y tienes que dejar de lucir como si estuvieras aquí para un funeral —le dije, ajustando mi cabello al viento.

—Estoy alucinando con esto, Sofía. Hay un arbusto lleno de cámaras apuntándonos ahora mismo. Y me obligaste a usar zapatos de cuero en la arena. Esto va a ser un desastre.

—¡Es arte! —exclamé, poniendo mi mejor sonrisa de enamorada. —Ahora, ven aquí y dame la mano, querido.

Mateo refunfuñó, pero tomó mi mano. Su contacto era cálido y firme. Empezamos a caminar por la orilla, luchando contra la arena blanda con la dignidad de dos patos mareados.

—Regla número uno del Manual de la Falsa Felicidad 2.0 —susurré, sin dejar de sonreír a las cámaras. —Mira mis ojos y di algo que suene profundo, pero que sea completamente trivial.

Mateo me miró con una intensidad sobreactuada. —Sofía, tus ojos son como dos... dos guitarras perfectamente afinadas, listas para crear una armonía que...

—¡Mateo, no! ¡Suena a un comunicado de prensa de tu manager! Di algo sobre mi alma.

—¿Mi alma? Sofía, estás pidiéndome que mienta sobre la existencia de tu alma mientras tengo arena entre los dedos de mis pies.

—¡Cállate y mira mi alma! —exigí.

Justo en ese momento, una ola inesperadamente grande nos alcanzó. No era una ola gigante, pero fue suficiente para empapar los zapatos de cuero de Mateo y la parte inferior de mi vestido vaporoso.

—¡Ahhh! —gritó Mateo, dando un brinco ridículo. —¡Mis zapatos! ¡Son de piel italiana!

—¡Eso te pasa por ser tan dramático! —grité, riendo a carcajadas. El shock del agua salada y la imagen de Mateo dando saltos como un cangrejo furioso rompieron por completo la tensión.

Nos detuvimos. El sol se estaba poniendo, y ambos estábamos empapados y cubiertos de arena, pero nos miramos y estallamos en una carcajada genuina.

—¿Te imaginas la cara de Lena cuando vea esto? —dije, sintiéndome libre por primera vez en días.

—Nos va a enterrar vivos en el hall de la fama —dijo Mateo, riendo. Sacó un pañuelo de su bolsillo y comenzó a frotarse la punta de sus zapatos con una desesperación cómica.

—Deja de torturarlos —dije, quitándole el pañuelo. —Están muertos. Ya está. ¿Y qué?

Me senté en la arena húmeda, sin importarme el vestido. Mateo me miró, dudando, pero luego se sentó a mi lado, maldiciendo en voz baja mientras la arena se metía por sus pantalones.

—Este era el punto en el que yo te abrazaba y decías algo sobre nuestro futuro juntos —dijo Mateo, cruzándose de brazos.

—El futuro apesta —dije, mirando el horizonte. —Pero el presente… El presente no está tan mal.

Y así, nos quedamos en silencio por un momento. La luz era mágica, el sonido del mar era relajante, y por fin, nos olvidamos de los fotógrafos.

—La letra del segundo verso —empecé, volviendo al trabajo. —¿Por qué insistes en la palabra 'cicatrices'? Suena demasiado pesado.

—Porque el amor es así, Sofía. No se borra. Se convierte en una cicatriz. Y nuestra canción trata de dos personas que se reencuentran y reconocen las heridas que se hicieron. Es honesto.

—Es demasiado honesto para una canción pop que va a sonar en un centro comercial —repliqué.

—¿Y qué propones?

—Propongo 'recuerdos'. 'El tiempo borró el dolor, dejando solo recuerdos.' Es más melódico, menos trágico. No todo tiene que ser el fin del mundo, Mateo.

Mateo se quedó en silencio. Me miró y vi que, por primera vez, no me estaba viendo a través del lente del miedo al pasado. Estaba viendo a su antigua socia, la que desafiaba su oscuridad con luz.

—'Recuerdos' —dijo, saboreando la palabra. —Me gusta. Pero solo si me prometes que el puente es un poco más... dramático.

—Hecho. Un poco de drama siempre es bueno para el arte.

Hablamos de música durante media hora, riéndonos de sus ideas más pretenciosas y de mis coros más azucarados. Era como si hubiéramos vuelto a nuestro viejo apartamento, sentados en el suelo, con el mundo reducido a notas y letras. Era fácil, familiar y cálido. Y no teníamos que fingir nada.




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