Notas Cruzadas

Capítulo 17

La semana que siguió al concierto fue una locura gloriosa. "Notas Cruzadas" se había disparado a la cima de todas las listas. El beso en el escenario fue más que un hit viral; fue declarado el "Beso del Renacimiento" por una revista de moda y el "Acto de Rebeldía Romántica Más Estúpido del Siglo" por Gabriel. Para mí, era la prueba de que, sí, todavía teníamos la capacidad de volar las cosas por los aires, incluso cuando intentábamos construir algo.

Mateo y yo nos movíamos con la nueva cautela de dos personas que han confesado sus crímenes emocionales y ahora intentan convivir. Era maravilloso, pero cada caricia me recordaba la bomba de tiempo que yo guardaba en el fondo de mi estómago: la gira europea de tres meses.

Mateo no me había dicho una palabra. Estaba demasiado ocupado siendo el novio redimido, haciendo un esfuerzo tan épico que rozaba la comedia.

Decidimos que nuestra primera actividad "normal" de pareja sería cocinar. Queríamos algo íntimo, algo real. Lena nos había dado el día libre antes de la firma de discos, y Mateo insistió.

—Necesitamos recuperar la domesticidad, Sofía. Algo simple. Pasta. Yo la hago, tú me diriges —declaró en mi cocina, con una camiseta blanca que gritaba: Soy un hombre sensible y capaz de usar una olla.

—Mateo, la última vez que intentaste cocinar pasta, prendiste fuego a una cuchara de madera —le recordé, cruzándome de brazos.

—¡Falsa alarma! Además, mi nuevo cocinero personal me dio instrucciones detalladas. Mira esto —sacó su teléfono, donde había un PDF titulado: Pasta para Dummies: Nivel Celebrity.

El desastre comenzó cuando Mateo intentó medir la sal. Usó mi taza medidora de café.

—Creo que esto es demasiado, amor —dije, tratando de sonar dulce.

—No, no. El chef dijo que debe ser "suficiente para que sepa a mar".

—¡Suficiente para que sepa a mar no significa que sepa a Tsunami!

Luego vino el agua hirviendo. Mateo, en un esfuerzo por ser galante, intentó drenar la pasta mientras me miraba y me sonreía. La tapa de la olla se deslizó. El agua hirviendo se fue por el fregadero, pero la pasta, en un acto de pura rebeldía física, saltó por los aires y aterrizó en mi pelo.

—¡Mierda! ¡Sofía! ¡Lo siento!

—¡Estoy bien! —grité, tratando de no reírme mientras me quitaba un fettuccine pegajoso de la oreja. —¡Pero ahora parezco una estatua grecorromana cubierta de gusanos!

Mateo no pudo evitarlo. Se echó a reír, una risa que resonó en la cocina. Era un sonido tan feliz que casi me dolió el corazón por el recordatorio de lo que estaba a punto de perder.

En un momento de caos total, mientras él intentaba limpiarme con un paño de cocina, tropezó con mi zapato y acabó esparciendo la bolsa de harina que había sacado para la salsa.

La cocina quedó cubierta de una nube blanca.

Nos miramos, ambos cubiertos de harina y trozos de pasta. Parecíamos dos panaderos poseídos.

—Bien, la domesticidad apesta —declaró Mateo, con una expresión de resignación.

—Sí —respondí, dándole un beso con sabor a sal y harina. —Pero al menos, es real. Y no es una mentira de marketing.

Terminamos pidiendo pizza de nuevo (sin piña, por supuesto). Habíamos fallado en la cocina, pero habíamos ganado una tarde de risas genuinas, y eso era un éxito para mí.

Al día siguiente, regresamos al circo. Primero, una sesión de fotos para la revista Vogue, la edición "Parejas que Rompen Internet".

La fotógrafa, una mujer alta con un acento francés muy intimidante, nos daba instrucciones ridículas.

—Mateo, mírala. Mírala como si tu vida dependiera de su sonrisa. Sofía, míralo como si no te importara, pero en el fondo, sabes que lo deseas. ¡Más deseo! ¡Menos culpa!

Mateo me miraba, y aunque se suponía que estaba actuando, sus ojos transmitían una calidez que me desestabilizaba. En una toma, él me susurró: —Mi vida sí depende de tu sonrisa, ¿lo sabes, verdad?

Sentí un escalofrío. ¿Y por qué diablos vas a irte a Londres, entonces?

Después de la tortura de la moda, nos dirigimos a una cafetería vintage en el centro para la firma de discos de "Notas Cruzadas". La fila era enorme.

La energía era electrizante. Los fans nos adoraban.

Una chica, con los ojos llenos de lágrimas, se acercó a nuestra mesa.

—¡Los amo! Su historia me ha inspirado tanto. Verlos superar el dolor y volver el uno al otro... ¡Es la prueba de que el amor verdadero existe! ¡Por favor, no se separen nunca!

Mateo sonrió con dulzura, sosteniendo la mano de la chica mientras firmaba su disco.

—No te preocupes. Hemos pasado la peor parte. Ahora todo es mirar hacia adelante.

Yo firmé el disco. Mi sonrisa era perfecta, pero mi mano temblaba ligeramente. Me giré hacia Mateo, mi propia mentira atrapada en la tinta.

—Ha sido un día agotador —dije, mi tono era ligero. —Creo que necesitamos más aislamiento.

—Concuerdo plenamente —dijo Mateo, con un brillo en los ojos. —Esta noche, nos vamos a mi apartamento. Necesito demostrarte que puedo limpiar sin esparcir harina.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.