Notas Cruzadas

Capítulo 19

La almohada olía a ella, a vainilla y a ese perfume cítrico que solo usaba Sofía. Pero el espacio a mi lado estaba vacío, y la nota... la maldita nota estaba allí, doblada con esa pulcritud que reservaba para las cosas que le rompían el corazón.

No la leí inmediatamente. No la necesité. La vi anoche, la miré fijamente, y en lugar de pánico, sentí una fría, terrible claridad. Sofía se había ido. Se había ido antes de que yo pudiera contarle la verdad, confirmando su peor miedo: mi carrera siempre sería lo primero.

La culpa me carcomió, pero no me paralizó. Me levanté, me duché y me puse mi armadura de rock star. Mi primer movimiento fue ir a televisión y tomar el control de la narrativa, tal como ella había temido. Fui al estudio, sonreí y convertí su huida en un acto de respeto y amor. Le compré tiempo. Le compré a Sofía unos días de paz, y me compré a mí mismo la oportunidad de arreglar el desastre logístico que era Thomas.

Eran las 10 de la mañana, y Thomas, mi manager de toda la vida, estaba en mi sala de juntas. Su rostro era una máscara de estrés y satisfacción. Estrés por el caos del concierto, satisfacción por las cifras de ventas.

—Los números son estratosféricos, Mateo. El beso... ¡El beso fue un genio de marketing! Eres un maldito héroe —dijo Thomas, frotándose las manos sobre la pila de contratos. —Pero, ¿puedes explicarme por qué el concierto de Estocolmo ya ha vendido la mitad de las entradas en las últimas 12 horas?

—Porque Sofía es un imán, Thomas. Y porque "Notas Cruzadas" es un monumento a la esperanza que la gente quiere comprar.

—Exacto. Así que, volvamos a la gira. Tienes que volar a Londres pasado mañana. La banda te espera.

Me recosté en mi silla, cruzando los tobillos con deliberada calma. —No. No voy a volar.

Thomas se quitó las gafas. —¿Qué acabas de decir?

—Dije que no voy a volar en dos días. El plan es el siguiente: volaré en una semana. Y no voy a hacer la gira solo. Sofía viene conmigo.

La boca de Thomas se abrió y se cerró. Parecía un pez que acaba de descubrir el concepto de la sequía.

—Mateo, ¿estás hablando en serio? ¡Es una gira solista! ¡Es un contrato que firmaste! No puedes simplemente...

—Sí, puedo —lo corté, mi tono era bajo, pero letal. —O la Gira Europea se convierte en el Tour de la Reconciliación con actuaciones especiales de Sofía, o no hay gira. Punto.

Thomas golpeó la mesa. —Estás completamente desenfocado, Mateo. Desde que esta cosa real comenzó con Sofía, te has vuelto blando. Estás priorizando una relación inestable sobre tu trabajo. ¿Recuerdas lo que costó llegar a la cima? ¿Recuerdas que la ambición fue lo que...?

—Cuidado, Thomas —dije, inclinándome hacia adelante, mi voz resonando en el silencio. —Recuerdo exactamente lo que me costó llegar a la cima. Me costó la única cosa que realmente me importaba. Me costó a Sofía.

Lo miré fijamente. —Y no estoy inestable. Estoy más estable que nunca, porque por fin estoy siendo honesto. No puedo cantar canciones sobre amor eterno y luego huir por tres meses sin una palabra, como hice hace dos años. Sofía es la única mujer que le da verdad a mi arte, Thomas. Por lo tanto, no es negociable. O hacemos esto juntos, o no lo hacemos. Y si tienes que pagar una penalización, la pagarás, y yo la pagaré. Pero mi mujer va a Europa conmigo.

Thomas respiró profundamente, sus ojos se entrecerraron.

—Bien. Vamos a renegociar las fechas. Pero si vuelves a anteponer tus problemas románticos a los negocios, pierdes un manager.

—Y tú pierdes al artista que te hace multimillonario. Así que te sugiero que mantengas tu opinión sobre mi vida personal, sobre Sofía, y sobre mi enfoque para ti mismo. O pierdes tu empleo, Thomas. ¿Quedó claro?

Thomas tragó saliva. —Quedó claro.

Mi siguiente llamada fue a Lena. Necesitaba saber dónde estaba Sofía. Sabía que ella la cubriría.

—Mateo —su voz al teléfono sonó como una sierra eléctrica. —Eres un idiota. Un genio, pero un idiota.

—Gracias, Lena. El cumplido se acepta con gusto. ¿La has llamado? ¿Está bien?

—Está perfectamente. Está componiendo, supongo. Y sí, es un idiota porque hiciste una jugada de marketing increíble en televisión. Convertiste su huida en un acto de devoción. Eres brillante, pero ¿por qué demonios no fuiste honesto en persona?

—Porque no me dio tiempo. Thomas iba a anunciarlo al día siguiente del concierto. Yo la vi con Aura, la vi cómo me miraba, y tuve miedo de decírselo y que huyera. Y huyó. Pero al menos, con la televisión, le compré un respiro. No le mentí al público, Lena. Le mentí a Sofía para darle paz.

—Ella no quería paz, Mateo. Quería verdad. ¿Y qué decía la nota?

—La nota... —respiré. Había leído la nota diez veces. Era simple y letal: “No voy a ser el accesorio de tu próxima gira. Por favor, no me busques. Estaré en casa. S.”

—¿En casa? ¿La casa de la playa? —preguntó Lena.

—Sí. La cabaña azul. Es el único sitio al que va cuando necesita desaparecer de verdad.

—Bien. Ya lo sabía, idiota. Fui yo quien la llevó al aeropuerto. Necesitaba escapar, pero no tres meses. Necesitaba tres días para llorar por ti sin que la prensa la viera.




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