Alzo mi mirada al cielo y puedo apreciar lo despejado que estaba sin estrellas y sin luna. Ni siquiera el cielo dejaba de brillar en la soledad.
Hoy había perdido mi trabajo y a mi padre, había quedado huérfana y sin dinero en este mundo de mierda.
Todos mis ahorros fueron para el velorio y entierro, estaba al borde de la desesperación, pero no dejaría que esto me derrumbara.
Exhalo y mi aliento es visible por el frío de la ciudad, mi nariz estaba roja y mis ojos hinchados; meto mis manos en los bolsillos de mi chompa, me pongo la capucha y camino por la concurrida ciudad de Arequipa.
Cada paso que daba se sentía nefasto, caminaba sin dirección y sin rumbo; en mi pecho todavía estaba instalado el dolor y el resentimiento de no poder despedirme de mi padre y por perder mi trabajo por una completa estupidez.
Después de caminar tanto, mis pies se detienen en un pequeño parque y me senté en el césped, no podía más con las sensaciones que se estaban instalando en mi pecho.
No pude despedirme de mi padre, ni siquiera un <adiós> al salir de casa solo le dije <hablamos luego> se suponía que ahora estaría hablando con él acerca de mi embarazo, pero ni siquiera eso pude llegar a decirle.
Vuelvo a mirar al cielo con los ojos cristalizados por las lágrimas, la garganta me ardía y mis labios comenzaban a temblar.
–No puedes llorar – hablo para mí; parpadeo muchas veces, pero mis lágrimas comienzan a caer sin control. – No seas estúpida y deja de llorar –gimo ahogando mis lamentos.
–No es un crimen llorar – me paralizo al escuchar una voz ajena. – Llorar ayuda a oxigenar el alma, así como necesitas respirar para poder vivir.
Se agacha y siento como da pequeñas palmaditas en mi espalda, lo que ocasiona que mis lágrimas se descontrolen y mi llanto comience a incrementar cuando recuerdo todo lo que me ha pasado.
Editado: 01.07.2024