Nothing is easy [editando]

Capítulo 2

Capítulo 2: Clara Keller

–¿Puede reducir 500 soles por favor? – muerdo mis uñas nerviosa a la expectativa de su respuesta.

–Amiga, es lo más barato que te puedo dejar el ataúd – me mira enojada y un poco disgustada por mi insistencia – Si vas a seguir pidiendo rebaja anda a otro lado.

–No, no – me negué, ya había estado en otras funerarias y el precio no bajaba, todas eran caras y esta era la única que tenía el adicional del terreno del cementerio– Está bien, yo, yo pagaré.

Hice el depósito del ataúd y el terreno del cementerio donde descansarían los restos a mi padre, miro la hora en mi reloj, lo cual me hace sonreír con tristeza porque fue un regalo de mi él, este marcaba las 3:45 pm, no había almorzado nada, había salido temprano para encontrar alguna cita con el ginecólogo, quería confirmar mis sospechas sobre mi embarazo, porque aún era joven para tener a un bebé, pero mi sorpresa fue grande cuando el doctor lo confirmó, de alguna manera me sentía feliz porque mi padre sería abuelo y mi corazón se llenó de ternura el solo pensarlo. Después fui a casa feliz todo se detuvo, al llegar encontré a mi padre  boca abajo sobre el suelo de la cocina, no sabía cómo reaccionar me encontraba paralizada todo mi cuerpo se sintió frío, después reaccioné llamando a la ambulancia pero me desesperaba que se tardara demasiado, con la indecisión de dejar a mi padre solo pero me decidí por salir corriendo a la calle y buscar un taxi, en desesperación le dije al conductor que mi padre estaba grave, que me ayudara a levantarlo para poder llevarlo al hospital, lo único que pudieron decir es que había sido un infarto; su muerte fue repentina, sin previo aviso; su partida la sentía desde el fondo de mi pecho y aún me costaba aceptar su muerte.

Aún estaba en la morgue, la funeraria se haría cargo del cuerpo de mi padre y lo llevaría al cementerio.  No tenía para hacerle la ceremonia de tres días, no tenía con quien compartir este dolor, ni siquiera los “amigos” que mi padre tanto decía tener no se aparecían, quizás por que no los conozco y no puedo darles la noticia. Yo no tenía amigos, aunque lo quisiera, pues el estar trabajando todo el día no me dejaba el tiempo para compartir con amigos.

Apoyé mi espalda en la pared de la morgue, suspiro con pesadez aún sin creer lo que había pasado, sentía que me quedaba sola, pero mi mano se posa sobre mi vientre y no estaba del todo sola, tenía que ser fuerte por esa personita que estaba creciendo dentro de mí.

Yo era originaria de Tumbes, igual que mi madre, pero ella murió cuando tenía 7 años y después de su entierro mi padre decidió mudarse a su ciudad natal, queriendo comenzar de cero, incluso llegué a pensar que podría tener alguna pareja, pero mi padre dedicó sus días en cuidarme y trabajar. Mis padres no tenían hermanos, lo cual no tenía a ni una persona cercana en quien confiar.

Ya no tenía nada en esta ciudad y el solo pensarlo me hacía encoger el corazón. Necesitaba a mi padre en estos momentos, necesitaba escucharlo decir que todo estaría bien, que pasaría y que nunca me dejaría sola.

Escucho voces desde adentro de la morgue y el ataúd de mi padre sale sostenido por dos hombre altos trigueños, y lo llevan al auto fúnebre. Muerdo mis labios intentando no llorar y me subo en el asiento que estaba al costado del conductor, apreté el teléfono insegura por todo lo que estaba pasando. 

–La tengo que llevar rápido – habla el conductor encendiendo el auto, su barriga casi podía chocar con el timón de auto, pasa su mano por la frente secando el sudor y me parecía sorpréndete, porque estaba haciendo mucho frío. – ¿Ya tiene el albañil?

–¿Qué? – volteo a mirarlo sin entender.

–Al que le pondrá el cemento encima de la tumba, para que la cierre. – Pone en marcha el auto hacia el cementerio y mi cuerpo comienza a sentirse pesado al olvidar de ese pequeño detalle. – Si no lo tiene no se preocupe. – habla relajado sonriendo.

–¿Usted conoce a alguien? – hablo despacio bajando más las mangas de mi chompa.

–Si – sonríe – Este negocio de los muertos es una ganga – voltea a mirarme y bajo la cabeza sintiendo rabia al ver como se aprovechaba del dolor ajeno – Disculpa, no era mi intención ofenderte.

–No se preocupe – aprieto los dientes conteniendo mis lágrimas.

–Bueno, yo conozco a mi amigo, pero cobra 50; barato.

Solo asiento, porque aún tenía un billete de 100 en mi bolsillo y era lo único que me acompañaba en estos momentos.

–¿Lo llamo? – asiento, porque sentía que, si abría mi boca para decir una palabra, solo iba a llorar y no lo haría delante de nadie y mucho menos de esa persona horrible – ¿Juan? Hola amigo, hay un trabajo para ti…

Dejo de escuchar su plática y comienzo a morder mis uñas, estábamos cerca del cementerio. Voltea en una esquina, de detiene y un hombre blanco, con su cabello negro sale de una casa, con instrumentos de construcción, y saluda al conductor.

–Nacho, yo te alcanzo – habla señalando a su izquierda – tengo que ir a ver el cemento para que me lo fíen.

Tenía ganas de gritarle al conductor que avanzara, que no perdiera el tiempo y que llegará al cementerio, sentía que de alguna manera estaba faltando el respeto al cuerpo de mi padre y eso me frustraba, me llenaba de ira, pero intentaba contenerme, haría lo posible para soportar todo.

Cuando llegamos al cementerio los hombres que habían ayudado a meter el ataúd al auto, fueron los mismos que estaban en la puerta esperándonos para poder sacarlo y llevarlo hasta la tumba. Nadie decía nada, ni siquiera el conductor, me sentía incómoda, sola y triste. Seguro esos hombres se preguntaban qué hacía una muchacha sola enterrando a un viejo, quizás se preguntaban porque no había gente llorándole o acompañándome en mi dolor. El albañil llega, habla un rato con los hombres de la funeraria mientras estos le ayudan a realizar lo que él les indicaba.



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En el texto hay: mentiras, embarazo, decepción

Editado: 01.07.2024

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