Capítulo 10: Ainhoa L.
Inhalo el humo del cigarrillo, volteo a mirar la pantalla del televisor, que estaba trasmitiendo una de mis tantas entrevistas en los últimos meses. Me apoyo en el barandal del balcón, estaba descalza y sola, no tenía con quien compartir lo que estaba sintiendo en toda esta telaraña de problemas y acusaciones.
Acabo el cigarrillo y enciendo otro. No podía pensar con claridad, necesitaba calmarme y con lo único que podía, era llenando mi sistema de nicotina. El teléfono comienza a sonar y caminé hasta donde estaba y respondo.
— ¿Qué quieres? — apago el cigarrillo sobre el cenicero — No tengo tiempo para estar perdiéndolo.
— Responde con cuidado — se burla el hombre en la otra línea — No pensé que sería tan creíble tu papel de víctima, pero me has dejado sorprendido.
Puedo escuchar el eco de sus aplausos.
— Déjame en paz, estoy cumpliendo con mi trato.
— ¿Quién dice que yo no? — se ríe.
— ¿Qué quieres? — vuelvo a preguntar, aguantando la rabia.
— En realidad, nada, solo quería saber si estabas bien con todo el trauma que te dejó tu ex novio.
— Cállate. — mantengo mi vista en la televisión, estaban pasando las fotografías de mis golpes. — Llámame cuando tengas algo importante que decir.
Corto la llamada sin importarme, la idea de tranquilizarme se queda en la nada con esa llamada, escuchar su voz solo me producía arcadas incontrolables.
Camino hasta la pequeña mesa de vidrio y me sirvo el licor que estaba en la botella y me lo trago aguantando la quemazón por mi esófago. Levanto la mirada al techo conteniendo las lágrimas.
— ¿Estás bien? — escucho la voz de Steven desde afuera de la habitación
— Si — da unos pequeños toquecitos en la puerta — Ingresa.
— ¿Nena? — sus ojos demuestran que solo siente lástima por mí.
— Estoy bien — desvié mi mirada.
Busco la caja de cigarrillos por la habitación y la encuentro en una tumbona del balcón. Lo pongo entre mis labios, enciendo el encendedor, pero Steven lo arrebata. Volteo a mirarlo con odio y vuelvo a sacar otro cigarrillo con intención de encenderlo, pero me quita el encendedor y la caja.
— ¿Qué te sucede? — le grito y golpeo su pecho.
— ¡A ti qué te sucede! — intenta detener mis golpes. — Estás actuando como si la conciencia te pesara.
— No — lo encaro — A mi no me pesa la conciencia — aprieto la mandíbula.
— Eso repítelo hasta que lo creas — me suelta, camina hasta la salida, pero regresa — Me olvidaba de esto — agarra el vaso y la botella de licor.
Grito de frustración cuando cierra la puerta, caigo al suelo y mis lágrimas comienzan a salir sin control, el pecho me quema, mi mente es un caos y mi corazón sigue desgarrándose.
Una sola decisión puede cambiar toda tu vida, en un abrir y cerrar de ojos. Para bien o para mejor, las cosas cambian y aceptarlo sin arrepentimiento, al menos para mí era difícil; le estaba haciendo la vida un infierno al hombre que amaba, solo por mi codicia.
«No te desanimes gatita, luego te acostumbraras a la fama que esto te dará»
Esas palabras se repetían una y otra vez en mi cabeza, como si le hubiese puesto la opción de repetir aquello mío veces.
— Nena, despierta — siento como me sacuden.
Abro mis ojos desconcertada, no recordaba en qué momento me había quedado dormida, volteo a mirar hacia la ventana y podía ver que aún el cielo estaba oscuro.
— Levántate, el piso está frío, te puedes resfriar — la voz gruesa de Steven se sentía reconfortante.
Me acuesta en la cama, me abriga con la frazada y se sienta en el filo de la cama.
— Me parte el alma verte en ese estado — peina mi cabello, desvío mi mirada hacia otro lado.
— Estoy bien — es lo único que logro decir.
— No te mientas preciosa — se levanta y agarro su muñeca antes de que se aleje.
— Quédate — musito — Duerme conmigo, por favor.
Puedo notar como sus ojos brillaban en la oscuridad, pero su mirada seguía siendo triste.
— Por favor — ruego.
Suspira derrotado, le hago espacio, comienza a sacarse los zapatos, y el polo que cargaba puesto. Se mete a la cama junto a mí y lo abrazo, pongo mi cabeza sobre su pecho, y él comienza a peinar mi cabello tranquilizandome.
Al despertar, estaba sola en la cama, me levanto y hago todo el aseo mañanero. Bajo a la cocina y el desayuno ya estaba listo.
— Gracias — susurro abrazándolo desde atrás.
Se voltea, me corresponde el abrazo besando mi frente.
— Termina todo tu desayuno si realmente estás agradecida — sonríe al ver que me disgusta esa idea.
Me siento en la gran mesa y lo primero que tomo es el jugo de naranja.
— Iré a bañarme, hoy tienes un día muy activo.
Me deja sola en la mesa y masticar el homelet de claras de huevos comenzaba a sentirse como una tortura, mi estómago se cierra y me obligo a comer. Paso a la tostada integral para terminar de comer las uvas.
Cada bocado era un martirio, uno tras otro, cierro los ojos para no pensar en nada más que el terminar mi desayuno, pero los abro al sentir el perfume de Steven.
— Me alegra ver que no haya nada en la mesa — pasa la mano por mi cabello — Buena chica, es hora de que te bañes, estaré programando el horario para el día de mañana.
Me levanto sin decir ni una palabra y cierra la puerta de mi habitación, le pongo el pestillo trabando la puerta y corro hasta el inodoro, levanto la tapa y vomito.
En cada arcada mi estómago se contrae y mis ojos se llenan de lágrimas, las gotas de sudor caen por mis mejillas y las seco con mi mano. Caigo sobre el piso y me apoyo en el inodoro. Extiendo mi mano y aprieto la palanquilla.
Me despojo del pijama, ingreso a la ducha y comienzo a asearme, me exfolio la piel y la hidrato al final del baño. Me enrollo con la toalla y camino sin ánimos hasta la cama, me acuesto y mi mirada se pierde en el balcón.
Editado: 01.07.2024