Clara K.
No hay días que no contemple mi vientre levemente abultado, estoy deseosa de tenerlo en mis brazos, darle amor y sobre todo darle un nombre y apellido…
Al hablar con Lucas, me sentí como si dejara atrás un gran peso, pensé que me juzgaría y señalaría, pero no podría decir que me sorprendió su actitud porque de alguna manera sabía que me apoyaría y no me equivoqué, aún no puedo descifrar lo que me hizo sentir al ver cuánto me apoyaba incondicionalmente.
El lugar en el que estábamos no era seguro, al menos no para la salud mental de Lucas, porque con el tiempo pude notar cuánto le afectaba esto y no era fácil. Por otra parte, durante estos días logré entender que lo que se avecinaba era algo inevitable y que tarde o temprano tendría que aceptar lo que vendría, pero podríamos soportarlo, sobre todo si estábamos juntos.
Era consciente que al ser pareja de una figura pública no es fácil, estás siempre bajo la mirada del público y más ante los paparazzi que irrumpía tu privacidad y esperaban que cometas cualquier equivocación para ridiculizarte públicamente.
Luego de que ese paparazzi fuera encontrado, hablé con Lucas, por el bien de los tres, y si había aceptado ser parte de su vida, también tendría que aceptar lo que eso conlleva, no podíamos negar el hecho que era una figura muy mediática en estos momentos, pero haríamos lo posible para mantenernos a flote y que nuestra vida en privado se quedara en eso, y cuando llegara el momento no nos ocultaremos de la cámaras.
Tenía miedo, no lo podía negar, el miedo me consumía por dentro y me aterraba la idea de ser señalada por la gente, me aterraba que con mi imagen muchas personas se lucraran y nos harían la vida un infierno, pero en algo tenía razón, no podíamos ocultarnos ante nuestros temores, lo mejor sería enfrentarlo y darle la cara como un buen luchador.
Lucas era bueno ocultando su preocupación, incluso podía mentirme, no lo iba a negar, pero cuando se sobrecargaba llegaba tener el semblante decaído incluso en su sonrisa se le notaba. Me lastimaba y me dolía ocultar cosas de mí y aunque a veces lo podía entender, por mi gestación, había ocasiones que quisiera que me lo contara todo y no lidie solo con los problema.
Su mayor preocupación en estos momentos es que se revele mi identidad, que indaguen mi pasado y como dé lugar me quieran denigrar, porque así era el Perú, no les importaba si era mujer o varón, niño o adulto, rico o pobre, con tal que alimentes su morbo, te destruirían la vida.
Lo que dijo Lucas en ese pequeño paraíso en el que me llevó, me había dejado pensando, el padre de mi hijo, tenía el derecho de saber de su existencia, pero no podía siquiera hacerme a la idea de buscarlo solo para decirle la noticia.
¿Qué pensaría él o su novia al enterarse que llevo a su hijo en mi vientre? Ni siquiera podía imaginarlo.
Aún tenía que pensarlo, porque desde un principio consideré al bebé solo mío, yo sería su única familia y le daría todo el amor que no necesitaría de un padre, pero eso último ahora ya no era mi preocupación, porque Lucas deseaba ser el padre de mi bebé.
No quiero que me lo señalen, que lo carguen en la boca sin siquiera haber nacido y etiquetarlo de bastardo, no quiero, me negaba siquiera a permitirlo.
El tan solo pensarlo me hacía oprimir el pecho y como ya le había dicho a Lucas, lo pensaría, aunque dudaba cambiar de respuesta.
Subo las escaleras hasta llegar a su habitación y lo encuentro sentado en el piso con papeles regados, sus lentes puestos y un lápiz que se encontraban en sus dedos, tocando sus labios.
–¿Interrumpo? – levanta su mirada y sonríe.
–Estoy pensando en el problema de mi historia, aunque aún no sé cómo plantearlo – suspira. – Bueno, sí sé.
Me agacho hasta sentarme y quedo en la puerta, dejando el rumo de hojas esparcidas en medio de nosotros.
–Quiero que la historia tenga un trágico, pero sutil final. – sus ojos brillan – Es algo que no acostumbro, pero me encantaría realizar una historia romántica llena de misterio, pero con una historia muy dulce de romance que tenga un trágico final.
–¿Por qué eres malo con tus lectores? – sonrío negando ante su descabellada idea.
–No soy malo, es solo mi imaginación volando sin límite y por primera vez quiero seguir el rumbo de mis ideas, sin ediciones.
–¿Qué te detiene? – gateo por encima de las hojas sin importar que las arruine – Es tu libro, tu historia.
Me arrodillo frente a él quedando a su altura, me siento sobre mis piernas y sonrío.
–No sé qué haría sin ti – sonríe pasando su dedo por mi nariz.
Esa tarde lo dejo solo en la habitación sin interrumpirlo, tomo mis vitaminas y decido ir donde Carmina, así que le aviso a Lucas, para que no se asuste si no me encuentra.
Por el camino todos los pobladores que encuentro me saludan como de costumbre, con una gran sonrisa y moviendo la mano.
Encuentro a Carmina sentada en su sala con la puerta abierta; el calor era insoportable, toco la puerta ligeramente e ingreso.
–¿Señora Carmina? – me acerco, estaba dormida – Hola.
–Hija – bosteza y mira – El embarazo te sienta bien. ¿Cómo está tu marido?
En estos meses ya me había acostumbrado a esa palabra y no me desagrada, me gustaba.
–Está trabajando, cuando se concentra no hay nadie quien lo detenga.
Se levanta y me dice que la acompañe hasta la cocina, había descubierto que Carmina le encantaba cocinar cada que venía a visitarla.
Mientras la observaba cocinar, me imaginaba cómo hubiese sido que mi madre aún siguiera viva y pudiera aconsejarme sabiamente. Carmina me comenta que me veía más saludable e incluso mis mejillas estaban ligeramente regordetas y me río por la emoción en cómo lo describe.
–¿Tomas todas tus vitaminas a la hora? – asiento – Mejor así querida, si no te alimentas no resistirás.
Editado: 01.07.2024