Capítulo 30

Lucas B.

Muchas cosas en mi vida las he conseguido con mi esfuerzo y otras solo por mi status, pero ni uno de lo que llegué a tener fue tan preciado y hermoso como lo era mi chica, mi luz, la mujer que amaba con todo mi ser y que estaba dispuesto a todo por ella.

Muchas veces acepté cosas injustas, sin siquiera alegar, solo aceptaba lo que venía y seguía adelante, porque así había crecido, así me había acostumbrado.

Mi infancia, la que tuvo que ser la mejor de mis etapas, se ha convertido en lo que más quiero borrar de mi mente y si pudiera retroceder lo haría; la existencia del hijo bastardo de mi madre, solo oscureció la poca luz que, habitaba en nuestro hogar, lo único bueno que tenía.

Soy un adulto que vive con el rencor en el corazón y que no está dispuesto a aceptar en su familia a un medio hermano, Soy un hijo que finge haber perdonado a su madre, pero que no se siente capaz de siquiera enfrentarla.

Odio a mi padre, por ser el hombre que es, por aceptarlo, por querer ignorar algo que no se puede ocultar y que, aunque muchos de nuestro alrededor no saben de su existencia, es algo que no he podido asimilar y siempre lo evito, tanto como puedo.

Dejé que mi vida se un teatro, mostrando que nada estaba mal, que podía seguir adelante y que nada de lo que sucediera a mi alrededor podría afectarme, porque yo era fuerte, tenía que ser fuerte, para mí.

Admirado por muchas personas, venerado por otros, escuchando halagos donde lo que escribía había ayudado a muchas personas en su soledad, que les había hecho cambiar la perspectivas de las cosas, me emocionaba postear cada logro, ocasión, momento, porque a la gente le agradaba, muchas personas me veían.

Las personas que no me conocían me aceptaban y me querían, me admiraban.

Hay algo que nunca quise admitir y es que todo ascenso tiene su descenso, porque era la ley de la vida y así fue, cuando estaba extendiendo mi fama más de lo que un día creí lograrlo y el dinero que ingresaba a mi cuenta bancaria superaba los cuatro ceros, logrando independizarse económicamente.

A nadie le gustó, mucho menos a mis padres, porque ya no tendrían de donde manipularme y se sentía bien, se sentía aliviador.

Aunque esté independizado económicamente de mis padres, nunca me olvidaba de ellos, porque quería tener una relación como las que escribía en mis libros, donde el padre es cariñoso con la madre y protector con sus hijos, donde las madres no tenían favoritos y eran fiel al hombre con el que se habían casado.

Pero no era codicioso, porque solo quería mantener una relación buena con mi madre, con la que me parió y me vio crecer, la que un día me dio amor, aquella mujer que por un instante me vió como  su único tesoro, un hijo que tanto amó. Solo pedía tener algo real, algo donde podría refugiarme en el calor de los brazos de mi madre, pero era mucho pedir, era…

Acepté todo lo que vino, no alegué en ni un momento, porque no quería contiendas, incluso cuando me arrebataron lo que tanto había luchado por conseguir, mi reputación como escritor, porque mi vida, era aquella que estaba detrás de un teléfono, detrás de las cámaras de paparazzi, mi vida era otra, una muy distinta a la que tanto aparentaba ser.

Soy un hombre que ahora está formando su familia, una pequeña, pero que ama y quiere lo mejor, pero lamentablemente no todo puede ser color de rosas en esta vida, y estaba cansado, cansado de luchar.

La mujer que dormía en mis brazos plácidamente era mi ancla en estos momentos, y me aterraba la idea de que alguien la estaba acechando solo para lastimarme, era algo que no permitiría.

El mundo podía hacer cualquier cosa conmigo, incluso quitarme la vida, pero no permitiría que nadie le lastimase, siquiera una hebra de cabello, porque no lo merecía, ya la vida la había golpeado tanto y me sorprendía que aún seguía en pie con una hermosa sonrisa que me hacía enloquecer, llevando en su vientre a un niño que llegó en el peor momento

Podía soportar perder  mi fama, mi dinero, pero jamás podría soportar perderlos a los dos.

Tenía miedo, no lo podría negar, todos mis temores se habían hecho realidad y era algo que trataba de asimilar, sabía que algún día esto iba a suceder, era consciente que solo era cuestión de tiempo, aunque debo admitir que me sorprende que se hayan demorado tanto.

Ella y yo sabíamos que esto sucedería, pero ni aún así hemos podido tomarlo con calma, y es que nadie te prepara para reaccionar, ni siquiera sabiendo que lo que tanto temes está cerca.

Muchos nos acechan, muchos están tras de nosotros y este lugar ya no es seguro.

Clara estaba embarazada y la circunstancias que estábamos no eran favorables, no debía tener emociones fuertes que podrían ocasionar daños al bebé.

Debíamos salir de aquí.

Se remueve en mis brazos y bajo mi mirada hacia ella; acomodo su cabello y en su frente deposito un beso.

—Te protegeré mi amor bonito, haré hasta lo imposible para protegerlos.

Bajo mi mano a su vientre que estaba abultado, aquella pancita que portaba a mi hijo, aquel niño que me había traído esperanzas en estos meses.

Siento un leve movimiento en la palma de mi mano y me quedo absorto, pestañeo siendo consciente que no podía ver en la oscuridad, pero era lo que menos me importaba en estos momentos.

—Hola pequeñín — susurro para despertar a su madre — Te protegeré, los protegeré.

Sonreí aún sin creer lo bendecido que estaba; un calor inexplicable aflora en mi pecho, haciendo que mis extremidades vibren.

—Será un honor — musité — Ser tu padre y tu protector.

Cierro mis ojos y me acurruco en el pecho de la mujer que amaba.

Era grato dormir con la mujer que amas y compartirlo todo con ella; Clara se había calado en mis huesos y no me asustaba, me sentía honrado, por el simple hecho que ella sea esa persona.

No fui consciente en el momento que quedé sumergido en un profundo sueño, hasta que desperté por la ligera luz que se colaba por la ventana. Me doy cuenta que Clara ya no estaba entre mis brazos, abro mis ojos y estaba sentada en la cama, con la espalda encorvada y logré escuchar unos ligeros gemidos lastimeros.