Capítulo 32
Ainhoa L.
Miro mi imagen en el espejo, la imagen que veía no me gustaba. El maquillaje estaba corrido, la ropa mal puesta y mi cabello era un desprolijo.
No podía reconocerme, no era la misma mujer que soñaba con ser una modelo famosa.
Me quito la ropa y antes de entrar a la ducha, miro el reloj y eran las doce de la noche; aún tenía tiempo.
Cuando el agua hace contacto con mi piel, mi cuerpo comienza a tener vida propia y comienzo a sollozar, haciendo que mis lágrimas se vean confundidas con el agua.
Comienzo a tallar mi cuerpo con fuerza con la espuma que utilizaba para el baño, no soy consciente cuánto tiempo estuve en ello hasta que siento mi piel arder. Agacho mi cabeza rendida.
Cuando salgo, la televisión seguía encendida, a pesar de estar a altas horas, la maldita noticia de Lucas seguía reproduciéndose en cualquier canal que pusiera.
Me cambio, me pongo el primer vestido corto que consigo y las sandalias, me maquillo y aliso mi cabello.
Doy un último vistazo al teléfono y lo tiré en la cama, porque hoy me olvidaría de toda la porquería que estaba pasando en mi vida. Hoy desaparecería.
Salgo de mi habitación y bajo las escaleras. Apago las luces y cuando abro la puerta, el hombre que menos quería ver estaba al frente de mí con una sonrisa ladina.
—¿Qué quieres?
—Solo estaba visitando a una de mis muñequitas favoritas, pero al parecer ella tiene otros planes.
—Lárgate.
Cierro la puerta y camino decidida a salir del pasillo, cuando paso por su lado, me agarra con fuerza del brazo.
—Dije que estoy visitando a mi muñequita.
Levanto mi mirada furiosa, porque él era el causante de todo lo que me estaba pasando.
—Esta muñequita se irá a jugar con otros.
Trato de zafarme, pero con brusquedad me arrincona contra la pared y con una de sus manos agarra con fuerza mi rostro.
—Tienes que saber cuál es tu lugar — habla apretando los dientes. — Lo que has hecho, no está en los planes.
—Lo que le sucedió a mi relación… — hablo con dificultad. — Eso… tampoco estaba en los planes.
—Ingenua — sonríe — ¿Esperabas que siga contigo después de que le dieras puñaladas por la espalda?
—Cállate — siseo.
—¿Pensaste que la dejaría cuando el mundo se enterara de ella? — sonríe y acerca su rostro.
—El me ama — lo miro directamente a los ojos — Yo soy la mujer que él ama, no esa bastarda.
Me suelta con brusquedad poniendo distancia entre nosotros y me mira sonriendo; masajeo mis mejillas por la fuerza que había ejercido en su agarre.
—Eres más tonta de lo que creí — arregla su traje — No eres nadie al lado de esa mujer.
—¡Cállate! — lo empujo — Todo esto es tu culpa. Todo es tu maldita culpa.
—Yo no te obligué a hacerlo, te cegaste por tu ambición y no te juzgo. Los marginados se ciegan ante la primera oportunidad.
Saca un cigarrillo y lo enciende.
—¿No sabes que hay muchos que han empatizado con ella por estar preñada? — se ríe — Tu maldito movimiento solo ha empeorado la situación y querida Ainhoa espero con sinceridad que hagas que se pudra en la cárcel y solo si lo haces tendrás una buena recompensa.
Agarra mi rostro nuevamente y me acerca hacia él, dándome un beso brusco y trato de apartarme, pero no me lo permite, hasta que me muerde el labio con fuerza haciéndome gemir de dolor.
Se aleja sonriendo, expulsa el humo del cigarrillo y se voltea decidido a irse.
—El hijo que está esperando no es de Lucas — hablo lo más fuerte que podía — Él la dejará, porque nunca permitirá que otro bastardo sea parte de su familia.
Veo como aprieta los puños con fuerza y una estruendosa carcajada rebota entre las paredes del pasillo.
—Querida — chasquea la lengua volteando mirándome serio. — Bastardo o no, lo único que le importará es lo que tiene entre las piernas, si no ¿Por qué no la deja?
—Por que él no lo sabe, estoy segura de eso — sonrío sintiéndome esperanzada — Solo necesito encontrar el padre del engendro y todo se solucionará.
—¿Qué estás esperando? — ladea la cabeza. Y sonrío esperanzada — ¿En qué me beneficiaría eso?
Me mira con seriedad y mi sonrisa de esperanza se borra poco a poco ante su fría mirada.
—Uno más, un movimiento más y te saco del juego, porque no eres indispensable. — sonríe inocentemente. — ¿Entendiste?
No me deja responder y se va, desaparece del pasillo dejándome sola y temblando de la rabia que estaba sintiendo; me sentía con las manos atadas, sin oportunidad a ni un movimiento y odiaba esa sensación. No hice todo esto para quedarme de brazos cruzados.
Estaba segura que el bastardo que llevaba en el vientre no era de él, al menos que ella haya quedado embarazada en el primer desliz que tuvieron o que le haya engañado sobre la paternidad.
—No he movido todas mis fichas aún. — camino hasta el ascensor — No me he arriesgado por nada, te derribaré maldita huérfana, así que solo espera tu hora.
Toda la madrugada estuve de fiesta en fiesta, de ligue en ligue y al final me quedé sin nada, al menos es lo último que recuerdo. Abro mis ojos ante la claridad de la habitación y noto que estas sábanas no eran de mi habitación. Miro por debajo de ella y estaba desnuda.
Me reincorporo con rapidez y busco mi ropa con la mirada por toda la habitación, pero solo estaba mi tanga. Me levanto y la alcanzo, me la pongo con rapidez y busco mi vestido, pero la puerta del baño se abre y me horrorizo cuando el hombre que vi al principio de mi noche era el que se asomaba.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—No era lo mismo que decías en la madrugada — sonríe ladino.
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Clara K.
Habían pasado 3 semanas, de las cuales tuvimos que aprender a vivir con los señalamientos, con los murmullos. Cada día se volvían insoportables, la televisión había dejado de hablar de ello, como si nada hubiera pasado y nuestro escándalo se vio opacado por otro, pero las personas que nos rodeaban no lo habían olvidado. Era como si ellos hubieran sido lastimados, que a cada oportunidad que nos veían solo se ofendían.
Editado: 01.07.2024