Clara K.
[Unas horas antes]
—¿Qué quieres? — mi voz defensiva es lo único que recibe de respuesta.
—Hablar, ¿Acaso no puedo?
—Yo no tengo nada que hablar contigo.
—Un pajarito me dijo que llevas algo que también es mío.
Bufo ante su comentario y sequé el sudor de mi frente, me saco el abrigo ante el calor que estaba sintiendo y solo aprieto el teléfono que estaba en mi mano.
—¿Cómo has conseguido mi número? — le interrogo, miro por toda la habitación un poco paranoica. — ¿Cómo me encontraste?
—No eres difícil de encontrar, no ahora que estás en el ojo de la tormenta.
No podía descifrar nada en su voz, estaba neutra, ni siquiera una pizca de reproche y eso solo me hacía angustiar.
—Yo no tengo nada que hablar, así que deja de…
—Clara, No quería ser tan directo, pero no me dejas otra opción.
—Q-qué
Me siento en el filo de la cama y trato de tranquilizar mi respiración, tenía miedo, estaba aterrada el siquiera pensar que él tenga conocimiento de mi hija, que quisiera arrebatarmela.
Un movimiento en el interior de mi vientre me hace poner quieta y miro asombrada, sonrío y pongo mi mano libre sobre mi vientre.
—¿Lo que ocurrió el día del encuentro, tuvo algunas consecuencias?
—¿Consecuencias? — pregunto un poco alterada — ¿Qué tipo de consecuencias podría tener una infidelidad?
—Clara… cálmate por favor.
—¿Qué me calme? — bufo. — Me llamas para preguntarme si la infidelidad tuvo alguna consecuencia, ¿Acaso yo fui la infiel?
Estaba alterada y no confiaba en nadie, mucho menos en él, estaba aterrorizada lo que la prensa podría decir si se enterara, lo que podría sucederle a Lucas ante tal noticia.
—Deberías preocuparte por ti, por tu futuro matrimonio, no me busques porque lo que pasó entre nosotros no tiene ninguna consecuencia.
Mi voz tiembla, escucho como intenta hablar, pero corto la llamada. Sentía que me asfixiaba y como las cuatro paredes de la habitación intentaban aplastarme, suelto el teléfono y salgo con mucha prisa de la habitación, bajando las escaleras sin cuidado y chocando con los empleados de la casa.
Salgo de la mansión y el cielo gris me recibe, mi mente empeora, la nariz me arde y comienzo a caminar sin rumbo. No sé a dónde me dirijo, pero eso era lo que menos me importaba, solo quería estar sola, porque lo que más había temido se estaba asomando.
El dolor en los pies impide que siga mi camino y me detengo a observar donde estaba, no reconocía el lugar, pero seguía en la mansión, de eso no había duda; aunque me encontraba en un estilo terraza. Seco con el dorso de mi mano el sudor que estaba en mi frente.
Inhalo fuertemente por la boca al faltarme el aire por el cansancio y me apoyo en las barandas de la terraza.
«Es el padre del niño» la voz de Lucas cruza por mi mente. «Tiene derecho a saberlo»
Lucas tenía razón, pero el miedo porque mi bebé se viera expuesto, dejaba todo tipo de racionalidad de lado y mi instinto solo quería protegerlo de cualquier peligro, incluso del hombre que lo engendró. No era un hombre malo, pero desconfiaba de todos, el mundo de Lucas era vil y ya me lo habían demostrado.
El viento fuerte sopla y me hace tiritar, solo llevaba puesto una polera fina, camino despacio e inspecciono el lugar, había una sombrilla y sillas amontonadas, era como un almacén al aire libre. Mis pies se sentían hinchados, algo normal en estos meses.
A pesar de estar un poco perdida, la preocupación que sentía, no se iba de mi mente. Me percato que hay una pequeña habitación y la curiosidad es tanta que me acerco hacia la puerta y pongo mi oído, pero no se escucha nada. Decido abrir y en el interior solo había polvo, con sábanas blancas cubriendo algunos muebles.
Ingreso y camino con cuidado de no hacer ni un ruido. A medida que más me acercaba al centro, podía escuchar un tarareo de una melodía.
— Esta es mi parte favorita — reconocía esa voz, me acerco unos pasos más. — Tell you you're the greatest, But once you turn they hate us.
Era el hermano menor de Lucas, estaba acostado en un mueble, había sacado la sábana blanca que la cubría, ya que esta se encontraba en el suelo.
Tenía los ojos cerrados, estaba con audífonos, eso explicaba porque no se había dado cuenta de mi presencia. Su mano derecha daba pequeñas palmadas a sus piernas, seguramente al ritmo de la canción. Movía su cabeza, abre los ojos y me encuentra parada enfrente de él observando como si fuera una acosadora.
— ¡Cuñada! — se levanta de un solo salto. — Siéntate.
— No es necesario. — sonrío y pongo una mano sobre mi vientre, como ya era costumbre.
Su expresión de asombro es tal que abre y cierra su boca al darse cuenta de mi vientre abultado.
— E-estás embarazada — sonríe. — Ven siéntate.
Le hago caso y me acomodo en el mueble, él se pone al otro extremo del mueble. Y me extiende una bolsa de frituras.
— Si hubiese sabido que te tendría en mi escondite, hubiera traído algo más delicioso.
Su sonrisa nunca abandonaba su rostro y pude ver cuan diferente era de Lucas, hasta en el aspecto; Leonardo era de ojos color verdes oscuros, nariz ligeramente ancha y un lunar singular al costado, el cabello negro azabache, lacio; tenía el porte de Lucas, pero un poco más bajito.
—¿Qué te trae por aquí? — saca los audífonos del teléfono y los comienza a enrollar — Pensé que estarías con mi hermano.
— Él está ocupado, reunión con sus abogados y esas cosas.
Asiente un poco pensativo.
—¿Tu papá se encuentra mejor? — me mira y trata de mantener la sonrisa.
— Eso quisiera, pero todo depende de él. — suspira. — Su vida depende de un hilo y aunque mi madre quisiera hacerse fuerte, también sufre.
— Tu mamá… es una buena esposa.
Leonardo bufa para luego sonreír de lado.
Editado: 01.07.2024