Nothing is easy [editando]

Capítulo 39

 

Narrador omnisciente.

El fiscal de este juicio sabía que no estaría fácil, porque estaba bajo una lupa, de la opinión pública y de sus superiores, pero él quería hacer las cosas correctas.

Las pruebas eran convincentes, había investigado este caso tanto como podía y estaba deseoso de ganarlo, porque eso solo significaría ser promovido, reconocido, algo que siempre ha querido. No podía equivocarse, se lo había prohibido y por eso apoyaría a la víctima.   

Por otro lado, Lucas estaba ansioso en su habitación, había terminado de ducharse, pero no era capaz de hacer ni un movimiento, era claro que tenía todas las de perder, miró a la mujer que entró a la habitación, su sonrisa cálida no logró aminorar la angustia que sentía.

—¿Por qué no te has cambiado? — se acercó a él y peinó con sus dedos su cabello húmedo.

—No me siento bien, tengo la certeza que perderé este caso, me hallarán culpable — confesó.

—No te precipites, todo estará bien y saldremos de esto — lo miró a los ojos y pudo ver que estaban apagados. — Te acompañaré.

—No, no permitiré que te expongas de esa manera. — tocó el vientre de su amada y sintió como la pequeña se movió. — Debes de cuidarla, espérame aquí.

—Vale, pero recuerda que yo sí creo en ti, en lo que dices y en lo que eres.

Se acercó y besó sus labios, acunó su rostro y él alzó aún más su cabeza para poder besarla. Puso ambas manos en sus caderas, los besos de ella bajaron por el lóbulo de su oreja y él solo intentó controlar su respiración.

Ella se alejó un poco, él beso su vientre; se levantó, la abrazó y ella reposó su cabeza en el pecho del hombre que amaba.

—Todo estará bien. — susurró ella dándole unas pequeñas palmadas en su espalda. — Termina de cambiarte y baja, te he hecho el desayuno.

Clara sale de la habitación y lo deja solo para que se pueda cambiar. Se pone el traje azul, con una camisa blanca y zapatos negros muy bien lustrados.

Miró el cielo por la ventana de su habitación y era evidente que el frío se sentiría más fuerte hoy, así que optó por un abrigo, pero no sin antes elegir su reloj de oro blanco.

A medida que se acercaba al comedor, podía escuchar la sonrisa de Clara y la voz inconfundible de Francisco. Clara sale de la cocina con una jarra de jugo de naranja y su sonrisa se congela al ver al hombre que era dueño de su corazón.

—¿Me veo bien? — preguntó él y ella solo asintió.

—Estás bellísimo. — se acercó y dejó la jarra en la mesa — No parece que vas a ir a un juicio.

Aquello le pareció gracioso y sonrió. Acomodó la corbata mal puesta y al terminar se puso en puntillas para darle un casto beso.

—Mucha azúcar por la mañana. — era Leonardo.

Lucas gruñe por lo bajo y Clara le da una palmadita en el hombro para que se tranquilice.

El menor de los Bustamante se sienta, agarra un pan y luego se sirve el jugo.

—Delicioso, este jugo no lo hace Francisco. — mira a Clara y sonríe. — Cuñada, deberías enseñarme a hacer este jugo.

—Leonardo — le advierte Lucas.

—Vale, buenos días a todos.

Unas señoras del servicio salen de la cocina y ponen en la mesa algunos platillos para que los presentes puedan disgustar.

Lucas se sienta al frente de Leonardo y Clara a su lado. La seriedad del rostro de Lucas no se iba.

—Francisco me comentó que te gustaba el tocino con queso derretido. — le habló a Leonardo. — Pero hice lo que más le gusta a mi Lucas.

Sonrió inocentemente, Leonardo asintió y Lucas solo se dispuso a comer en silencio.

—¿A qué hora es el juicio, hermano?

Un silencio incomodo gobernó el comedor.

—Será a las diez, aún hay tiempo. — habló Clara intentando apaciguar el clima.

—¿Por qué hay tanta comida en la mañana?

La voz dura de la madre de ambos hombres hizo crispar a Clara. Leticia era una mujer que se caracterizaba por ser elegante, pulcra e inmoral. Era una imagen que había construido y se negaba a destruir.

La idea de que Clara perteneciera a su familia, una mujer huérfana que en su vientre portaba el hijo de otro hombre, le era insultante. No podía permitirse que en su familia hubiera más errores, no cuando su esposo estaba moribundo en la cama de un hospital y la paz de su familia se veía amenazada.

Al no recibir respuesta por ni uno de los presentes, decidió llamar al encargado de la cocina.

—¡Francisco! — alzó la voz y se sentó en uno de los extremos de la mesa.

—Mi señora, me llamó.

—Si — levantó el mentón y señaló los platillos que estaban en la mesa. — ¿Qué hace esta comida impresentable en mi mesa?

Leonardo solo miraba a su hermano que estaba en silencio mientras comía. Lucas se contenía de no armar un escándalo en la mañana y mucho menos con su madre, así que seguía degustando de la comida que Clara había preparado. 

—Señora, le pido perdón por haber…

—Yo lo hice — se levantó Clara de su asiento y Lucas dejó de comer. — Este día es importante para Lucas y solo quería que se sintiera bien antes…

—¿Te pregunté? — la mirada amenazante de Leticia hizo callar a Clara. — Le pregunté a mi cocinero personal y de la familia, el encargado de realizar los alimentos adecuados.

—Yo solo-

—Lo que tú hayas querido hacer, no me importa. A Francisco se le paga para cocinar y si tanto deseas un trabajo, solo me lo hubieses pedido y te convertía en una mucama.

—¡Suficiente! — la voz de Lucas hizo que su madre lo mirara asombrada. — Ya me cansé de tus malos tratos, de que no la respetes y que ignores lo que te he pedido.

—Lucas — habló amenazante Leticia al ver que su hijo mayor la estaba desautorizando al frente de los empleados.

—Amo cada detalle que ella me da, el solo hecho que se haya levantado temprano a cocinarme, no solo para mí sino para todos ustedes y que no lo valoren, hace que la quiera alejar de mi familia y nunca volver a acercarme.



#2892 en Novela romántica
#290 en Thriller
#138 en Misterio

En el texto hay: mentiras, embarazo, decepción

Editado: 01.05.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.