Nothing is easy [editando]

Capítulo 43

 

Clara K.

Nadie te prepara para portar en tu vientre a un ser vivo, nadie es tan específico de los cambios que habrá, ni de lo revolucionario que podría ser para tu vida y tu cuerpo. En los últimos días las inseguridades, los cambios de humor y la inspección de mi cuerpo a diario me estaban volviendo loca.

Cada día encontraba más estrías en mi cuerpo, el dolor en la espalda era más intenso, mis pies estaban irreconocibles. Había momentos en que lloraba desconsoladamente porque tenía miedo, me aterraba ser responsable de una hermosa vida, que merecía más de lo que yo le podía dar, algunas noches lloraba escondida en el baño sin que Lucas pudiera verme, pero es que sentía que era una carga más para él, era lo que tanto odiaba, otras veces no podía soportar siquiera tenerlo a mi lado, pero cuando no lo tenía anhelaba estar cerca de él.

Después de la reunión que tuve con Marcos, esperé a Lucas con ansias, y cuando llegó muy tarde en la noche, estaba ausente, le contaba los detalles de lo que pasó, pero era como si no me escuchara y un rato después se quedó dormido, acaricié su rostro observando con detenimiento todos sus rasgos, delineando con delicadeza el borde de su rostro. 

Estaba sumergido en la inconsciencia, su respiración era pausada, sus facciones se habían relajado y parecía estar tan tranquilo como si no tuviera ni una preocupación de qué ocuparse. Al día siguiente se despertó temprano y se fue.

Su actitud solo me apretujaba el corazón con tanta intensidad que me entristecía, era cierto que estaba ocupado, y sabía que había una razón importante detrás de todo esto y trataba de entenderlo con todo mi corazón, pero eso no evitaba que mi incomodidad y mi desazón se desaparecieran. ¿Así sería cuando nazca la bebé? No, no, esas eran ideas tontas, tenía que dejar de pensar en eso.

Espabilo todos mis pensamientos y le mandé un mensaje a Marcos cuando la enfermera me envió la confirmación para mi cita de control. Me confirma con un “Ahí estaré” y pulgares arriba. Guardé el teléfono y me puse a ver tutoriales de repostería, porque necesitaba distracción.

Las intensas ganas de vomitar me hacían casi estar al lado del inodoro todo el día, los dolores de cabeza, los mareos y algunas contracciones en mi vientre me hacían enojarme cada vez más, pero eran normales, así había dicho el doctor la última vez que lo vi.

El teléfono vibró, era Lucas, respondo.

-Hola nena – se escuchaba cansado. - ¿Cómo estás?

-Todo está bien, no hay nada de qué preocuparse. ¿Cómo está todo?

Silencio, todo es silencio, se demora en responder.

-Solo queda esperar – responde bajito.

-Hay que tener fe – intento animarlo.

-La fe no me salvará de la cárcel – responde con seriedad.

-O quizás sí, no tienes que enojarte conmigo, yo no soy la que te tiene en ese problema.

-Lo siento – escucho como suspira – No debes tener emociones fuertes, hablamos luego.

Corta la llamada y me quedo viendo el teléfono con indignación, definitivamente ese no era el Lucas que conocía, ni siquiera estaba cerca de serlo. Y sin conocerla, sin que haya cruzado palabra alguna con ella, comencé a odiarla, odiaba a Ainhoa por ser malvada, todavía sin entender cuál era su verdadera razón para estuviera haciendo todo eso, porqué tanto odio.

Me levanto del mueble y un fuerte mareo me invade, no logro contener el equilibrio y caigo de rodillas sobre el piso, con una mano sobre mi vientre. Abro y cierro mis ojos, me siento en el piso y estiro mis piernas, las rodillas me dolían, todo el peso se había ido contra ellas. Me las sobo intentado calmar el dolor, pero con las justas mis manos alcanzaban.

-Estoy hecha un tamal – reniego para mi misma al sentirme tan hinchada.

Me levanto una vez más, pero con cuidado y logro caminar con normalidad, agarro una fruta y la lavo, para luego comerla, me entretengo en el televisor, pero a diferencia de las otras veces, me aventuro por los canales de la farándula.

La tv transmitía un grupo de mujeres sentadas en muebles de colores, cada una acomodada en su lugar, una música de ambiente suave. El titular decía “Lucas en la incertidumbre de su futuro” me hacía enojar, me sentía tan impotente el que tengan la osadía de poder hablar de una persona cuando no está en la capacidad de poder defenderse; era muy conocido que los famosos se codeen en cada actividad social, era común verlos juntos, pero era un mundo hipócrita, y lo peor era que se conocían. Apago el televisor para no seguir escuchando tonterías.

Agarro mi teléfono, y me voy directo hacia la habitación, una vez ahí, me acuesto en la cama y busco música para bebés, lo pongo cerca de mi vientre y paso mi paso acariciando mi vientre abultado.

-Haré mi mejor esfuerzo para darte lo mejor. Eres mi ancla. 

Siento como hace un movimiento dentro de mi y me saca un sonrisa, mi hija me estaba escuchando, ella podía escucharme. Ante todo esto, no había pensado en el nombre que le daría, ni siquiera tenía una opción. Soy una pésima madre, tenía que buscar uno.

-Te buscaré un nombre bonito, uno original, no como el mío, que es tan común. El tuyo tendrá que ser único.

Se vuelve a mover y vuelvo a sonreír.

-Mañana iremos al doctor, te volveré a ver, ya has crecido bastante, eres muy fuerte, pero trata de no darme tantos mareos.

Paso mi dedo índice por la línea café que aparecía en medio de mi estómago pasando por mi ombligo hasta bajar por mi vientre. Sería una buena madre, sería mucho mejor de lo que mi padre había sido conmigo; pensar en él me hacía sentir un vacío en mi corazón, pensando una y otra vez como hubiese sido si él siguiera aquí. Probablemente nunca hubiese conocido a Lucas, estaría trabajando hasta el último momento para sustentar mis gastos y del bebé. La idea de no trabajar aún me seguía desagradando, porque eso solo me limitaba a las necesidades que tenía, aunque era cierto que Lucas sustentaba mis gastos, pero no por ello me hacía sentir tranquila e independiente.



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En el texto hay: mentiras, embarazo, decepción

Editado: 01.05.2024

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