Nothing is easy [editando]

Capítulo 48

 

[Parte I]

Clara K.

Acomodó el gorro de lana mirándome al espejo, arreglo la bufanda afelpada y salgo del apartamento con dirección al supermercado. Saludo al guardaespaldas que estaba en la puerta y él inclina la cabeza. Aún no me acostumbraba con su presencia.

La Desde harina y las batidoras eran mi lugar favorito para desestresarme y desde que había llegado a Lima no había preparado postres, no porque no quisiera, si no que no había tenido cabeza para ello. El haber llamado a Leonardo, solo había sido una excusa para no sentirme sola.

El frío choca contra mis mejillas y cierro mis ojos. Emprendo mi camino hacia el supermercado que no estaba lejos, solo a tres cuadras del edificio; al llegar agarro un cochecito y comienzo a buscar los ingredientes que necesitaría.  

Reviso mi teléfono por última vez, con la esperanza de encontrar un mensaje de Lucas, pero nada. Tenía que admitir que estaba disgustada, y las palabras que dijo la noche anterior, no aminoraba ni un poco el sentimiento. Sentía que Lucas estaba huyendo del problema, por muy pequeño que sea, estaba huyendo. No me dio la oportunidad de responderle y solo se fue.

Como si se tratara de un disco rayado, mi mente recordaba en cada momento sus palabras, su tono de voz solo me hacía erizar la piel y la decepción invadía mi pecho. En la privacidad de mi mente, se estaba levantando una batalla de excusas, como: los nervios, es el juicio, su padre. Me sentía tonta al hacer eso, pero al menos me calmaba.

El tono de llamada me trae de regreso a la realidad, mi corazón se acelera al pensar que podría ser él, pero en la pantalla aparece el nombre de su hermano.

-Clara, acabo de llegar a la dirección que me enviaste.

-Este… yo – avanzo con una mano en el cochecito y para no hacerlo esperar, le digo -: Estoy en el supermercado, está a tres cuadras del edificio. Puedes venir o me esperas a que termine las compras.

-Te acompaño, estoy cerca.

Corta la llamada y agarró un paquete de harina, miro el precio y lo vuelvo a dejar en su lugar, no era la de mejor calidad y era absurdo su precio. Encuentro la marca que estaba buscando y lo pongo en el cochecito, y así voy buscando los demás ingredientes a paso lento, lo que me permitía la pancita que seguía creciendo.

-¿Dónde estás? – pregunta Leonardo cuando respondo su llamada otra vez.

-Estoy en el pasillo cuatro, desayunos.

-Ya te vi.

Volteo y lo encuentro a unos pasos de mí, levanta su mano y sonríe, camina hacia mí con rapidez.

-Pensé que estabas bromeando – comentó cuando llegó, me dio un beso en la mejilla. – ¿Me enseñarás a hacer tortas?

-Es un riesgo de que me quites el negocio. – bromeé.

-Yo lo llevo – agarró el cochecito y no me opuse.

-¿Has estado cerca? – le pregunto mientras volteo a mirar el paquete de cacao.

-Si, en una reunión, pero estaba aburrida.

-Lo siento – volteo hacia él – No quería interrumpirte, ay, qué vergüenza.

-No te preocupes – sonríe – De todas formas, iba a irme. No era nada relacionado al trabajo.

Asiento y sigo caminando en busca de los demás ingredientes, no iba comprarlos todos, ya que algunos de ellos teníamos en el departamento y no quería hacer un doble gasto.

Estar con Leonardo no era incómodo, era agradable, muy respetuoso y atento; ¿Por qué le disgustaba a Lucas? Compartían la misma sangre, al menos por el lado materno, crecieron juntos y han compartido todo desde muy pequeños, deberían de amarse o al menos respetarse.

No era un delito tener un hermanastro, mucho menos era culpa de Leonardo el haber nacido, todo era a consecuencia de lo que su madre había hecho, en todo caso, debería de estar enojado con ella, pero igual no estaba de acuerdo con aquel pensamiento que acaba de cruzar por mi cabeza.

-¿Te gustan las fresas o los duraznos? – le pregunto.

-Los duraznos están bien. – responde  mirando el teléfono.

-¿Eres alérgico a los frutos secos?

-Que yo sepa no. – levanta la vista – Siento que esto es un interrogatorio.

-Solo me estoy asegurando de elegir bien los ingredientes, no quiero ir al hospital en mi primera clase.

Elegí maní simple y almendras que había en un recipiente de vidrio, y una lata de duraznos. Chantilly y chocolate en barra, fue lo último que puse el cochecito.

-Nunca había venido de compras desde que llegué a Lima – mencionó sin pensarlo.

-Si te sirve de consuelo, yo nunca he hecho las compras, esta es mi primera vez. – la normalidad con lo decía me hace voltear con rapidez.

Yo estaba delante del carrito tomando el rol de la cabeza en las compras y Leonardo estaba detrás del cochecito.

-¿Qué? – fue lo primero que dije. – Nunca has hecho compras – afirmé, pero se escuchó como una interrogación. – Debe ser una maldita broma, bueno, tampoco me sorprende.

-Si no te sorprendería no hubieses vuelto como los exorcistas hace unos segundos.

-Eres un riquillo – mencioné lo obvio – Y lo de antes solo fue… Fue una sorpresa de recordatorio. – mentí.

-Eso ni siquiera existe – su voz era divertida y no necesitaba voltear para saber que estaba sonriendo.

-Deja de burlarte o llorar.

Su carcajada fue tan fuerte que tuve que avanzar unos pasos para que no me involucraran con aquel hombre escandaloso. Volteo y lo miro mal, mientras retomo mi camino. Leonardo era distinto en estos momentos, no había ni una pizca del hombre que había hablado de su procedencia, no había un ápice de tristeza en su mirada, como aquella vez cuando habló de su madre o de la impotencia que noté cuando mencionó que estaba atado a esa familia por el apellido que le habían dado.

No lo conocía del todo, solo había compartido con él poco tiempo, casi nada, casi…

Lo único que sabía era que él y Lucas tenían heridas profundas en el alma, casi nadie podía notarlo, pero los estaba consumiendo lentamente, se esforzaban por ocultarlas y vivir como si no las tuviesen, todo por un simple desliz de la madre que compartían, lo único que los unía.



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En el texto hay: mentiras, embarazo, decepción

Editado: 01.07.2024

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