Nothing is easy [editando]

CAPITULO 2

Lucas B.

Me paro frente a las celdas y espero que el guardia abra, me indica que forme una fila, la cual avanza y vamos pasando por los pasillos que estaban separados por más barras de metal, cada una tenía candados, seguros, las cuales sacaban para poder pasar, hasta llegar a la sala de visitas, donde había mesas con banca.

Los inpes estaban en cada esquina, estaban atentos ante cualquier movimiento, mantenían su mano en el arma que estaba al lado de sus caderas, el chaleco los hacía ver más grandes e impotentes, pero todos sabíamos que en un abrir y cerrar de ojos se podrían acabar con ellos, pero eso no tenía porque saberlo nadie.

—¿Cómo estás? — me pregunta Robert, cuando me siento.

—Lo mismo de siempre, no hay nada bueno en este lugar.

—Has perdido peso. — menciona, mientras me extiende una pila de papeles.

—¿Qué es esto? — le pregunto frunciendo el ceño.

—La orden de salida, he hablado con el jefe de la penitenciaria. Se mostró amable ante el incentivo generoso.

Asiento y miro el titulo de documento. Ojeo algunas partes de este, saldría, pero no por mi inocencia, si no porque el comportamiento que he mostrado dentro de la cárcel a sido bueno, no tendría que pasar por el psicólogo, de eso se encargaría el jefe.

—¿Qué es lo que tengo que hacer? — pregunto sin despegar mi vista del documento.

—Esperar. No es fácil hacer negociaciones aquí, porque es de máxima seguridad, sería más fácil si estuvieras en mínima, no hubiésemos pagado tanto, pero ante la situación…

—¿Qué situación?

—Esta situación. — mueve sus manos señalando el lugar. — El abogado se encargará del resto, podrás salir en menos de una semana, si todo sale bien.

—¿Si todo sale bien? — le hablo con seriedad. — No me estás asegurando nada, solo son suposiciones y de suposiciones yo no voy a vivir.

—Cálmate — Respira hondo y se acomoda la chaqueta —. Todo saldrá bien.

Robert era un gran amigo, el único que tenía, ya no trabajaba conmigo, porque la agencia decidió darme la espalda, porque había violado algunas clausulas del contrato y les tuve que pagar una fuerte suma de dinero, no los criticaba, porque al final de cuenta, negocios son negocios.

—Quiero pedirte un último favor —. sus ojos me miraban atentamente. — No quiero que la prensa se entere de esto y mucho menos Clara, reúnete con ella y dile que yo financiaré el tratamiento de Elaine.

—Ella no va querer, es una mujer orgullosa.

—No cuando se trata de su hija.

Él asiente y el tema queda zanjado. Las visitas terminan y regresamos a nuestras celdas, a la misma mierda de todos los días.

—… ese gordo tiene una maldita suerte. — escucho decir a Pacho.

Los hombres que conformábamos esta celda éramos treinta, era un exceso para un lugar tan pequeño como este, pero al gobierno no le interesaba, mucho menos a la sociedad. La única solución que daban ante los problemas de violación social era cárcel, nadie le interesaba en realidad que se reformen los hombres que estaban aquí adentro.

Si el gobierno se interesara por la mejoría ciudadana y menos sobre sus intereses, si el presidente no se dejara utilizar como un títere y los congresistas dejaran de llenarse los bolsillos, el chiste sería diferente. Los mayores delincuentes y de alta peligrosidad estaban tras un traje y corbata.

—Tú, escritor. — me señala el drogadicto. — ¿Hablaste con tu abogado? — niego.

—¿Quién tiene una maldita suerte? — pregunto.

—El gordo de la celda cuatrocientos nueve, su abogado a hablado con el secretario del fiscal, este habló con el juez y han llegado a un acuerdo. — habla sonriendo Pluma. Un homicida confeso.

Me siento en el piso sin dejar de escucharlo.

—Le darán un año de cárcel. Solo tiene que estar aquí unos meses y luego le hablan al de arriba y este lo dejará libre.

—Eso solo se puede en la de mínima — dice confundido el drogadicto.

—Con la plata baila el mono chibolo. — Responde el viejo Fran. — Lo pasarán a mínima, los abogados saben como barajear las cartas, pero siempre que tengas plata.

Asiento, tenían razón. Nadie se confundía; se podía saber más de lo que se podría imaginar, por algo decían que la cárcel era la universidad de la delincuencia.

Al principio luché con todas mis fuerzas y sin corromper la justicia, porque le tenía fe, pero luego de un tiempo aquí dentro, mis ganas de ser correcto se esfumaron y lo único que queda en mí son las ganas de salir de este hoyo. Si tenía que pagar millones para demostrar mi inocencia lo haría.

Los días se vuelven lentos y dolorosos, cada día era peor que el anterior, oraba todos los días a Dios para que me permitiera salir, quería salir e ir con Clara, pedirle perdón hasta que me aceptara otra vez en su vida, la quería tanto.

—¿Seguro que no quieres?

Volteo mi rostro hacia el drogadicto, que me ofrecía uno de sus puchos.

—Esta mierda es cara acá adentro, agradece que quiero compartirlo contigo.



#3114 en Novela romántica
#284 en Thriller
#128 en Misterio

En el texto hay: mentiras, embarazo, decepción

Editado: 03.12.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.