Nuestra historia

El comienzo

Primer capítulo (Katya)

Un día normal, tumbada en su cama, con el aburrimiento como única compañía, Katya decidió abrir su cuenta de Facebook. Tenía 18 años, su vida estaba llena de responsabilidades que la mantenían ocupada la mayor parte del tiempo. Durante el día cuidaba a su hermano menor mientras su madre trabajaba, y por la noche asistía a clases para terminar sus estudios. Salir con amigos o distraerse era un lujo casi inexistente, así que esas pequeñas pausas frente a la pantalla se habían convertido en su escape.

En el colegio, Katya tenía tres amigas: Lidia, Sasha e Irina. Con Lidia y Sasha apenas hablaba de vez en cuando, compartían risas y tareas, pero no había mucha confianza más allá de lo habitual. Con Irina, en cambio, tenía una relación más cercana; se contaban secretos, se apoyaban en los momentos difíciles y pasaban juntas los recreos siempre que podían. Sin embargo, incluso con Irina, las responsabilidades de Katya y la vida ajetreada que llevaba hacían que el tiempo para socializar fuera limitado.

Entre notificaciones, fotos de siempre y publicaciones repetidas, apareció un perfil nuevo. Julián.

La primera impresión la dejó sin palabras. Sus ojos… tenían esa profundidad que parecía atravesar la pantalla. Mirarlos era como leer un libro que aún no conoces, lleno de secretos que te llaman a descubrirlos. Y ese tatuaje en su cuello… algo en él despertó en Katya una curiosidad que no podía explicar, un impulso casi irracional por conocer a alguien solo por una foto.

No pensó demasiado. Vio que ambos tenían un amigo en común, casi sin dudar, le envió la solicitud de amistad. “Tal vez ni la acepte”, se dijo, acomodándose entre las sábanas mientras su hermano jugaba a lo lejos, sin imaginar que aquel clic cambiaría algo en su rutina tan predecible.

Al rato, apareció su respuesta en la pantalla: había aceptado.

Katya no tardó en notar que Julián tenía una nota pública que decía:
"El amor a distancia no existe."

Algo en esas palabras la hizo sonreír. Sin pensarlo, quiso responder, compartir su punto de vista y un pedacito de lo que ella creía:
"Yo creo que sí existe. Solo que a veces es más complicado, y requiere valentía y confianza… pero cuando hay conexión, el lugar o la distancia no importan tanto."

Enviar ese mensaje fue como lanzar un pedazo de sí misma al aire, sin saber si Julián lo recibiría de la manera correcta. Pero había algo en su mirada en la foto que le decía que valía la pena intentarlo. Entre la rutina de cuidar a su hermano, los estudios nocturnos y la sensación de estar atrapada en días repetidos, aquel mensaje era un pequeño acto de rebeldía y esperanza.

Mientras esperaba, Katya pensaba en su vida, en lo diferente que era ahora comparada con el colegio. Entre clases, responsabilidades y pocas distracciones, Julián parecía ofrecer una ventana a algo desconocido, emocionante y distinto. Incluso Irina, su amiga más cercana, no había logrado despertar esa curiosidad en ella de la manera en que lo había hecho la imagen de Julián en la pantalla.

Para Katya, que casi nunca tenía tiempo para sí misma, Julián se convirtió en un misterio, y en un instante, un simple clic en Facebook transformó su mundo.




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