Segundo capítulo (Julián)
Salí de la universidad con la mochila colgando de un hombro y el cabello desordenado por el viento. No me importaba la gente que pasaba a mi alrededor; mis audífonos eran mi muro invisible, mi música el refugio perfecto para no tener que interactuar con nadie. Caminé hasta el parque cercano y me dejé caer en uno de los bancos, dejando que el sol tocara mi rostro mientras sacaba el móvil del bolsillo.
Encendí el celular mientras me recostaba, relajando los hombros. Las luces del atardecer se colaban entre los árboles, mezclándose con los últimos rayos que iluminaban la ciudad. Estudiaba enfermería, sí, pero no era precisamente el chico aplicado que imaginan. Mis días giraban entre clases, bares y videojuegos. Socializar era un esfuerzo inútil… excepto cuando valía la pena.
Las chicas se me acercaban sin invitación, atraídas por algo que ni yo mismo podía explicar: un rostro que muchas describían como “irresistible”, una sonrisa que sabía usar con precisión y una actitud que combinaba indiferencia con pura provocación. Relaciones pasajeras, noches intensas, promesas que nunca pretendía cumplir… era un arte que había perfeccionado. Nunca dejaba que nadie se acercara demasiado. Demasiado cercano significaba demasiado riesgo.
Esa tarde, mientras revisaba el móvil entre un sorbo de café que había comprado en un puesto cercano, apareció la notificación que rompió la rutina: una solicitud de amistad. Sin foto. Sin nombre. Sin información alguna. Un perfil vacío, anónimo.
Normalmente lo habría ignorado. Ignoro todo lo que no puedo controlar. Pero había algo en ese silencio digital que despertó mi curiosidad. Tal vez era aburrimiento, tal vez instinto, o quizás algo más.
Me quedé mirándolo, cruzado de brazos, evaluando. No mostraba interés fácilmente, pero algo en ese perfil parecía desafiarlo. Como si estuviera retándome a romper mis propias reglas.
Sonreí con esa mueca que solía hacer cuando sabía que iba a jugar con alguien… aunque no supiera si era una jugadora real o solo una sombra detrás de la pantalla. Lo desconocido siempre tenía su atractivo. Siempre me atraía lo que no podía tener.
Y, por primera vez en mucho tiempo, sentí que este perfil anónimo podía convertirse en algo… interesante.