Nuestra historia

Mensajes entre Sombras

Cuarto capitulo (Julián)

La noche había caído por completo. Desde mi habitación, con las luces apagadas y solo la pantalla del móvil iluminando mi rostro, me descubrí esperando un mensaje suyo. Extraño en mí. Nunca esperaba nada de nadie.

Abrí el chat. Ahí estaba: Katya. El perfil sin foto, sin nada, y aun así lograba hacerme quedarme más tiempo conectado de lo habitual.

Escribí primero, rompiendo el silencio:

—Estaba pensando en lo que dijiste antes… eso de que “algunos juegos valen la pena”.

Su respuesta no tardó, como si ya estuviera ahí, del otro lado, esperando también:

“¿Y ? ¿Sigues creyendo que la distancia mata todo intento?

Me mordí el labio, sonriendo apenas.

Sigo pensando que la distancia no perdona… pero tú tienes una forma muy jodida de hacerme dudar.

Quizá es porque no has jugado con la persona correcta.”

Sentí un cosquilleo incómodo, como si esas letras me hubieran atravesado más de la cuenta. Katya tenía esa maldita habilidad de escribir frases que se clavaban en mí.

Me sorprende lo segura que eres. Normalmente, las personas que no muestran nada… tienen miedo de todo.

“¿Y si lo mío no es miedo, sino estrategia?”

—¿Estrategia para qué?

Para mantenerte ahí, leyendo cada palabra. Y parece que funciona.”

No pude evitar soltar una risa baja, incrédula. Tenía razón. Yo, Julián, que nunca daba importancia a nadie detrás de una pantalla, estaba enganchado.

Tienes un punto, Katya. Pero cuidado… los juegos conmigo no terminan como la gente espera.

Quizá por eso me interesan.”

Me quedé un momento mirando esas palabras. Había algo en su descaro que me recordaba a mí mismo.

—¿Sabes qué es lo curioso? —escribí después de unos segundos de silencio—. Podría hablar con cualquier otra, ver su foto, saber su nombre real, tenerla a un mensaje de distancia… y aún así estoy aquí, escribiéndole a un fantasma con un aura peligrosa.

Tal vez porque lo real aburre. Lo desconocido siempre es más atractivo.

O más letal

Depende de si estás dispuesto a arriesgarte.”

La conversación estaba cargada de tensión, un juego de doble filo en cada palabra. Ella no me conocía en persona, pero parecía leerme entre líneas mejor que cualquiera de las que había tenido al lado en una cama.

Y dime, Katya… —tecleé, inclinándome sobre la pantalla—. ¿Qué buscas realmente con este juego?

Hubo una pausa. Casi pude sentirla. Y entonces llegó el mensaje, directo y certero:

Lo mismo que tú, Julián. Algo que duela y que no se olvide.”

Me quedé helado por un instante. No sabía si estaba hablando de amor, de peligro, o de ambos. Pero una cosa era segura: ese perfil anónimo estaba empezando a ser mucho más real que cualquiera de mis relaciones pasajeras.

Y lo peor… es que me estaba gustando demasiado.




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