Octavo capitulo (Katya)
El día pasó más rápido de lo que Katya esperaba. Entre clases, tareas y mensajes que iban y venían con Julián, las horas se deshicieron como arena entre los dedos. Cuando cayó la noche, el cielo sobre el colegio era un tono azul profundo, casi violeta, y las luces de los pasillos daban esa sensación de calma que solo aparecía cuando el bullicio diurno desaparecía.
Era hora del recreo nocturno.
El aire estaba fresco, cargado del olor a tierra húmeda y café del pequeño kiosko. Katya se acomodó en una banca, estirando las piernas mientras revisaba su celular. Una notificación de Julián apareció en la parte superior de la pantalla, pero antes de abrirla, una voz familiar la sacó de sus pensamientos.
—¡Katyaaaa! —gritó Irina, arrastrando la voz con dramatismo—. Te juro que la profe de mate me tiene loca, ¡no la aguanto más!
Katya levantó la vista con una sonrisa divertida. Irina se dejó caer a su lado, dejando su mochila en el suelo con un golpe seco. Su cara lo decía todo: frustración pura.
—Exageraas —respondió Katya entre risas—. La profe Natalia es un amorrrr.
Irina la miró con los ojos entrecerrados.
—¿Amorrrr? ¡Esa mujer disfruta vernos sufrir! Te lo juro, hoy nos dejó otra guía para el viernes, como si no tuviéramos vida.
Katya soltó una carcajada.
—Tal vez tú no tienes vida, pero yo sí —dijo, guiñándole un ojo mientras desbloqueaba el teléfono.
—Ajá, sí, tu “vida” se llama Julián, ¿verdad? —bromeó Irina, cruzándose de brazos con una sonrisa maliciosa.
Katya le dio un empujón suave, fingiendo molestia.
—Cállate, tonta. No es eso… solo hablamos.
—“Solo hablamos” —repitió Irina en tono burlón—. Esa frase siempre esconde algo.
Katya sonrió, bajando la mirada hacia el celular, donde aún brillaba el nombre de Julián en la notificación. Había algo en esa conexión que la mantenía en un hilo constante de emoción y nervios. No lo decía en voz alta, pero esperaba cada mensaje suyo como si fueran pequeñas descargas de adrenalina.
—Bueno, bueno —dijo Irina, rompiendo el silencio—. ¿Vamos por un café antes de que empiece la siguiente clase?
Katya asintió, guardando el celular sin abrir el mensaje todavía.
—Sí, vamos. Pero tú pagas, que la última vez te hiciste la loca.
Irina puso los ojos en blanco y se levantó, riendo.
—Está bien, pero esta vez elijo el postre.
Ambas caminaron por el pasillo iluminado, con las sombras de los árboles proyectándose en las paredes. Katya, mientras reía con su amiga, no pudo evitar pensar en el mensaje que no había leído aún. Lo sentía allí, esperándola, como si una parte del día no estuviera completa hasta abrirlo.
Y mientras el sonido de las risas de Irina se perdía entre los ecos del colegio, Katya supo que esa noche aún no terminaba.