Mi hija le cuenta a su padre que fué lo que hizo con su abuela ayer, yo preparo la merienda de mi hija.
—Papá, ¿cuándo vuelve el abuelo? —le pregunta Aurora a Alonso.
Yo sigo a espalda de ellos, no puedo ver la expresión en el rostro de Alonso, escucho como se aclara la garganta un poco.
—No sé, costalito, pero tu abuela si debe saber cuando vuelve.
—¿Cuándo vuelve quien?
Me estremezco un poco al escuchar la voz de mi madre, aunque vivamos juntos, sé que ella nunca será capaz de perdonarnos, cierro la lonchera de Aurora y me volteo a ponerla en la encimera donde están mi hija, Alonso y ahora nuestra madre.
—Alonso, te hice una pregunta.
Mi inocente hija le regala una feliz sonrisa a su abuela.
—¡Abuelita! —grita desde donde ella se encuentra.
Cualquier rastro de seriedad en el rostro de mi madre desaparece al ver a la niña y se cerca a ella para levantarla de la silla y darle muchos besos al rededor de su rostro, mientras mi hija se ríe.
—¿Desayunaste, Aurora?
—No abu, le dije a mi mami que lo voy a hacer con mis compañeros de clases.
Ella voltea a verme un poco desafiante, no retiro mi mirada de la de ella, no lo vale.
—No es raro en tí, ¿no, Adara?
Suelto un suspiro y desvio la mirada hacia donde se en cuentra Alonso.
—No comencemos con esto tan temprano, madre.
—Solo decía, Adara.
—Tú siempre dices.
Le dedico una mirada a Alonso dándole a entender que le ponga cuidado a la bebé, camino fuera de la cocina, pero la voz de mi madre me dé tiene.
—¿Vas a dejar a tu hija sola, Ada?
Ruedo los ojos internamente y le respondo sin voltearme a verla.
—Ahí está el padre de ella, iré a arreglarle el bolso para la escuela. —y con eso salgo de la cocina.
Siempre es lo mismo con ella, no hay día que pase sin que ella me recuerde algo desagradable o diga algo de mi maternidad, me gustaría que ella fuera como antes, que me dedique miradas de amor y no de odio o fastidio cuando estoy a su alrededor, sé que cometimos un error que destruyo a la familia, pero, hay veces que no se puede hacer nada cuando dos personas se quieren y ella lo debería saber.
A veces pienso en que hubiera sido de mi vida, si nunca hubiera tenido a mi pequeño ángel, mi niña llegó a mi vida muy temprano cuando Alonso sentía la culpa y yo estaba quebrada por lo sucedido, ella llegó como una luz de esperanza a nuestras vidas, a pesar de que muchas veces la rechazé cuando la llevaba en mi vientre, ahora es lo que más amo en toda mi vida.
Termino de recoger todas las cosas de Aurora para salir de la habitación con su bolso en mis manos y bajar las escaleras.
Cuando voy bajando las escaleras de la enorme casa Sanper, siento como alguien también las comienza a bajar a mi lado.
Por el rabillo de mi ojo distingo de quien se trata.
—Good morning, sister.
Dante Sanper, uno de mis hermanos mayores y el penúltimo que sigue viviendo bajo el techo de nuestros padres. Dante tiene cabello rubio y ojos verdes azulados.
Él, Alonso y yo nos llevamos bien, en lo que cabe.
—Hola, hermano.
No voltea en ningún momento para dirigirme la palabra y yo tampoco lo hago, terminamos de bajar las escaleras y yo me dirijo hacia la cocina para avisarle a Alonso que ya estoy lista para irnos.
—Que raro que no te has ido a clase, Ada.
—Tenía primera hora libre, así que... qué más da, ¿no?
Conversaciones extrañas siempre tenemos cuando no sabemos qué decir, es normal después de que nos distanciamos mucho nada a sido igual para nadie.
—¡Por favor, mamá!
Al escuchar la voz de Alonso apresuró mi paso a ver que está sucediendo a dentro de la cocina y me encuentro a Alonso con la niña en brazos mostrando una cara de cansancio total.
—Basta del tema —claudica, Alonso, con un tono de voz más bajo pero igual de estresado.
—Ya llegó la que se cree que es tú mujer, hijo mío.
Ella sabe como hacer que alguien se sienta verdaderamente humillado.
—Mamá, ya déjalos en paz, ¿quieres? —pidió Dante, pasando a lado mío para dirigirse a la nevera.
Antes de que nuestra madre diga algo más enfrente de mi hija, le hago una seña a Alonso indicándole la salida de la cocina.
Salgo primero que él y camino directo a la puerta principal para salir de esta casa.
—Ada, espera por favor, sé que estás enojada, pero camina más lento —lo último lo dijo con un tono burlón.
Antes de agarrar la manilla de la puerta me giro quedando al frente de él y mi hija.
Suelto un suspiro.
—Es que me da rabia que se comporte de esta manera, no es justo, somos sus hijos, no nos debería de tratar de esta forma, Alonso.
Él esquiva por un momento mi mirada, mientras que Aurora nos mira sin entender muy bien que estamos hablando.
—Costal, mejor no hablemos de este tema delante de la niña, ¿te parece? —sugiere.
Asiento, porque sé que tiene razón y no me gustaría que mi hija escuche de lo que su padre y yo, hablamos.
—Cuando volvamos hablamos de que te dijo mamá, ¿entendido?
En su rostro crece una bella sonrisa, esas que tanto me gusta ver en él.
—Como usted diga costal mayor, pero ya vámonos que llegan tarde.
—¡Si!, voy a la escuela —exclama Aurora.
No importa que tan malo esté mi día con ver sus sonrisas todo me calma.
—Vámonos.
Giro la manilla y salimos de la casa.