En algún momento de la vida todos tenemos el mismo miedo en común, la soledad, ella es muy peligrosa en algunas ocasiones, pero también es lo mejor que puedes desear.
Al caminar por estos pasillos solitarios me siento sola, desprotegida y en algunas ocasiones vigilada. Estoy de camino al gran comedor de la preparatoria y pensando encontrarme a Mia antes de entrar al comedor, desde que salí embarazada a veces me da miedo estar con mucha gente y que estos me critiquen o hagan un comentario de mi hija.
Sigo caminando por el pasillo pero comienzo a sentir pasos detras de los míos a si que me apresuro más porque ni loca me pienso voltear, siento como los pasos se intentifican y no me queda de otra que correr para llegar mucho más rapido al comedor.
—¡Sanper! —gritan.
Reconozco imediatamente al dueño de esa voz, a si que con cuidado voy dejando de corre hasta detenerme a unos cuantos metros de la puerta del comedor, me volteo con los brazos cruzados para reclamarle al que pensé que iba a matarme.
Estoy exagerando sí, pero me asusté mucho.
—Sanper, no corras, sabes que este hermoso cuerpo no puede correr más de un minuto —farfulla, exhausto.
—Lo hubieras pensado antes de asustarme, Miller.
En sus ojos puedo ver el arrepentimiento por a verme asusto, Lian siempre es así, aunque a veces diga cosas inapropiadas, es un buen amigo.
—No volverá a suceder, Ada, tienes mi palabra.
Ruedo los ojos.
—¿Para dónde ibas?
Cuando termina de decir ubica unos de sus brazos por encima de mis hombros haciendo que comienze a caminar a un lado de él.
—Al comedor —respondo con simpleza.
Hay veces que me molesta que él sea tan atrevido y más cuando sé que tiene sentimientos por mí.
Lian hace algún tiempo me confesó que yo le gustaba, yo en ese momento no sabia que decirle pero lo rechazé, no podía estar con alguien que solo veo como un buen amigo, también le conté que tenia novio y una hija él lo entendió, pero me dijo que iba a saber esperar por mi.
Aunque le dije varias veces que habría alguien que si lo quisiera y lo valorara, no lo ha entendido.
Creo que nunca lo hará.
Después de eso solo somos amigos, pero hay veces que él me recuerda que tienen sentimientos por mi y me incomoda.
—Ada, ¿me escuchas?
Salgo de mis pensamientos imediatamente para así con un poco de vergüenza preguntarle que era lo que me había dicho:
—Lo siento, pero... ¿qué decías?
Él golpea ligeramente mi brazo y hace que detengamos nuestro caminar enfrente de las puertas del comedor.
—No se que te pasa, hoy estas muy distraída, Sanper.
Con sutileza voy quitando su brazo de mi hombro para tomar un poco de distancia entre nosotros.
—No es nada, Miller —dije mirándolo a sus ojos avellanas.
El color avellanas de sus ojos me recuerdan mucho a mi hermano mayor Dellen, hace mucho tiempo que no lo veo y me gustaría mucho volver a verlo o convivir con él, pero sé que eso es imposible.
—Bueno, como te decía, ¿no sabes donde se metió la loca de Mia?
—¡¿A quien le dices loca rata de alcantarilla?!
Me volteo dándole la espalda a Lian para ver a mi querida amiga, Mia es una chica de cabello castaño oscuro, morena y de ojos verdes, esta en buena forma no es muy rellena ni muy delgada y práctica algunos deportes, en fin es una gran amiga.
Mia se termina de acercar a nosotros estirando sus brazos hacia mi para poder darnos un gran abrazo, yo también hago lo mismo y nos abrazamos fuerte, no nos habíamos visto desde el viernes y es relajante saber que todo sigue igual.
—¿Cómo está la pequeña Aurora? —pregunta.
Nos separamos del abrazo para que así pudiera contestarle mirando sus ojos verdes.
—Esta muy bien, hoy estaba emocionada porque iba a la escuela.
—¿Qué niño en su sano juicio le puede gustar ir a la escuela?
Me volteo solo para fulminarlo con la mirada, pero Mia ya lo estaba haciendo mucho peor.
—Nadie pidió tu opinión, rata de alcantarilla —masculla Mia.
—Pues, yo no te estaba hablando a tí, loca obstinada —suelta este sin ninguna preocupación.
Mia me mira ofendida por el comentario de nuestro amigo.
—Me la vas a pagar, rata inmunda.
Se le acerca rápido como si estuviera casando su mejor presa y antes que ella llegue donde está él la logró detener.
—Detente.
Los dos ponen sus ojos en mi y me mirando fingiendo estar ofendidos.
—Pero ella es la que me dice cosas feas —expone Lian.
—Pero él es el que hiere mis sentimientos.
—Basta, chicos —suelto un poquito cansada de que siempre sea lo mismo con ellos—. Después lo solucionamos, tengo hambre, vayamos a comer.
Los dos asienten y susurran un “okay” y es así como nos dirigimos al gran comedor por fin.
Mi mente y mi estomago creo que solo lograban decir:
¡Por fin voy a almorzar!