—Preparadas...
—Listas...
—¡Ación...!
En ese mismo momento Alonso y yo miramos a Aurora que digo mal la palabra, sin poder morderme la lengua la corrijo.
—Se dice Acción, Aurora.
Ella me mira con sus bellos ojos azules claros iguales que los de Alonso, analizando como debería pronunciar Acción y después de unos segundos con una enorme sonrisa contesta:
—¡Ación! —repite para dar un pequeño salto hacia delante de nosotros.
Instantánea llevó una de mis manos hasta mi frente golpeándome un poco suave con esta.
De verdad pensé que lo diría bien esta vez.
Escuchó una suave risa de parte de Alonso, así que bajo mi mano de mi frente y levanto la mirada para poder verlo mejor.
Sus ojos azules claros de verdad que a veces me matan, me encanta cada vez que su mirada se ilumina, se parece tanto a la mirada de Aurora que no entiendo por qué.
Él corta la distancia que nos separaba al estar nuestra hija en medio de nosotros.
Con sus brazos no tan musculosos me rodea la cintura agachándose un poco por la diferencia de alturas, así que yo pongo mis manos en sus brazos casi tocando las mangas cortas de su franela.
—Está bien que la corrijas, pero no te tienes que estresar, te recuerdo que ella solo tiene cinco años y dice la mayoría de las palabras bien.
Entiendo lo que dice, y si lo confieso a veces me estreso porque ella no pronuncia las palabras bien, pero hay algunas que sabe muy bien como se pronuncia y la sigue pronunciando mal y pues no quiero que se rían de mi bebé por no saber decir alguna palabra como se debe.
—Lo entiendo muy bien, Alonso.
En sus labios que instala una de esas sonrisas que siempre digo que me derrite a sobre manera.
—Okey.
Veo como se va acercando, como este espacio se está volviendo solo para nosotros dos, como si no hubiera nadie más que no fuéramos él y yo.
Cuando siento su aliento encima de mis labios y entre abro estos sintiendo pequeños jalones en mi franela y recuerdo que no estamos solos.
—Mami, papi, no hagan esas cosas de adultos.
Abro mis ojos que no me había dado cuenta que los había cerrado y me consigo una sonrisa burlona por parte de Alonso y niego suavemente con la cabeza.
Siento como el agarre de Alonso se comienza a aflojar, así que hago lo mismo y después tomamos una distancia prudente delante de nuestra hija.
Hay un breve silencio donde Aurora no hace más nada que observarnos a los dos, aclaro mi garganta para evitar seguir sintiéndome un poco incómoda con la mirada de mi pequeña.
—Ahora si, ¿vamos al parque? —pregunto.
Aurora, comienza a cantar y hablar de todo lo que podemos hacer, o mejor dicho lo que ella puede hacer en el parque.
Agarro el bolso y Alonso a la niña en brazos mientras que ellos se dirigen a la puerta, me quedo quieta en el lugar donde estoy con una tonta sonrisa al verlos juntos.
Cuando Alonso habré la puerta se voltea a verme, al ver que no los he seguido me observa con el ceño ligeramente fruncido igual que mi hija.
—¿Vienes o no, costal mayor?
Acomodando el bolso y comienzo a caminar hacia donde están ellos, al pararme a una distancia un poco alejada de ellos le respondo:
—Obvio que voy.
Así como una sonrisa los tres salimos de la enorme "mansión" Sanper.
[…]
Un rato después ya estamos en el parque y acomodando una manta para poder sentarnos.
Giro hacia atrás y se puedo ver varios árboles y el sol empezando a oculpultarse.
Aurora viene a nosotros cada quince o diez minutos igual nosotros la vemos de donde estamos.
Ahora estaba jugando con un niño más o menos de su edad, el niño era moreno claro con cabello negro y ojos verde oscuro, lo sé porque en una de las venidas de mi hija él vino con ella y le he dado un poco de pastel.
Alonso está terminando de comerse su pedazo de pastel al igual que yo.
Pensar en el tiempo que a pasado a veces me pone triste, no porque mi hija esté conmigo o porque no disfrute o disfruto mi juventud, sino que es algo más allá de eso.
Hubo tantas cosas que tuve que pasar, algunas veces me pregunto que me mantuvo de pies y es ahí donde volteo y me consigo a Alonso.
Si no fuera por él lo más seguro es que yo no estuviera contando esto, es un trauma que va a estar conmigo para siempre, aunque a veces todo parezca ir bien, la realidad es que no es así.
Tener pesadillas constantes que no me dejan dormir, antes preferiría mantenerme despierta toda la noche sola para evitar soñar algo que no quería recordar.
Siempre voy a estar agradecida con él, él me sostuvo cuando creí que me caería y no volvería a levantarme.
Me quedo corta con lo agradecida que estoy, pero también sé que hace algunas cosas porque se siente culpable de lo que pasó.
—Adara —me llama, esa voz que sin duda reconocería a la distancia.
Parpadeo unas cuantas veces para ubicarme en tiempo y espacio, cuando me siento lista y de vuelta a la realidad pregunto:
—Dime, ¿pasó algo con Aurora?
Lo veo negar con la cabeza mientras se acomoda su cabello hacia atrás.
—Ella está bien, la estoy observando, solo... solo que te quedaste mirando hacia la nada y cada vez que lo haces es por lo mismo —en su rostro puedo notar la preocupación de sus palabras.
Intentado calmarlo pienso en algo, o eso intento.
—No es nada, estaba pensando que ya dentro de cinco meses la niña cumplirá seis años.
Veo como su rostro de preocupación va desaparecido dejando una pequeña sonrisa es sus labios.
—Ah es eso, una disculpa si te incomodo lo que dije, pero ya sabes que pregunto para saber.
Acomodo mis piernas haciendo que mis rodillas choquen un poco con mi pecho y mis brazos abrazando mis piernas.
Alonso se mueve un poco quedando a mi lado más atrás de lo que estoy yo, pero es un detalle que no tiene importancia.
—No tienes que disculparte por eso, nunca lo hagas.