Alonso.
Algunos de mis amigos dicen que mi vida es aburrida, yo creo que no, tengo a las dos mujeres que más amo y adoro con todo mi ser, a mi lado.
Adara es una chica increíble y una madre que se preocupa por el bienestar de su hija, que es lo más importante.
Cuando era un niño me acuerdo soñar con una familia no tan grande, pero estar con la mujer que quisiera y tener hijos con ella.
Con Adara lo he cumplido a medias, pero lo he cumplido.
Las cosas son un poco complicadas en nuestra relación, pero sé que con el tiempo todo eso se arreglara.
Algunas veces me pregunto como se siente después de lo sucedido, pero sé que no tengo derecho a saber si el principal responsable fui yo, aunque ella diga lo contrario.
Recuerdo que las primeras noches no podía dormir de lo mal que me sentía por lo ocurrido y era un recordatorio cada vez que me despertaba y ella estaba sola, tira en el suelo de su habitación llorando.
Se me partía el corazón solo de verla así, sé que ella piensa que me tiene que agradecer de tantas cosas, pero la realidad es otra.
Lucho conmigo mismo para no llenarme de rabia, aunque eso sea imposible lo intento por ellas.
A veces me canso de tantas cosas, hay días que no me gustaría levantarme de la cama solo para dormir un rato más, pero recuerdo la promesa que me hice a mí y a mi hija de sacarlas de aquella casa que en su momento nos brindó amor y ahora solo nos brinda frialdad.
Es difícil comenzar a elegir entre la familia, pero nunca me arrepentiría de elegirlas a ellas, ellas son mi vida, por ellas me levanto e intento ser mejor.
Sin importar de los comentarios horribles que tengan la familia de mí y de Adara por estar juntos, sé que vamos a conseguir ser felices, algo en mí lo dice.
Sé que meterme con un familiar no fue lo mejor y mucho menos con la niña que tenía que ver como una hermana, pero en los sentimientos nosotros no mandamos y muy pocas personas lo entienden.
-Papi, ¿ya estás listo?
Termino de arreglarme un poco el cabello y me volteo a ver mi pequeña.
-Si, mi costalito -respondo con una sonrisa.
Sus ojos azules, iguales que los míos, me miran con ese brillo que tiene desde que nació y dice Adara que solo soy yo el que hace brillar a esos ojos tanto como lo hacen.
Aurora comienza a dar pequeños saltos en el lugar donde está hasta que parece recordar algo.
-Papá, ¿puedes ir a preguntarle a mama si está lista?, es que tengo que hacer algo importante.
-Claro que puedo ir costalito, pero dime, ¿qué es eso que tienes que hacer?
Con una pequeña risa comienza a salir de mi habitación y cuando está en la puerta se voltea.
-No seas curioso, papá.
Y así se va riendo de mí y mi curiosidad.
Aunque muchos digan que se parece a mí, para mí se parece más a su madre, recuerdo que su madre hacía lo mismo que ella hace cuando le pregunto que tiene que hacer, son esas pequeñas cosas que las personas no se dan cuenta en la que se parecen tanto.
Salgo de mi habitación y no tengo que caminar mucho para encontrarme con la puerta de la habitación de Adara.
La mayoría de las veces entro en este cuarto como si fuera el mío, como en estos momentos.
Se me hace curioso que la puerta esté medio abierta porque sé que a ella nunca le ha gustado tenerla así.
Entro con cuidado para no asustarla, y la veo mirando por la ventana el jardín que hay en la casa.
La mayoría de las veces cuando esto ocurre es porque está pensando en muchas cosas a la vez o solo porque está recordando algo del pasado.
Termino de acercarme a ella y toco con cuidado su hombro para no asustarla, se voltea inmediatamente y cuando me mira puedo ver sus ojos enrojecidos por causa de las lágrimas que ya no están.
No son muchas las veces que la consigo así, pero sé que un buen abrazo a veces es mejor que las palabras.
Agarrándola de sus hombros la atraigo hacia mí para poder abrazarla, ella dura unos segundos para responderme el abrazo y cuando lo hace siento sus brazos rodeando mi cintura y sé que esto la tranquilizara.