Alonso.
—Amigo, ¿estás seguro que estás listo para irte a vivir con la madre de tu hija? —pregunto Martin con su entrecejo levemente fruncido.
—Es verdad, Alonso, deberías pensarlo mejor, no es cualquier cosa irse a vivir con alguien —esta vez fue, Jonaiquer quien hablo.
Suspiro para responderles:
—Chicos, les agradezco que se preocupen a su manera de mí, pero estoy más que decidido que con ella quiero vivir, así que no tiene nada que ver que ella me haya dado una hija y que me sienta "atado"— mientras digo la última palabra hago comillas con mis dedos—. Es lo más ridículo que es escuchado.
Los dos castaños me miran al mismo tiempo levantando sus hombros y se dan por resignados.
Otra vez abro mi cuaderno para comenzar a estudiar para el examen que tenemos, pero escucho la voz de Martin haciendo que me detenga con lo que ha preguntado:
—Eso significa, ¿Qué no vas a tener nada con la peli roja de Valentina?
Hago una mueca de disgusto.
—¿Por qué piensan que voy a tener algo con ella?, tengo a mi novia y mi hija. —respondí.
—¿Que, con que tengas novia e hija? —pregunta.
—¿Cómo qué? ¿qué? A ellas las amo y nunca las dejaría por nada.
Jonaiquer con su lapicero comienza a dar golpecitos a la mesa y me mira como si estuviera loco.
—¿No me digas que no te has dado cuenta como Valentina babea por ti, Alonso? —cuestiona el segundo castaño.
No puedo negar que si me he dado cuenta que ella busca siempre una excusa para estar cerca de mí, pero yo al ver eso la aparto de inmediato porque no quiero que eso llegue a oídos de Adara y que malinterprete toda la situación.
—Claro que se — digo con obviedad —. Es demasiado obvia, pero como ya lo dije, soy un hombre con compromiso, nunca he pensado meterme con otra mujer a parte de mi novia y así va a seguir siendo, porque ella merece mis respetos, toda mujer que confía en un hombre merece que este rechace a cualquiera para no dañarla a ella, eso es lo que yo estoy haciendo.
Escucho los aplausos por parte de los dos castaños y eso me hace reír.
—Wuau, que inspirador estas hoy, hasta me das envidia. —Dice Martin moviendo sus dedos a mi dirección.
Ruedo los ojos.
—No seas ridículo que no te va, lo que digo es verdad, ya ustedes con sus cosas. —mencione.
Vuelvo mi vista hacia mi cuaderno e intentar estudiar para él examen.
—No te enojes amorcito. —menciona jonaiquer fingiendo voz de mujer, mientras cierra y abre sus ojos rápidamente haciendo el fingido coqueteo.
Niego mirándolo a los dos.
«A veces pienso que no tienen reparación ».
[...]
–Creo que eso sería todo. –escucho como dice la chica de ojos color café claros.
Antes de responderle me ubico detrás de ella y flexiono mis rodillas para que no se me haga tan incómodo cuando la rodee por la cintura como en estos momentos.
–¿Esta segura, Ada?
Ella se sobresalta cuando dejo un casto beso sobre su cuello expuesto por ella misma al querer llevar una coleta alta.
–No hagas eso, Alonso, me pones la piel de gallina –hace una breve pausa para continuar –. Respondiendo a tu pregunta, si, ya empaque todas nuestras cosas, aunque no son muchas, lo que hace bulto son la ropa y los juguetes de Aurora.
Cuando ella intenta salirse de mis brazos me empujo hasta que queda su espalda completamente pegada a mi pecho.
–¡Oye! – se queja.
Hecho mi cabeza hacia atrás para reírme a gusto mientras la suelto de la prisión de mis brazos, ella se voltea y cruzando sus brazos a la altura de su pecho.
«Se ve tan hermosa intentando verse enojada».
No me puedo resistir y me agacho robándole un rápido beso de sus labios.
Adara suelta un gruñido de fastidio a la vez que me empuja con sus manos en mi pecho, así que le doy su espacio sonriendo.
–No te enojes. –le digo.
Vuelve a cursar sus brazos y niega.
–Mejor voy a buscar a Aurora, que lo más seguro es que la tenga que bañar de nuevo, menos mal que deje una ropa de ella fuera de las cajas.
Asiento de acuerdo con ella.
–Está bien, costal mayor, vé a buscar a mi costalito.
Ella me dedica una sonrisa y la veo desaparecer por la puerta del garaje.
Cuando ya no la tengo a la vista suelto un suspiro, agarro la última caja y la subo a la maletera del auto.
–¿Estas ocupado, hijo? –escucho una voz bastante gruesa que me hace saber inmediatamente de quien proviene esa voz.
Cierro la maletera con cuidado y cuando verifico que está cerrado bien, me volteo para ver a mi padre.
Daniel Sanper, que a pesar de lo sucedido a su manera nos dio su apoyo cuando del cuidado y educación de Aurora se trata.
–Hola, papá. –respondo con educación inclinando un poco mi cabeza.
Da un paso más hacia mí y yo me quedo en mi sitio, con él siempre ha sido diferente la situación, con mi madre, digamos que ella hasta los momentos no lo sabe llevar aún.
–Quería hablar contigo. –comenta.
Frunzo mi entrecejo.
–Claro, dime, ¿Qué me quieres decir?
–Sé que las cosas nunca van hacer como antes, y está bien eso, porque ya todo ustedes están grandes, han cambiado mucho, hijo, tu siempre has sido un chico muy responsable, estoy orgulloso de ti por como cuidas a tu familia, se porque decidiste irte con ellas, yo haría lo mismo, pero amo mucho a tu madre, aunque piense que ya la he dejado de amar. –se queda en silencio por un buen rato.
Me quedo callado esperando que continúe porque sé que cuando él se destapa a hablar lo hace con toda sinceridad.
–La cuestión es, Alonso, que te pido que cuides de mis niñas, sé que lo vas hacer muy bien, pero es inevitable que no te lo diga, sé que hubo un tiempo que ni a tu madre y a mí nos considerabas tus padre, nos dolió mucho, pero también sabemos que estuvo mal mentirles y no decirles la verdad, por eso te quiero decir al igual que se lo dije a Delanci cuando se fue de la casa es que; los amo sin importar que no compartamos sangre, porque para mí no es importante que la compartamos sino que nos queramos con todo el corazón. Ustedes son mis hijos de corazón y nadie lo cambiara.