Danzel, aquel día, se retiró antes de la oficina. Había quedado en reunirse con la joven con la que se iba a comprometer. No iba a quedar mal con la hija del amigo de su padre; sabía que se enfrentaba a una persona demasiado caprichosa y era eso lo que jamás la hizo ver atractiva ante sus ojos.
—Vamos al Ocean Prime —le informó a su chófer, que de inmediato puso el auto en marcha y se dirigieron sin problema al lugar.
Cuando el automóvil parqueó frente al elegante restaurante, Dan se bajó y acomodó su chaqueta antes de continuar su andar. Ingresó, siendo recibido por los empleados, quienes lo trataban con mucho respeto, ya que no querían tentar al CEO conocido por su mal carácter.
—Su acompañante ya espera por usted —le informó el camarero antes de llegar a la mesa que siempre solía ocupar.
Dan observó a la ostentosa mujer de cabello rubio y vestido demasiado revelador. «Nada a la imaginación», pensó.
—Amor, qué alegría al fin verte —saludó la joven, se puso de pie y le dio dos besos en las mejillas.
—Toma asiento, Nayra —dijo cortante. Se sintió irritado ante la forma en que ella se dirigió a él; no quería que nadie lo involucrara con una mujer como ella. Apreciaba demasiado a los padres de ella, pero lamentablemente nunca había tenido un interés amoroso con la hija.
—Tu padre mencionó que estabas muy estresado y ese era el motivo de tu ausencia —la rubia rozó los dedos de la mano de Danzel, intentando coquetear con él. —Debiste llamarme; podría haber ayudado con la tensión —mordió su labio inferior, dando a entender a qué se refería.
—Gracias, pero no era lo que necesitaba —cruzó sus manos debajo del mentón, alejándolas de su alcance. —Voy a ser sincero, Nayra: no tengo interés en casarme contigo —ella frunció el entrecejo y lo miró a los ojos, dejando ver que su berrinche estaba próximo. —No quiero casarme, ni que seas parte de mi vida de ninguna forma. Lo lamento, pero prefiero ser sincero —Nayra se puso de pie, tomó la copa de vino que había estado bebiendo y se la lanzó al rostro.
—¿Sabes cuántos están rogando por tenerme? —Danzel puso los ojos en blanco mientras tomó una servilleta para limpiarse.
—Seguramente muchos, ya que te sirves en bandeja de plata. A mí no me interesa eso y tampoco vas a lograr algo con tus pataleos de niñita —la joven, actuando bajo la furia que sentía al ser rechazada, elevó su mano con toda la intención de darle una bofetada, pero Danzel la sostuvo de la muñeca; no iban a volver a golpearlo, y menos ella.
—No juegues a la ofendida conmigo; sé perfectamente tus intenciones. No soy tu padre y mucho menos uno de esos hombres que dices que te buscan. Madura, Nayra, y acepta que no todo en la vida se puede —soltó la mano con brusquedad y dejó el dinero que correspondía por lo consumido por la mujer.
—Me las vas a pagar, Danzel; donde más te duele, voy a dar el golpe —le gritó mientras observaba la ancha espalda del empresario alejarse de ella y juró que iba a planear un fuerte golpe contra él, cobrándose aquel rechazo.
Ahora Nayra sería el peor de sus pesadillas, sin saber hasta dónde podrían llegar los caprichos de una niña mimada.
(•••)
Chiara había discutido una vez más con los del hospital. El depósito había llegado con éxito, pero de todas maneras seguían insistiendo en que ya no había esperanzas. Aunque ahora era ella la única persona que podía tomar decisiones con respecto a su madre, los médicos ya veían aquel caso como perdido.
Siguió con su trabajo, pero en su semblante se podía percibir la preocupación y tristeza. Se preguntaba hasta cuándo su vida sería así; no dañaba a nadie y siempre tenía buenas acciones. Todo había ido mal desde el accidente de su madre, pero ella jamás había dejado de ver el lado bueno de las cosas. Sin embargo, en ese momento ya no deseaba ser positiva, sino reclamarle a la vida misma por la tortura que vivía desde hacía años.
El empresario, con semblante serio, miró desde su oficina a su secretaria. Había escuchado claramente el problema que tenía con un familiar que estaba siendo atendido en uno de sus hospitales.
—Renzo, necesito en mi escritorio toda la documentación de Chiara —solicitó de inmediato en cuanto su amigo de recursos humanos tomó la llamada.
—Ahora mi asistente se lo entrega a la tuya —le respondió de la misma manera que él.
—No, tráelos tú mismo y ahora mismo —le exigió y colgó la llamada.
Necesitaba saber qué era lo que estaba sucediendo con ella y no lograba comprender por qué le interesaba tanto una desconocida. No era con ella como con el resto de su personal, y era consciente de que aquello le traía consecuencias a la mujer que lo hacía perder la cabeza más de una vez.
—Denzel —habló Renzo al ingresar al despacho.
—¿Tienes todo lo que te pedí? —preguntó sin levantar la mirada de su computadora.
—Todo lo que has solicitado está en esa carpeta —la dejó caer sobre el escritorio, se sentó frente a él y esperó con paciencia a que su amigo lo leyera.
—¿No tienes trabajo que hacer? —cerró su portátil y tomó la carpeta entre sus manos.
—Tengo quince minutos libres, lo suficiente para saber qué buscas de ella —Danzel lo observó con su oscura mirada y comenzó a hojear los documentos, sin importarle que él estuviera ahí.
Su ceño se frunció y su respiración se alborotó cuando vio aquel nombre, el que lo llevó a su niñez.
—Chiara Alheli Jones —su pulso se aceleró. De sus manos cayó la carpeta y sus ojos viajaron hasta ella, comprendiendo al fin el porqué de todo.
—Es ella —dijo en voz alta.
—¿Qué es lo que está pasando? —le preguntó Renzo ante el semblante de su amigo. Danzel, con todas sus fuerzas, despegó sus ojos de su asistente y miró a su amigo.
—¿Qué más sabe de ella? —cuestionó.
—¿De Alheli? —el empresario tenía su mente llena de preguntas; cómo era que nunca pidió más documentación de ella.
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Editado: 04.02.2025