Nuestro deseo

Nuestro deseo

Despierto plácidamente en mi cuarto, la calidez de mi cama es algo que no deseo abandonar, pero debo hacerlo. Hoy tengo que cumplir horarios extras para cubrir los puestos de aquellos empleados que irán a festejar la navidad con sus familias, cosa que yo no puedo, puesto que mis padres se hayan viviendo en la ciudad de Sapporo, en el extremo norte del pais, no poseo a nadie más. Inicialmente deseaba estar rodeados de mis amigos mas íntimos, tomar unas cervezas y reírnos toda la noche, cuando se los propuse me respondieron que habían organizado ya con familiares o parejas.

Doy un largo suspiro al pensar en aquello. Miro por la ventana de mi apartamento en la ciudad de Tokio, la vista de la ciudad nevada es algo hermoso. El televisor da informes sobre el clima y la posibilidad de una nueva nevada sobre nosotros, pero lo que más ocupa espacio en sus palabras, es que durante esta noche se podrá apreciar como el cometa Alicia el cual para cada diez años orbitando la tierra, sinceramente me es irrelevante, estaré todo el dia en la oficina.

Finalizo mi desayuno y me marcho. Al llegar al complejo de trabajo me topo con Sakuraima, mi joven y energética secretaria con un gorro de navidad puesto en su cabeza, recibiéndome con un regalo. Acepto gentilmente lo dado, “Oh, alguien se ha preocupado por mí. Que tierno de su parte” pienso. Ella sonríe de forma alegre mientras me va diciendo las cosas que hoy debo realizar. Al terminar el tedioso listado, pregunto.

-Sakuraima, ¿te iras temprano hoy?- Mirandola seriamente

Ella mueve su cabeza en señal de afirmación. “Ya veo…” es lo que pienso, estaré solo hoy en la oficina, una navidad solitaria.

A medida que van pasando las horas, la oficina va quedando cada vez mas desierta. Se despiden todos alegremente deseándose una feliz noche. Dan las seis de la tarde y el alba ya esta en su punto maximo, la noche se avecina. Mi secretaria viene a mi oficina a darme despedirse antes de marcharse, tristemente fue la única que vino a verme. Posiblemente sea por mi relación con los empleados, en la cual soy muy estricto y áspero, al punto de que puedo parecer hasta un maldito. No me sorprender, pero aun asi me pone algo triste. A mis veintisiete años y estar asi, pasando un momento tan hermoso encerrado en una oficina es algo horrendo. Dan las diez de la noche, tomo un pequeño descanso de todo este tedioso papelerío de oficina, mi mente está saturada de números contables.

Voy a la cocina, allí preparo un café para calmar un poco el cansancio y relajarme. Por el ventanal de este piso veinticuatro ingresan las luces festivas de toda la ciudad contrastando con la oscuridad de la oficina. Me siento en un sillón admirando el espectáculo dado por Tokio. Escucho el sonido de la perilla, la puerta es abierta. Ingresa una muchacha vestida con un saco femenino a modo de oficinista, acompañado con una falda y medias oscuras que ocultaban su piel. Esta misma era de rostro pálido, con lentes y cabello largo. Queda mirándome fijamente a modo de sorpresa. Yo simplemente la observo mientras sorbo mi café sin emitir la más mínima palabra.

-Oh, disculpe. No sabia que alguien mas se hallaba en la oficina- Me dice con un tono de voz algo gracioso por la situacion.

Apoyo mi infusión sobre la pequeña mesa ratona en el centro del lugar, devuelvo la mirada hacia ella, busco presionarla para que diga algo más, es extraño que se encuentre tambien aquí, además es la primera vez que la veo por aquí. Dificil, puesto que yo recuerdo todos los empleados, mi memoria nunca falla.

-Me llamo Amanda Danaford, soy una empleada que ha sido trasladada el dia de ayer aquí desde la central- Menciona con tono de voz nervioso.

Bueno, he obtenido lo que deseaba, supongo que por cortesía es mi deber el presentarme tal como ella lo hizo.

-Un gusto, mi nombre es Gabriel Livrech, soy el jefe de administración contable en esta sede- Le digo mientras centro mi vista en ella, además al presentar mi puesto entenderá la jerarquía empresarial.

Ella procede a prepararse un té, de aquellos extranjeros que nadie toca en la oficina por fama de horribles. Se sienta en el sillón frente a mí, bebemos en absoluto silencio mientras admiramos el paisaje y alguna que otra vez nuestras miradas se cruzan. No busco intenciones de iniciar una charla, pero creo que esta joven sí.

-Me ha tocado horas extras en la compañía, justo este dia, pero accedí ya que no tengo a nadie con quien celebrar dicha fecha, hace unos dias los tenía, pero este traslado repentino desde Sapporo me ha dejado en una pésima situacion- Dice ella apenada

Sapporo…Esa es la ciudad donde crecí durante toda mi vida antes de mudarme a Tokio por estudios.

Al sentir que se halla en la misma situacion, me apiado y bajo mi “Fortaleza de jefe” a ser una persona común con ella, decido responder de forma normal a lo que reacciona anímicamente inicializando charlas las cuales han captado mi atencion, con esta situacion presente asi como tal, esta noche no podria ser tan mala. El reloj en la habitación marca las once y media, el tiempo ha pasado demasiado rapido, me gustaria seguir…He descubierto que tenemos demasiado en común, solo diferimos en pequeñas cosas las cuales pueden resultar hasta graciosas. Enciendo la televisión de la cocina para ver las noticias antes de la media noche. El televisor anuncia que el cometa Alice pasara cercana a las doce, hora del festejo navideño. Puesto que ahora cuento con compañía, le digo a Amanda que se quede aquí en el cuarto, que volvería en unos pocos minutos. Marcho hasta mi oficina, donde en una de las estanterías tengo un champagne francés el cual esta de decoración, pero ahora tengo un motivo para destaparlo. Vuelvo a la cocina, allí esta ella esperando sentada mirando a la ventana. Una sensación rara me invade al ver esa imagen, me siento algo debilitado. Le llamo y ella deja su “Periodo de transe”, se hallaba absorbida por el paisaje.



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En el texto hay: navidad, reencuetro

Editado: 18.12.2018

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