Lucía miraba su reflejo en el espejo del baño. Cada vez que se veía, le costaba aceptar la imagen que tenía frente a ella. A pesar de todo lo que había logrado para llegar a ser quien era, todavía sentía que había algo extraño en su cuerpo. No podía evitar las dudas que invadían su mente a menudo. ¿Era suficiente? ¿Era realmente quien quería ser? A veces, sentía que el espejo le devolvía una versión de ella que no terminaba de encajar. La incomodidad se apoderaba de ella, especialmente cuando pensaba en lo que la sociedad esperaba, y aún más cuando sentía que Javier podría pensar lo mismo.
Aunque Javier nunca había hecho un comentario fuera de lugar, Lucía no podía dejar de preguntarse si él, al igual que muchos otros, vería lo que ella había cambiado o lo que aún no había podido completar. Sabía que él la apreciaba, y, quizás, hasta sentía algo más, pero el miedo de que su identidad pudiera ser un obstáculo en su relación la acechaba constantemente.
Ese miedo comenzó a colarse en cada una de sus interacciones. ¿Sería suficiente para él? ¿Sería su amor algo que aceptaría completamente, o simplemente sería una fase para él, algo que pasaría como tantas veces había pasado en su vida? Su corazón se llenaba de incertidumbre, y aunque no lo quería admitir, las inseguridades la mantenían despierta por las noches.
Esa tarde, Lucía decidió escribirle a Javier, pero no sabía qué decir. Las palabras se le atoraban en la garganta, temía que cualquier cosa que dijera fuera malinterpretada, que él viera en ella solo una faceta incompleta de lo que quería ser. Finalmente, tomó aire y comenzó a escribir: **"Quiero ser honesta contigo… hay cosas de mí que quizás no entiendes, cosas que aún son difíciles de explicar…"
Cuando leyó las palabras, se sintió vulnerable, como si estuviera desnudando una parte de su alma que había intentado esconder por tanto tiempo. ¿Era suficiente? ¿Estaba lista para compartir su verdad con alguien que aún no sabía todo sobre ella? Lucía guardó el teléfono por unos segundos, su mente corriendo en círculos. ¿Y si él no lo entendía? ¿Y si esto destruía la conexión que había construido con él?
Javier, por otro lado, había notado un cambio en Lucía. Aunque no lo había comentado, sentía que algo le pesaba en el corazón, como si ella estuviera guardando un secreto, algo importante que la hacía dudar de sí misma. Cuando vio el mensaje de Lucía, algo en su pecho se apretó. Sabía que las palabras de ella podrían ser profundas, pero también tenía miedo. Miedo a no saber cómo reaccionar, miedo a no estar a la altura de la confianza que Lucía le estaba brindando.
Al principio, Javier no respondió de inmediato. Necesitaba tiempo para procesar lo que acababa de leer. No quería decir algo que pudiera herirla, pero tampoco quería parecer distante o indiferente. Finalmente, después de pensarlo mucho, respondió: **"Lucía, no sé qué decir… solo quiero que sepas que me importas. Lo que seas, lo que hayas sido, no cambia lo que siento por ti."
Lucía, al leer sus palabras, sintió un pequeño alivio. No era la respuesta perfecta, pero era lo que necesitaba oír. Javier estaba dispuesto a seguir en la lucha, a aceptar su historia, aunque quizás no tuviera todas las respuestas. Y eso la hacía sentir, por primera vez en mucho tiempo, que no estaba sola en su camino.
Sin embargo, las dudas seguían rondando en su mente. Cada vez que se acercaba más a él, sentía que había una barrera invisible que no podía romper. La barrera de su propia inseguridad. Aunque Javier nunca había hecho un comentario ofensivo, el miedo a que algún día, sin querer, lo hiciera seguía siendo una constante. No podía quitarse la sensación de que su identidad siempre sería un obstáculo, una sombra que la perseguiría en cada relación.
A medida que pasaban los días, Lucía se fue adentrando más en sus propios sentimientos. La conexión con Javier se sentía más fuerte, pero también más peligrosa. La idea de enamorarse de él la aterraba, no por él, sino por la posibilidad de que él no pudiera aceptarla completamente. ¿Qué pasaría si, algún día, el amor se desvanecía porque ella no encajaba con lo que él esperaba? ¿O si sus sentimientos por ella se desvanecían al descubrir que aún no había terminado de convertirse por completo en la mujer que sentía que era?
Al final, Lucía decidió que debía enfrentarse a sus miedos. Quería saber si podía ser amada tal como era, sin miedo, sin inseguridades. Estaba cansada de esconderse detrás de las dudas. Era hora de arriesgarse, de abrir su corazón, aunque eso significara vivir con el dolor de la vulnerabilidad. Si había algo que había aprendido en su vida, era que el amor no se trataba de perfección, sino de aceptación. Y, quizás, en esa aceptación podría encontrar la paz que tanto anhelaba.
Sin embargo, la incertidumbre seguía presente, como una sombra que se alargaba con cada paso que daba hacia el futuro. El dolor de la transformación no solo era físico, sino emocional. A pesar de haber comenzado el proceso hacía tiempo, Lucía sentía que su alma aún estaba en transición. No podía escapar de las cicatrices del pasado, esas que la sociedad le había dejado grabadas. Pero también entendía que el amor verdadero, aquel que esperaba encontrar con Javier, no debía ser una lucha constante, sino una aceptación mutua de sus historias. Una aceptación que aún no podía entender del todo, pero que estaba dispuesta a descubrir.
Mientras tanto, Javier seguía luchando contra sus propios miedos. Quería decirle más a Lucía, pero las palabras se quedaban atrapadas en su garganta. ¿Cómo le explicaría lo que sentía sin que ella pensara que sus palabras eran insuficientes? En su corazón, sabía que Lucía era la persona por la que valía la pena arriesgarlo todo, pero no podía evitar preguntarse si él estaría a la altura de lo que ella necesitaba.