El sol se había puesto, tiñendo el cielo de un naranja suave, pero Lucía no podía apartar la mirada de su teléfono. Su corazón latía con fuerza mientras observaba el mensaje de Javier en la pantalla. Era breve, como siempre, pero hoy, de alguna manera, todo parecía diferente.
“Lucía, ¿podemos hablar?”
Algo en esas palabras la hizo sentir una presión en el pecho. Habían hablado tantas veces, pero hoy la simple idea de hablar con él la aterraba. “¿De qué hablaríamos?” pensó, mientras sus dedos temblaban al escribir su respuesta. “Claro, ¿qué pasa?”
El mensaje de vuelta llegó al instante. “Es sobre nosotros…”. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Había algo en ese mensaje que la hacía sentir vulnerable, como si Javier estuviera por decir algo importante, algo que podría cambiarlo todo. ¿Qué significaba eso? ¿Había algo que no estaba entendiendo? ¿Estaba siendo demasiado confiada?
Lucía se tumbó en su cama, mirando al techo, su mente dándole vueltas a la conversación que tendría que tener. Había pasado días sintiendo que algo no iba bien, pero no sabía exactamente qué era. Javier había estado más distante en las últimas semanas, y aunque su relación había crecido, también lo había hecho su miedo. Miedo a que las cosas no fueran lo que parecía, miedo a que la aceptación que tanto anhelaba se desvaneciera.
Con cada mensaje, con cada llamada, Lucía sentía que las inseguridades se intensificaban. A veces, cuando hablaban, sentía que algo dentro de ella se quebraba. “¿Y si Javier espera algo de mí que no puedo darle? ¿Y si no soy suficiente? ¿Y si él quiere que sea diferente, que sea más… normal?”.
El temor de ser rechazada por lo que era la arrastraba de nuevo, al igual que lo había hecho tantas veces antes. Su proceso de aceptación había sido largo, pero aún no lograba liberarse completamente del miedo a que alguien, especialmente Javier, la viera como algo incompleto o inadecuado. Después de todo, “¿quién podría querer a una persona como yo?” pensaba, con la mente enloquecida. Aunque Javier nunca le había mostrado algo que indicara que no la aceptaba, ese miedo seguía allí, palpitando en cada rincón de su mente.
Decidió llamarlo, aunque sabía que podía ser un error. A veces, la comunicación se volvía más difícil cuando las palabras no alcanzaban a expresar lo que realmente sentía. En cuanto vio que Javier contestaba, se sintió un nudo en el estómago. Él la saludó con una sonrisa en la voz, pero Lucía pudo escuchar una leve tensión en su tono.
“Hola, Lucía, ¿cómo estás?”
“Bien, pero... creo que te he estado dando vueltas a algo,” Lucía respondió, tratando de sonar tranquila, aunque su voz temblaba un poco. “¿De qué querías hablar?”
“Bueno... he estado pensando mucho en nosotros, en todo lo que compartimos… y, no sé, siento que a veces no nos entendemos del todo. Quizás es mi culpa, no te he preguntado lo suficiente sobre cómo te sientes realmente,” Javier contestó, con una calma que no logró calmar la tormenta interna de Lucía. “Creo que estoy empezando a ver que hay muchas cosas que no hablamos.”
Las palabras de Javier la golpearon como una ola. “¿Qué cosas no hablamos?” pensó Lucía, mientras sentía una presión en el pecho. Se mordió el labio, intentando que la ansiedad no la desbordara.
“Lo que quiero decir es que…” Javier vaciló por un momento, como si pensara bien cómo expresarse. “A veces siento que no me cuentas todo lo que piensas. Tal vez soy yo, pero me da la impresión de que tienes miedo de ser completamente abierta conmigo. No sé, siento que podría haber más entre nosotros si nos hablamos más honestamente.”
Lucía no podía evitar sentirse atacada, aunque Javier no estaba señalándola directamente. Lo que él decía era verdad: había estado guardando demasiados secretos, demasiadas dudas. Siempre había creído que si mostraba demasiado de sí misma, perdería la conexión que tenían, que todo se rompería. “¿Qué pasaría si realmente ve todo lo que soy? ¿Y si no me quiere?”.
“Lo siento,” dijo, con la voz quebrada. “No sé si soy capaz de ser completamente abierta. Siempre tengo miedo de que si digo demasiado, me rechaces. Y si no soy lo que esperas, si no soy suficiente…”
Javier tardó unos segundos en responder, pero cuando lo hizo, la suavidad de su voz la envolvió. “Lucía, nunca quiero que sientas que no eres suficiente para mí. Yo te quiero por lo que eres, por todo lo que eres. Y eso incluye tus miedos, tus inseguridades, todo lo que te hace ser tú. Lo que estoy tratando de decir es que quiero que confíes en mí, que seas más tú, sin miedo a ser rechazada. Sé que puede ser difícil, pero yo estoy aquí, Lucía. Y no quiero que eso cambie.”
Lucía se quedó en silencio, con el teléfono pegado a su oído, intentando procesar todo lo que acababa de escuchar. El miedo seguía allí, pero las palabras de Javier eran un bálsamo para sus heridas. “¿Realmente me aceptas como soy?” pensó, mientras las lágrimas comenzaban a caer de sus ojos.
“Lo siento… no sé cómo ser más yo misma,” susurró, con la voz rota. “Tengo miedo de perderte si soy completamente honesta. A veces siento que soy demasiado…”
“No eres demasiado, Lucía. Eres tú, y eso es todo lo que importa. Quiero que seas tú, siempre.” La tranquilidad en su voz hizo que Lucía cerrara los ojos, dejándose llevar por esas palabras que, aunque sencillas, tenían un poder inmenso.
Por primera vez, Lucía permitió que la vulnerabilidad tomara su lugar en la conversación. “Gracias por decirme eso, Javier. Realmente… realmente lo necesitaba.”
El silencio que siguió fue cómodo, como si ambos comprendieran la importancia de las palabras que habían compartido. Javier no la estaba presionando, ni pidiéndole que cambiara. Solo quería que ella fuera sincera, y eso la hizo sentir, por un momento, que podía dejar de esconderse.
Lucía sabía que había mucho por sanar, y que el miedo y la inseguridad seguirían acechándola, pero en ese momento, comprendió algo importante: tal vez, el mayor obstáculo que debía superar no era su relación con Javier, sino su relación con ella misma.