Nueva luna ☆

La llamada que no fue

Lucía había esperado todo el día con el corazón acelerado. Desde que Javier le había mandado ese audio la noche anterior, con palabras dulces y la promesa de que por fin hablarían por teléfono, su mente no dejó de imaginar cómo sería escuchar su voz durante una llamada real, sin filtros, sin grabaciones. Una voz viva, acompañada de silencios cómplices, de suspiros compartidos.

Se preparó como si fuera una cita. Aunque nadie la vería, se puso su blusa favorita y se acomodó el cabello con cuidado. Se miró al espejo y se dijo a sí misma que todo estaría bien. Aunque la ansiedad revoloteaba en su pecho, también había ilusión.

A las ocho en punto, su corazón palpitaba con más fuerza. Revisaba el celular cada minuto. En WhatsApp, Javier no aparecía en línea, pero eso no significaba nada. Tal vez estaba ocupado, tal vez estaba nervioso, tal vez simplemente se estaba tardando un poco.

Pasaron quince minutos. Luego treinta. Una hora. Lucía seguía conectada, mirando fijamente la pantalla, como si eso pudiera hacer que él apareciera. Como si su deseo bastara para que la promesa se cumpliera.

A las diez, ya no sabía si debía escribirle. No quería parecer intensa, ni demandante. Pero por dentro, se iba apagando poco a poco.

“Tal vez se le olvidó,” pensó. “O tal vez simplemente decidió que no era importante.”

Finalmente, cuando ya casi eran las once, le escribió un mensaje:

Hola, pensé que íbamos a hablar hoy.

No hubo respuesta inmediata. A la media hora, Javier le contestó:

Lo siento mucho, se me hizo tarde con unas cosas. Me dormí un rato y recién desperté.

Lucía se quedó mirando el mensaje. Una parte de ella quería entender. Todos tenían días largos, cansancio, imprevistos. Pero otra parte, la que había esperado todo el día con ilusión, se sintió rechazada, invisible. Como si esa promesa hubiera sido importante solo para ella.

No dijo nada más. Solo respondió:

Está bien. Descansa.

Esa noche, volvió a escribir en su diario:

“No lloré porque no sucediera. Lloré porque lo esperé con tantas ganas que cuando no pasó, me dolió más de lo que debería.”

A veces, lo que más duele no es la ausencia, sino la expectativa no cumplida. Y esa noche, Lucía se acostó con la voz de Javier aún en la cabeza, pero con el silencio en el corazón. Un silencio que pesaba más que cualquier palabra.




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