Nueva luna ☆

Porque me gustas??

Lucía se despertó con el pecho pesado, como si la noche no hubiera bastado para aliviar todo lo que llevaba dentro. Durante días había estado atrapada en un bucle de pensamientos: la espera, el silencio, la incertidumbre… Y en medio de todo eso, se dio cuenta de algo que le dolió más que cualquier otra cosa.

Le dolía porque Javier le gustaba. Le gustaba más de lo que había querido admitir. Más de lo que su corazón estaba preparado para aceptar.

No era solo la compañía. No era solo la atención. Era él. Sus palabras. Sus silencios. Su forma de ver el mundo. Lo que habían compartido. Lo que habían imaginado. Y eso hacía que todo doliera más, porque ahora entendía por qué se sentía tan insegura, por qué cada mensaje que tardaba en llegar era como una puñalada sutil, por qué no dormir por las noches se volvía tan frecuente.

Abrió su diario y escribió:

“Hoy entendí que no es solo miedo a perder una amistad… es miedo a perderlo a él. Me gusta. Y eso me asusta. Me gusta porque me hace reír, porque me escucha, porque a veces me hace sentir que soy especial. Pero también me asusta porque sé que no tengo ningún control sobre lo que él siente por mí. Y siento que estoy caminando al borde de un precipicio, deseando que me tome de la mano antes de caer.”

Lucía miró su reflejo en la pantalla apagada del celular. Se notaba agotada, vulnerable… pero también más consciente. Sabía que debía dejar de esconder lo que sentía, al menos para sí misma. Negarlo no había hecho más que empeorar el dolor.

Ese día decidió algo importante: no iba a seguir culpándose por sentir. No podía controlar lo que Javier hiciera o dijera, pero sí podía aceptar lo que ella llevaba dentro.

Y eso era amor, en su forma más pura: frágil, temeroso, pero real.

“Me gustas, Javier… y eso me tiene hecha un desastre.”

Pero no se lo dijo. No se atrevió. Ni siquiera insinuarlo. Guardó sus sentimientos como un secreto precioso y roto al mismo tiempo. Porque sabía que si lo confesaba, corría el riesgo de perder todo lo que tenían, y eso le aterraba.

Así que fingió. Sonrió en los mensajes. Respondió con la misma dulzura de siempre. Hizo bromas. Fue paciente. Como si nada hubiera cambiado… cuando en realidad, todo dentro de ella era un caos.

Cada palabra que Javier le escribía era ahora un eco que resonaba distinto. Cada 'buenas noches', cada 'cuídate mucho', cada 'te leo luego', eran caricias que dolían. Porque ahora, Lucía los leía con el corazón temblando.

Y mientras tanto, en su cuaderno, cada noche, añadía una línea más al universo de cosas que sentía y que él nunca sabría.

“No es que no quiera decírtelo. Es que tengo miedo. Miedo a que no lo sientas, miedo a que me veas diferente. Miedo a perderte.”

Así, con el alma en silencio, Lucía siguió amándolo. En sus pensamientos, en sus suspiros, en sus palabras no dichas.

Amar en secreto… también es amar.




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