Estuvo caminando de un lado a otro todo el día en su casa, no dejaba de llamar a Rómulo, y ensayó decenas de veces un discurso, y su postura, pero al saber que cruzó la puerta y al girarse a verla sus manos comenzaron a temblar así como sus labios, pasó saliva y se mantuvo serio gracias a la mirada desafiante que ella le dedicaba.
—Romeo, Rómulo, ella es Astrid Duval, es una de las accionistas de la firma. Es quien está al frente representando a su familia.
—Encantado —dijo con voz titubeante, bajó la mirada y agachó la cabeza, se sentía confundido, había decido admitir que la conocía, pero la intensidad de la mirada de la pelirroja lo hizo dudar de todo, incluso de la locura que estaba haciendo.
—Mucho gusto, Astrid, soy Rómulo.
—Mucho gusto.
Alzó la vista, la admiró por un segundo y sonrió sin poder contenerse, se veía preciosa en un enterizo color nude, su cabello alisado y suelto brillaba, llevaba un maquillaje ligero que hacía resaltar sus ojos verdes, su pequeña nariz y sus labios carnosos.
«Es preciosa. Qué bella es», pensó.
—¿Podemos hablar a solas? —preguntó Romeo dirigiéndose a Astrid, quien miró a Martino, el hombre alzó los hombros e hizo una mueca de indiferencia, vio como la pelirroja rodó los ojos y volvió a mirarlo con frialdad.
—Seguro.
Rómulo y Martino dejaron la oficina junto con el abogado, ella se quedó de pie en el mismo lugar, Romeo se cruzó de brazos y soltó un suspiro cuando se quedaron solos.
—Siéntate.
La pelirroja negó con la cabeza y chasqueó la lengua.
—No, temo por mi seguridad, no entiendo de que va esto, mejor me quedo cerca de la puerta.
Romeo soltó una carcajada cargada de nervios, aspiró el aire que se sentía pesado y lo soltó dejando en sus labios una sonrisa de medio lado. No apartaba su vista de ella, quien no se inmutaba.
—Te preguntarás qué hago aquí.
—Me estoy preguntando más cosas, se supone que estás aquí porque eres el inversionista que salvará la compañía de la quiebra, ¿Sabes que está en quiebra?, no creo que Martino te mintiera, debes saber perfectamente qué pasa con la compañía.
—Lo sé, necesitan capital y yo quiero invertir. No tengo prisa por recuperar la inversión.
—Justo está.
—Sí, Rómulo busca opciones para mí y casualmente me presentó esta y me gustó.
Ella alzó una ceja y se cruzó de brazos, batió su cabello.
—¿No sabías que era de mi familia?
—No hasta que firmé.
Romeo se mordió el labio inferior y se llevó los dedos a la nariz y se pellizcó de manera leve, pasó saliva. Quiso recordar el discurso que había ensayado, pero su mente era una mezcla de los recuerdos de los sonidos que salieron de la boca de Astrid aquella noche y la de su imagen frente a él en ese instante, su pulso se disparó porque su mente se estaba yendo a lugares peligrosos, aplaudió fuerte para llamarse la atención a sí mismo y volver al momento presente.
—Me alegra que sea de tu familia, seremos socios, me emociona la idea.
—Bueno, es Martino quien está al frente.
—Martino claro, hay una serie de requisitos y condiciones que puso el equipo de Rómulo para esta negociación.
—¿Qué condiciones?
—Qué un representante de la familia debe estar al frente del negocio, debe hacer parte del equipo gerencial y formar parte activa de la junta directiva, también yo lo haré. Tomaremos juntos las decisiones necesarias para sacar adelante la compañía.
Astrid sonrió de medio lado, lo miró de arriba abajo, clavó su mirada intensa en él luciendo una media sonrisa cínica.
—Eso quieres, tenerme a tu lado de forma obligada. Está bien, un miembro de la familia estará al frente: Carla está capacitada, incluso mi propia madre, yo tengo una vida y un trabajo en Europa y pienso volver a esa vida cuando se termine de legalizar este asunto.
Romeo ladeó la cabeza, sabía que ella ofrecería esas opciones. Se preguntó qué estaba haciendo, debía bastarle con ayudar a la familia de Astrid, poner el dinero que necesitaba y seguir con su vida; sin embargo, quería aprovechar la situación para acercarse a ella, desde que supo quién era él no respondía sus llamadas ni sus mensajes, y él estaba desesperado por tenerla cerca, hablar con ella, tenerla en su vida.
—Lo siento, una de las condiciones es que la persona debe tener título universitario validado, y ya investigamos, solo tú lo tienes.
La sonrisa de Astrid se borró y sacudió la cabeza.
—Eres un descarado, ¿qué pretendes? Yo no voy a estar contigo, lo que pasó entre los dos, pasó porque no tenía idea de quién eras, lo único que siento por ti es desprecio y repulsión. No me interesas, no me vas a interesar después.
El rostro pálido de Astrid estaba tornándose rosado, apretaba los puños y su cuerpo temblaba, estaba molesta.
—Aún puedes rechazar la oferta —replicó desafiante, alzó el mentón, ella no tenía opción, y él lo sabía bien después de haber realizado una exhaustiva investigación, rechazarlo sería dejar a su familia en la calle.