Tres semanas después.
Echó una última mirada a las paredes blancas del lugar, se asomó por la ventana y sonrió al ver la bahía a lo lejos, el lugar no era impresionante, sin embargo, reunía los requisitos necesarios para ser la mejor opción: económico, con vista decente, cómodo y estaba ubicado cerca de las oficinas.
—Es tu dinero, pero no sé por qué simplemente no quedas con nosotras y ya —la cuestionó Carla, se volvió a verla.
—Llevo demasiados años viviendo sola, no me sentiría cómoda, y ustedes tampoco.
—Morimos por tenerte en casa todo el día.
Astrid suspiró y la tomó por el brazo para hacer que se asomara con ella a la ventana, señaló la bahía.
—¿No es lindo?
—La casa es suficientemente grande para todas.
—No me vas a convencer, no gastes saliva.
Carla se cruzó de brazos y le dedicó una sonrisa resignada, la luz del sol cubrió su rostro parcialmente y Astrid admiró la belleza opacada de su hermana.
—Te llevaré de compras, iremos a un spa, y a un salón, debes arreglarte esos cabellos, compraremos maquillaje.
Su hermana sonrió con dulzura mientras sus mejillas se ponían rojas.
—No, no soy así, no me va, prefiero lo práctico.
—Yo te voy a enseñar, se puede ser práctica y lucir divina.
—Tú eres hermosa, y sin maquillaje te ves mejor aún, no todas nacemos con esa estrella.
—¿De qué hablas? Eres bella, Carla —exclamó abriendo mucho los ojos.
—Mejor cuéntame cuando comenzarás a trabajar en la compañía —dijo juntando sus manos y dando un pequeño brinco. Astrid puso los ojos en blanco.
Romeo aceptó que solo estuviera vinculada un año de forma obligatoria a la compañía, aunque no pudo evitar el resto de condiciones, como las de participar en eventos sociales y benéficos a nombre de la compañía.
Astrid chasqueó la lengua y suspiró de forma honda, se recostó de la pared junto a la ventana con desgano mirando hacia el suelo.
—El lunes, por eso debo terminar de instalarme lo más rápido que pueda.
—¿Quién es el inversionista? No quisiste decirle a mamá, y me preocupa que sea alguien que nos meta en problemas.
Astrid negó con la cabeza en un gesto suave.
—No te preocupes por eso, es Romeo Valente —dijo y miró por la ventana.
—¿Romeo el gemelo de Valerio?
—Sí, ese.
—No supimos nunca más de ellos, que bueno que te quiso ayudar, no sabía que estaban en contacto.
—No estábamos en contacto, no lo hace para ayudarme, solo es una buena inversión para él. Es médico, cardiólogo.
—¡Vaya! ¿Y todo bien con su familia?
—Supongo, no es como que seamos amigos. Espero no tener que verlo mucho, es un pesado.
—No lo recuerdo mucho, pero no me lo parecía.
—Pues ahora es un presumido que se pavonea como si fuera la gran cosa.
—Ellos eran muy guapos, ¿aún lo es?
Astrid se mordió los labios y aspiró aire, lo soltó, trató de matar la sonrisa que se quiso formar en sus labios imprudentes.
—Normal. Se baña y se peina, tiene dinero, cualquiera diría que es un galán, pero solo en un patán más.
Carla se carcajeó, Astrid se volvió a verla con intriga.
—Qué cómica eres, lo importante es que vamos a estar bien, gracias por el sacrificio de dejar tu vida en Europa, aprovecharemos para tener momentos de hermana.
Astrid le sonrió.
—¿Tienes algo dulce?
Carla buscó su bolso con la vista, abrió con paciencia y sacó un par de galletas, se las entregó en la mano, Astrid las comió enseguida.
—Si tienes hambre podemos ir a casa, comemos, te ayudo con la mudanza luego.
—No, no es hambre, es que toda esta situación me tiene desencajada, tengo los horarios alterados, me provocó algo de dulce.
—Estas semanas han sido duras para ti ¿No?
Astrid afirmó con gesto cansado.
En la revista no le aceptaron la renuncia, acordaron que tendría un año sabático, pero antes debió cubrir un lanzamiento importante a distancia, había dormido poco, comido menos, no había tenido tiempo de visitar la compañía Cuéllar para instalarse.
—Te llevo a casa, iré al hotel a descansar un poco para continuar mañana con la mudanza.
Sonó su teléfono, caminó con Carla hacia el estacionamiento del modesto edificio, era Martino.
—¿Cómo estás, Astrid? No habías respondido mis mensajes, ni los correos.
—He estado ocupada, lo sabes, he dormido que si dos horas diarias ¿Qué pasa?
—Romeo ha insistido en ocuparse de tu mudanza, pero no he obtenido información de tu parte, quiere cubrir los gastos de hospedaje, transporte, todo, sabe que estás dejando tu vida en Europa para mudarte aquí, dice que quiere hacerte la transición justa y llevadera.