Nunca seré la misma.

Capítulo 2.

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Camila Lansford.

 

«Ahora veo solo en color rojo, no estoy pensando con claridad».

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Veía mi reflejo en el enorme espejo que había en el estudio de danza clásica y contemporánea a dónde de ahora en adelante debía venir a recibir clases, tenía el papel protagónico de una obra de teatro titulada: NUNCA SERÉ LA MISMA. Sera presentada a toda la facultad a finales de año, en diciembre para ser exactos. Era la primera en salir en escena bailando con un vestido color champagne lleno de brillos por todos lados, zapatillas de ballet. Mis demás compañeros también bailarán pero detrás de mi, y mi compañero de protagonista que hará del chico prohibido.

Ya que es así, interpretaré el papel de una chica que se enamora de alguien mucho más mayor que ella y que tiene pareja, él igual sentía lo mismo e incluso era mucho más fuerte e intenso desde su punto de vista. Lo cierto es que ambos nunca terminan juntos, ella por no querer arruinar la vida de él y la de su pareja, y él por respetar su decisión.

—¡Muévete más Camila!.—me grita la profesora encargada de la coreografía.

Cómo pude me sostuve bien de la manos de mi compañero y si la vuelta que la profesora por horas nos había explicado, cerré mis ojos para no marearme tanto y salió como ella quiso. De inmediato cuando me detuve mi compañero me agarró de las piernas y me elevó por encima girando y bajándome lentamente hasta quedar nuestros rostros juntos, cerca, viendo nuestros labios, metiéndonos dentro de nuestro papel.

—¡Maravilloso!. ¡Encantador!.—exclama extasiada la profesora aplaudiendo desde su lugar.

—Buen trabajo, Camila.—me halaga mi compañero, soltándome.

Reí sintiéndome feliz de estar haciendo algo que verdaderamente me gusta mucho.

—Tu igual, Karl. Lo hicimos genial.

El rubio se aleja para encontrarse con su novio, el cual llevaba bastante rato viendo como ensayamos. Entro en el baño del estudio y cambio mi ropa por una más cómoda y me voy, camino por las frías calles de Beckinsale sintiendo la fresca vestida de otoño rozar contra mi rostro, moviendo mis desordenados cabellos.

Anoche fue todo bastante raro para mí, encontrarme con el hermano de Víctor al cual no conocía hasta ayer en la fiesta. Era completamente diferente a mi novio en todo sentido, William o Beckinsale como me pidió tutearlo, era un hombre atractivo y bastante minucioso, cuando quería entablar una conversación con él fue cuando se largó de la mesa. De pronto, no verlo más se sintió raro, ya me había acostumbrado a esos segundos que estuve con él en la mesa a sentir sus orbes verdes fulminar cada fibra de mi cuerpo.

¡Qué carajos, Camila!. ¡Reacciona niña!.

Y vaya que debía hacerlo, William me resultó más interesante que Víctor, incluso más que él. Y estaba mal puesto que trataba de mi cuñado, el hermano de mi pareja, alguien que estaba totalmente prohibido para mí y yo para él, entre nosotros no podía ocurrir algo más que no fuera una amistad.

—Un café con leche.—ordené cuando ya era mi turno. Al segundo me dieron mi orden y me ubiqué en una mesa que se encontraba en el fondo del café sola, cerca de la ventana y dónde podría pensar con claridad.

Dejé mis pertenencias a un lado de mi asiento y me centré en disfrutar del sabor que desprende mi café, siendo completamente feliz viendo las hojas de otoño caer sobre el asfalto. Viendo a todos pasar sonrientes, parejas enamoradas viviendo todo lo que sienten y profesen. De pronto unos ojos verdes aparecen en mi mente logrando que me ahogue con el sorbo que había bebido, de verdad debo mantenerme alejada de William.

El café no estaba tan lleno como acostumbra, solo habían como máximas seis personas, eso sin contarme. En las cornetas del lugar sonaba una canción conocida aunque algo vieja, pero que sin duda no deja de ser un éxito.

Never be the same sigue encantando

—Lansford.—una persona se sienta conmigo.

—¿Qué hace aquí?.—dejé de lado mi café viéndolo confusa, de repente nerviosa y pasando saliva pesadamente cuando sus flamantes orbes se instalaron en mí, como si de una obra de arte tratara.

—He venido por un té, la encontré sola y pensé que podía hacerle compañía.—dice simple, comenzando a darle vueltas con una cuchara al té humeante.—¿Le molesta?.—masculle ahora en voz baja.

William tenía el cabello desordenado, usaba un suéter azul marino que le quedaba demasiado bien. Y sus ojos, madre mía siempre he considerado que los hombres más guapos son los que tienen los ojos verdes o azules.

—Para nada.—me puse recta, un poco intimidada por su presencia quizás.—¿Ha sabido algo de Víctor?, tengo horas sin verlo, no me ha llamado.

William frunce sus labios, desvía por un segundo la mirada a la ventana y regresa a verme al segundo, con tanta intensidad.

—Está en casa estudiando.—suspiré más calmada, sonreí al saber que mi novio no estaba en algún otro lugar haciendo solo Dios sabrá qué. Víctor era tan responsable con sus deberes académicos.

—Supongo que estará estudiando para sus parciales finales.—Beckinsale asiente.

—Cuénteme de usted, Lansford, anoche no nos dio oportunidad de conocernos mejor.—propone, me agarra desprevenida..

—No se que quiera saber, William.—me elevé de hombros.—Mi vida es aburrida y poco interesante.

—Debe de haber algo, alguna pasión, algún hobby, algún autor favorito.—le da un sorbo a su té.—A mi por ejemplo me fascina la música clásica, las obras de teatro que transmiten alguna historia y leer, podría pasar horas entre libros y no me cansaría.

Reí, William es la clase de hombre que cualquier mujer aficionada con la lectura querría. El poder tener una pareja que tiene tus mismos gustos.

—Bueno podría decirte que me gusta bailar, las artes escénicas y pasear por parques siempre y cuando sea en otoño.—miré por la ventana y me sentí enamorada, amaba con desenfreno la estación de otoño.




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