Nunca seré la misma.

Capítulo 6.

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William Beckinsale.

 

«Y podría intentar huir, pero sería inútil. Tú tienes la culpa, con solo una dosis de ti, sabía que nunca seré la misma».

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—¿Cómo es que me convenciste al menos?.—amarro de mala manera bien la corbata a mi cuello, y paso a ponerme mi saco sin quitarle de encima la mirada a Bertrand.

Imagínate llegar de tu trabajo y encontrarte con la noticia que te han conseguido una cita a ciegas con una mujer que no ves desde que estabas en el instituto.

—Es por su bien, Señor Beckinsale.—es lo que viene recordando desde que me comencé a estresar.

—No recuerdo como era ella Bertrand, puedo arruinarlo todo con solo abrir mi boca.—de mala gana salgo de mi habitación con él pisando mis talones.

Es decir tenía años sin ver a Candace y que de la nada, de un día a otro este saliendo con ella, es estúpido. Pero viéndolo desde la perspectiva de Bertrand consigo una buena razón, si quiero seguir con mi vida ahora que Camila dejo claro que nunca estaría conmigo. Candace Willow es una buena chica y aunque no recuerde nada de ella lo intentaré.

—¿Qué pasa si durante la cena ella no me convence?.—le pregunto dándome vuelta para mirarlo, no quiero ir.

—Me manda un texto Señor Beckinsale y yo de inmediato le llamo diciendo que la Señorita Fanny incendió la bañera de su alcoba.—reí nadie nunca creería eso.—Ahora váyase, lárguese a su cena y no vuelva hasta tarde.—y cierra la puerta en mi cara, pasándole seguro igual.

Entré en mi deportivo y lo puse en marcha hasta el restaurante donde me estaría esperando la Señorita Willow, era uno de esos costosos y exclusivos de Portugal. De camino fue tranquilo, algo inquieto por no saber cómo tratar con ella luego de bastantes años sin vernos y sin hablarnos. Cinco minutos después y ya me encuentro dándole las llaves de mi coche al ballet parking.

—¿De quién es la reservación?.—me preguntan en la entrada.

—William Beckinsale.—y es así, Bertrand hizo la reservación a mi nombre.

El señor encargado busca en su tableta y asiente, con la mano me indica que le siga por el restaurante. Habían muchas personas dentro cenando y más en la entrada esperando por una mesa, salimos a una zona más íntima dónde puedo apreciar una cabellera rojiza, ¿será ella?.

—Que disfruten su cena.—y se va dejándome con la cabello rojizo.

¿Desde cuándo Candace cambió su color de cabello?.

—William pensé que no te vería más nunca.—nos saludamos rápido con un beso en la mejilla, y la acompaño en la mesa.—Ordené vino para ti, espero no te moleste.

—Descuida.—En realidad no me gusta para nada el vino, soy más de whisky o un tequila bien fuerte. El vino para mí era dulce, algo insípido que solo tomaba cuando mi madre o Bertrand me obligaban.

Ella tenía puesto un vestido rojo brillante, su cabello fuego suelto cayendo cómo cascadas sobre su espalda ancha, enormes y flamantes ojos dorados y unos labios rellenos cubiertos de labial rojo. Ella sin duda no era mi tipo, no tiene algo que me guste y no me agrada.

—¿Cómo está la Señora Beckinsale? Tengo años sin verla y hablarle, mi madre igual.—inicia la plática.

¡Ya William, para de juzgar y concéntrate!.

—Está bien gracias a Dios, disfrutando de tener a sus tres hijos juntos finalmente.—me elevo de hombros.—No se que más contarte, mejor dime cómo se encuentra tu madre supe por la prensa que se está divorciando por quinta vez.

Su madre era muy inestable en los matrimonios, no pegaba con ninguno de los hombres con los cuales se casaba y, que yo recuerde muy bien, le culpaba a Candace por ello y por su belleza. La madre le envidia ya que sus esposos terminan enamorándose de su hija y no de ella como siempre espera.

—Genial, ya sabes cómo es ella. En unos días se irá a un crucero con sus amistades, supongo que volverá comprometida o casada.—se ríe dejando a la vista su ortodoncia de color rosado bajo, sus ligas claro está.

—Eso está bien, conoce personas y sale.—pero abusa al casarse apresuradamente.

—¿Sabes? Ya no quiero hablar de mi madre, mejor cuéntame de ti William Beckinsale.—reprimí mis ganas de vomitar, no me gusta como suena mi nombre en su voz. No sé Iguala a Camila en lo absoluto, en ella suena mucho mejor, con un toque que me encanta.

William…

Vale, vale. Me concentro.

—¿Qué quieres saber de mi?, mi vida es aburrida.—odiaba hablar de mi y de mi familia, siempre que salgo con alguien hablamos de temas triviales y no familiares o personales. Eso me aburre.

—Supe por las noticias que habías vuelto de Estocolmo. ¿Por qué no me cuentas como es eso por allá?.—le da un trago a su vino.

—Es hermoso, aunque un tanto húmedo en estás fechas. Estocolmo es la capital de Suecia y me encanta, sus vistas son exquisitas y sus comidas igual.

—¿Y por qué regresaste? Estabas bien por esos lados, aquí solo estás rodeado de familia.—algo incómodo la observo.

—Precisamente por eso volví Candace, extrañaba a mi madre y a mi hermana Fanny.—Ella se miró incómoda por mi respuesta y su pregunta, o está mujer en verdad está interesada en mi o estudia periodismo. Ya que pregunta demasiado.

—Eres más unido con Fanny que con Víctor, ¿no?.

—Ella es mi hermana de sangre y se que Víctor igual pero no siento lo mismo, en cambio con Fanny comparto apellido, padre y madre, misma familia y demás cosas que no quiero contar. En cambio con Víctor solo es el amor de mi madre.

—Entiendo…—se que no lo hace puesto que no tiene hermanos, es hija única.

—¿Y tu padre?.—pregunto.

—Cuando se divorció de mi madre hace años se fue a vivir a Estados Unidos, no se de él desde ese momento que salió de la casa…

Será una noche bastante larga para mí…

Dicho y hecho, pasé una tortura horrible con Candace en la cena y lo peor es que debía seguir viéndola para aparentar estar olvidando a cierta persona. Y si efectivamente la idea de Bertrand funciona ya que he dejado de pensar en Camila, o al menos eso intento, pero no quita que el sentimiento se vaya. Resulta todo lo contrario ya que se intensifica y aunque suene como un mismo maldito debo decirlo, no puedo evitar comparar cada cosa de Candace con Camila.




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