Y nuestros cuerpos y corazón, conectaron dando paso a una ola de sensaciones, que solo al hacer el amor podemos saciar.
KEDAE
Narra Dalia
¡woa! Cómo haz de sufrir en este hotel, su habitación tenía una vista panorámica de la ciudad.
-¿Te gusta amor, cuando pedí la habitación no dude ni un segundo en traerte, así que contempla sin premuras, pero primero ponte esto, en lo que tu ropa se seca-
Diego me entrego una camiseta de él, y a paso apresurado se acercó a mí, -Necesitas ayuda-
Me dijo tan cerca de mi oído que mi cuerpo de inmediato reacciono a su cercanía, empezó a besar mi cuello mientras con sus manos me sujetaba por la cadera, se aferraba tanto a mí que no tarde en exitarme, tenía mucho que no hacíamos el amor, mi cuerpo ardía me pedía más de él quería sentirlo más cerca.
Voltee para empezar a deborar sus labios, -si quiero que me ayudes a quitarme está ropa que nos estorba-
Fue lo último que puede decir antes es de embriagarnos en nuestro cuerpo, Diego empezo a retirar cada prenda, que le impedía ver mi desnudez, mientras yo solo me dejaba llevar por sus caricias, eran tan exquisitas, que comenzaron a salir pequeños gemidos, la respiración de Diego comenzó acelerarse y supe que estába muy excitado, comencé retirar su cinturón y seguido a ello sus pantalones,
Solo quedaba una prenda que separaba su desnudez, de mi cuerpo, por lo que sin dudarlo la retiré, estábamos desnudez, acariciando nuestro cuerpo con la fricción del otro, tenía mucho tiempo que no estábamos de esta forma, que podía sentir como si fuera nuestra primera vez, sentía ese nerviosismo, sentía como Diego entraba de manera delicada a mi ser.
-Te amo Dalia, te amo tanto, que temia no poder volver a sentir tu piel, tus besos, tu cuerpo, tu alma.-
-Diego, te amo... Te amo Diego.- fue lo único que pude decir después de escuchar tan bellas palabras en un momento así.
Hacer el amor con Diego siempre fue tan placentero, que no podía describir lo que me hacía sentir con sus palabras, sus caricias... Sus embestidas fueron en aumento, mi piel se erizaba a tal grado que llegamos justos a la cima de tan gratificante placer.
Estábamos recostados en la cama, abrazando uno al otro, nuestros cuerpos sin desprendía aquel calor pasional, me encantaba llenar mi rosa nasal de su aroma, era tan exquisito.
-Te amo tanto Dalia, hemos pasado por tantas cosas, jamás creí enamorarme de esta manera, eres la mujer de mi vida... No tengo ninguna duda de que eres tú con quién quiero pasar el resto de mis días.-
- De verdad no tengo palabras Diego, te juro que te llegue a odiar tanto, pero el amor que te tengo siempre fue mayor, pero no quita el hecho de que aún tengo miedo de todo ésto, solo te puedo decir que me gustaría estar a tu lado siempre obviamente vivir un día a la vez.-
- Así será amor, Te amo y entiendo completamente tu miedo, pero ahora yo estaré a tu lado, siempre estaré a tu lado.-
Después de aquellas palabras fundimos nuestro labios en un beso tan placentero, que sin darnos cuenta, comenzamos lentamente a acariciar nuestros cuerpos, con sus manos recorría mi espalda, con si boca se hundía en mi cuello, mientras que me pegaba más a él.
Está vez decidí ser yo quien tomara el control, así que sin pensarlo dos veces, gire nuestras posturas, y quedé cabalgando con mis caderas en su miembro ya erecto, le pedí que colocará sus manos en mi para que guiará el galope, era muy placentero sentirlo nuevamente, pero la gran diferencia es que esta vez no llevamos prisa, disfrutábamos el momento, nuestros gemidos y respiraciones, era lo único que se escuchaba de fondo a aquella acogedora habitación...
Nuestras miradas se conectaron nuevamente, y está ves el salió de mi, colocando en una postura más comprometedora, pues estimulaba a la perfección, mi intimidad, tan mágico momento termino, cuando tras correrme más de 3 veces Diego se corrió.
Comenzamos a reírnos como locos, y como no hacerlo, si habíamos estado en diversas posiciones, habías hecho el amor, si, pero también habías llenado nuestras ansias, nuestros instintos, lo habíamos hecho como nunca.
Nos quedamos dormidos, y no supe cuánto tiempo había pasado, pero el sudor de nuestros cuerpos, nos interrumpió cuando me percate que nuestra piel estaba aderida una con la otra.
- JAJAJA será mejor darnos un baño amor...-
Dice Diego mientras coloca un beso en mis labios.
Nos dimos una ducha rápida, y saque mi cabello con el secador, coloque un poco de maquillaje, para tratar de disimular, que me había bañado apenas, tras semejante día pasional, pero mi rostro me delataba, me veía muy deslumbrante.
Llegamos a mi casa y mi padre pidió que pasáramos a su estudio, confieso que sentí un poco de temor de que se percatara que habíamos tenido intimidad hace una hora atrás, sin embargo si fue así, lo supo disimular, ya que nada nos dijo.
-Saldre un par de días, necesito validar, las instalaciones de un nuevo restaurante que pondré, además de ver la opción de una sociedad con un distinguido chef, si los mando a llama es porque quiero encárgate mi joya más valiosa Diego, a mi famila, en estos días que no estaré -
- Claro señor Monzalvo tenga la certeza que velare por su familia.-
-Te agradezco, le pediré a Matilde que prepare el cuarto de visitas, para que puedas quedarte.-
-No es necesario Alberto, me estoy hospedando en un hotel cerca del centro y...-
- Y nada últimamente la inseguridad ha aumentado, y nada me dejaría más tranquilo de saber que estás dentro de la casa, y que mi mujer y mis hijos no estan solos.-
Tras una larga plática salimos de la oficina de mi padre, Diego se retira ya que irá por sus cosas al hotel para acomodarse en la casa... Para mí buena o mala suerte tendré a Diego a dos recamaras de la mía, mi cabeza empieza a idear diferentes escenarios para escabullir me en si habitación, cuando mi padre me saca de mis perverso planes...