Odio las bromas

Odio las bromas

Palabras que deben aparecer en el texto:

– Algo que te haga reír: cosquillas
– Algo que te moleste: mentiras
– Algo que no entiendas: dietas
– Algo que entiendas muy bien: leer
– Una palabra que empiece con Z: Zorro
– Una palabra que empiece con A: amor
– Algo lejano: graduación
– Algo cercano: familia
– El nombre de un amigo o amiga: Gabriela
– Un lugar al que te gustaría ir: Corea
– Un lugar cerca de ti: Parque
– Algo eterno: Libros
– Algo efímero: dolor
– Algo extraterrestre: magia

Título: Odio las bromas
Palabras: 1145 
 


Aprieto el botón del ascensor para bajar al lobby de mi edificio. Vivo en la planta veintitrés, por lo que evito las escaleras a toda costa. Espero solo unos segundos y esta abre con solo una persona en su interior, entro y me coloco frente al espejo de fondo para ir acomodándome el cabello, hay un mechón rebelde que no se queda quieto en su lugar. El joven a mi lado me observa alzando una ceja, le dedico una mirada cortante y me doy la vuelta. Salgo apresurada del espacio reducido y respiro profundo en la planta baja. Voy rumbo a la pijamada que haré junto a mis amigos en casa de Gabriela. Llevo varios libros en mi bolso lo que hace que pese el doble de lo que debería, ellos me llaman adicta, yo realmente prefiero ser adicta a leer que a otra cosa. Atravieso el parque para cortar camino y me detengo frente al semáforo esperando que se ponga en verde el paso de peatones. El mechón de cabello rebelde vuelve a caerme frente al los ojos, esta vez alguien se me adelanta para acomodarlo, cuando me fijo mejor en la persona a mi lado me sobresalto al notar que se trata del mismo chico que vi en el ascensor. ¡Será zorro! ¡¿Cómo se atreve?!

—Gracias, yo puedo sola —expreso seria y cambia la luz, él me ignora y cruza la calle. En la acera se gira para verme directo a los ojos.

—De nada. Me llamo David—sonríe achinando los ojos.

—No recuerdo haber preguntado tu nombre —tiendo a ser muy pesada cuando me encuentro con desconocidos, peor aún cuando no me inspiran confianza.

—Lo sé Alicia —dice mi nombre y me estremezco, ¡me anda acosando!

—¿Cómo sabes mi nombre? —Exijo comenzando a enojarme todavía más.

—Como supuse, no me recuerdas. Es normal, nos vimos por última vez en la graduación del bachiller —baja la mirada y guarda sus manos en los bolsillos de su pantalón.

—¡¿Estudiamos juntos?! —solté con los ojos abiertos a punto de salirse de órbita.

—Tienes pésima memoria para ser una lectora compulsiva. ¿Recuerdas todos los libros que has leído? ¿O también los olvidas cundo ya no los necesitas? —Se cruza de brazos.

—Lo siento, no te recuerdo. No es como si fueras parte de mi familia o mi mejor amigo. ¿Estás seguro de que nos conocíamos?

Negó con la cabeza y bufó, parece molesto. ¡¿De dónde habré sacado a este acosador?!

—¿Te llevo el bolso? Luce pesado —dice sin modificar su tono de voz calmado.

—No gracias, estoy apurada —avanzo agarrando el bolso con fuerza.

Volteo de vez en vez y él continúa siguiéndome. Paro y lo encaro.

—¿Por qué me sigues?

—No te sigo, ambos vamos para casa de Gaby. No voy a tomar el camino largo solo porque a ti te moleste mi presencia Alicia —pronuncia mi nombre con determinación y énfasis. ¡Diablos! Este chico me pone nerviosa.

—Ve adelante —ordeno con tono demandante.

—Muy bien, si quieres seguirme tú, no hay problema. ¿Te llevo el bolso? —Vuelve a insistir y niego con la cabeza.

Él camina delante relajado y yo detrás nerviosa, atenta cualquier detalle sospechoso. Por algún motivo sigo desconfiando de este chico a pesar de que aparentemente también lo invitaron a la pijamada.
Se detiene frente a la casa de Gabriela y toca el timbre. Ella abre sonriente y radiante.

—¡David! —Grita eufórica ¡¿Hombre como has cambiado?! —Lo abraza dejándome pasmada.

Gabriela lo conoce, él me conoce y yo no lo recuerdo. Mi memoria no es tan mala, como bien dijo “David” soy lectora compulsiva y recuerdo cada detalle de los libros que me he leído desde el primero. ¿Cómo olvidé a mi compañero de clases?

—¿Ali? ¿Ali? ¡¡¡¡Alicia!!!! —Grita Gabriela y brinco en el lugar.

—¿Por qué gritas?

—He mencionado tu nombre unas diez veces y tú andas en el limbo —mira de reojo mi bolso—.¿Cuántos libros hay ahí?

—Tres —afirmo satisfecha.

—¿Los leerás todos hoy?

—Si debo mantenerme toda la noche despierta esta es la mejor opción.

Ella rueda los ojos y me arrebata el bolso entregándoselo a David.

—¡No te recordaba tan poco caballeroso! —Se queja y entra dando zancadas a su casa.

—Le pregunté dos veces si quería que la ayudara y me dijo rotundamente que no —excusó él.

Gabriela y Marco, su hermano mayor, me miraron extrañados.

—Ali, ¿y esa poca confianza con David?

¡Mierda! ¿Marco también lo conoce? Mi cabeza esta a punto de explotar.

—No lo recuerdo —admito apenada—. No sé quién es David, lo siento.

—¡¿Qué?! —gritan los hermanos a la vez.

—Está bien, siento un enorme dolor en mi pecho porque me olvidarás con tanta facilidad, pero no te guardo rencor.

—De seguro no te olvidaste por completo. David es el chico que viajó a Corea al finalizar el bachiller. ¿En serio no te acuerdas ni un poquito? —Gaby me da datos y mi mente continua en blanco.

—Tal vez recuerdes sus trucos de magia, David es un mago excepcional. —añadió Marcos y yo me tiré al sofá rendida.

¿Cómo pude olvidar tan fácilmente a una persona con la que compartí una etapa entera de mi vida?

—Alicia —David colocó su mano en mi hombro—, no lo fuerces más, si no me recuerdas entonces crearemos nuevos recuerdos ahora —volvió a sonreír achinando los ojos.

—Gracias por ser tan comprensivo.

—Bien, comencemos, déjame ver qué libros tienes ahí. En todo el camino pensé que llevabas un millón de dólares o algo igual de valioso ahí dentro —todos comenzamos a reír a carcajadas.



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En el texto hay: amigos, bromas, retos

Editado: 07.01.2022

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