El regreso de Otabek marcó una pérdida en la noción del tiempo, había conseguido en parte lo que Víktor le pidió sin embargo nada les fue útil ya que nadie se había mudado a Perovo en los últimos dos meses y la únicas compras de propiedades en ese año pertenecían a dos apellidos, uno extranjero y el otro local.
- Hemos llegado a un callejón sin salida.- dijo Otabek refregando sus ojos.
- ¡Algo tiene que haber!- exclamó Chris un tanto desesperado.
- El único registro de compras de propiedades en este año pertenece al señor Katsuki y a la señora Babicheva, no hay más.- respondió Otabek igual de desesperado.
- Nada parece concordar con las cosas que han sucedido desde que el tren llegó...- Víktor vio las hojas sueltas y recostó su sien en el dorso de su mano- Algo no encaja en todo esto.- susurro para sí.
Sus ojos cayeron sobre el reloj de cuerda que colgaba sobre la pared, entrando en cuenta que ya pasaban de las nueve y media, se suponía que iría a hacer una transfusión a la joven Sara, se despidió de Chris y se fue en una calesa que le proporcionó su amigo. Al llegar se sorprendió de ver la ventana de la habitación de Sara abierta y fue rápidamente, al llegar arriba la encontró parada frente a la ventana contemplando el exterior, detrás de él subió Mickey alarmado al ver el rostro de preocupación que llevaba el doctor.
- ¿Quién abrió la ventana?- preguntó algo molesto.
- Acababa de bajar y estaba cerrada, en todo el día no salió de cama a pesar que decía sentirse mejor.- dijo el castaño viendo a su hermana de pie frente a la ventana.
- Es hermosa... Las farolas de la ciudad brillan tanto como sus bellos ojos...- comentó la dulce voz de Sara.
- ¿De quién hablas?- preguntó Mickey con tono molesto.
- Parece estar alucinando.- dijo Víktor acercándose con cautela.
Sara seguía sin voltear a ver hacia atrás y de la nada su cuerpo rígido se volvió lánguido y se desplomó, Víktor alcanzó a detenerla antes de que cayera al suelo y Mickey la cargo para llevarla a la cama, antes de cerrar la venta a la distancia se escuchó un aullido que captó la total atención del peliplata quien se quedó observando por un instante hacia los pastizales lejanos, con la densa noche no se podía distinguir nada así que solo cerró y se dedicó a atender a Sara quien se veía pálida y cansada. En un chequeo de sus signos vitales Víktor determinó que solo había sufrido los efectos secundarios de pasar postrado en cama por días y después levantarse de golpe, comenzó la transfusión de sangre y vio como la vida volvía al cuerpo de la chica, esa noche también pasó velando su sueño, con las flores de ajo colgadas en toda la habitación, el polvo de plata y el agua bendita mojando cada hendidura. Se quedó sentado en un sillón que estaba colocado en una esquina que daba de frente a la cama de Sara y a la puerta de la habitación, con su mano metida en el saco y con la otra sosteniendo su cabeza que por momentos era vencida por el sueño.
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Sus ojos se abrieron en medio de un enorme pastizal, divisó a lo lejos los corrales de las ovejas que dormían cálidas en su lana mientras él temblaba por el agudo frío, estaba totalmente solo en aquel lugar y las nubes dejaban pasar un poco de la luz de la luna que estaba próxima a ser llena, camino un poco hasta que a la distancia vio a una persona con una gabardina roja larga hasta los tobillos, esa persona parecía hacerle señas con la mano de que fuera hasta ella, Víktor no dudó en caminar, se sentía hipnotizado, las pocas veces que su subconsciente trato de reaccionar el viento lo empujó a seguir caminando, un viento que parecia tener vidaa propia y que solo deseaba su avanze a costa de todo, cada vez más se acercaba a aquella silueta de la cual solo se podía ver la tela roja que le cubría, la razón de Víktor le gritó que no tenía porqué estar ahí y que se suponía que debía cuidar a la joven Crispino, se detuvo en seco analizando la situación y comprendió que no estaba del todo bien.
- ¿Quién eres?- gritó retrocediendo un poco.
No hubo respuesta pero la silueta extendió sus brazos en un llamado silencio a que continuara caminando.
- ¿Que quieres de mí?- volvió a gritar Víktor exasperado por no tener respuesta.
- Que corras a mis brazos.- susurró una voz cerca de su oreja.
Víktor volteo rápidamente esperando ver al dueño de la voz pero estaba completamente solo en aquel lugar.
- ¡No estoy para juegos! ¿Quién eres?- su voz destilaba enojo total.
- Soy quien te hará caer de rodillas y quién te llevará a tocar el cielo de placer... Blasfemaras sobre mi cuerpo.- un aire frío chocó contra su cuerpo.
Víktor vio como la silueta comenzaba a alejarse y decidió seguirla, por más que corría no podía darle alcance, vio como eso atravesaba las rejas de un cementerio y él al pasar las empujó haciendo que el rechinido oxidado de estas le dieran escalofríos, se adentro en el cementerio en una oscuridad perpetua ya que las nubes estaban ocultando a la luna, a duras penas podía ver un pie adelante pero siguió caminando, buscando al dueño de la silueta. Cuando las nubes pasaron vio que se había parado frente a una lápida, que tenía una cruz muy alta, al leerla sintió un temblor incontrolable en todo su cuerpo.
"Aquí ya hace Víktor Nikiforov, un joven y brillante doctor que entregó su vida a los cielos mediante una soga en su cuello."
Su respiración se cortó por unos instantes y vio con más claridad que la tumba estaba abierta, adentro estaba un ataúd forrado con satín gris, una mano con dedos largos y uñas punzantes le empujó en la espalda haciéndolo perder el equilibrio, cayendo en el ataúd.
- Viviremos la eternidad juntos...- vio la silueta parada frente a él y caer al ataúd también.
Víktor quiso alejarlo impedido de poder gritar por ayuda y se levantó cayendo entonces al suelo de rodillas.
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Editado: 17.01.2021