Ojos Escarlata

VII

Víktor no había podido dormir bien desde su llegada, buscaba a un vampiro pero ya el vampiro parecía él, durmiendo de día y velando en las noches, después de afeitarse decidió dar un paseo por el pueblo para distraerse, Chris estaba con sus pacientes y el loco que había tenido que curar hace días atrás, antes de salir se lo topó.

- Gracias por ayudarme mi buen señor.- comentó el hombre al verlo.

- No hay de que, es mi deber y mi pasión ayudar a las personas.- dijo dándole una palmada suave en el hombro.

Las enfermeras limpiaban y cambian los vendajes diario sin embargo las heridas parecían no querer sanar.

- La bestia intentó llevarme y yo me resisti, ahora estoy mal herido.- agachó la cabeza triste.

- Traeré una medicina que le hará sanar más rápido...- dijo Víktor viendo como el hombre sonreía.

No le gustaban los locos pero tampoco era de piedra como para no sentir compasión por ellos, salió a dar su paseo planeado y cuando llegó al parque sacó su diario para hacer algunas anotaciones en el, a lo lejos vio a aquel hombre con el que había hablado el primer día que estuvo en el parque, cada tarde que salía le veía caminar por ahí o sentado en una banca lejana, a veces acompañado o solo y ese día iba acompañado de una joven rubia vestida de seda y lino. Bajo su vista cuando fue pillado por la joven, decidió seguir con sus escritos y olvidarse de ese hombre, mientras escribía vio una figura pararse frente a él y al alzar la vista su corazón dio un vuelco, era el hombre junto a la dama.

- Es un gusto verle de nuevo mi buen amigo.- comentó sonriendo.

- El gusto es mío.- se puso de pie y extendió su mano a lo que el hombre la estrecho.

- A la distancia parecía un acosador viéndote.- comentó la mujer con irritación en su voz y un tono más ronco y algo tosco.

- Me disculpo por eso señorita.- dijo apenado Víktor.

- No le haga caso, nació con el humor de una anciana ermitaña.- rio y la rubia parecía querer matarlo.

- Claro, mejor quédate con el anciano y yo voy a pasear.- se soltó del brazo y vio de pies a cabeza al peliplata.

- Yura, es cuatrocientos años menor que tu y su cabello es hermoso.- respondió el pelinegro en forma de reto suave.

La mujer resopló y se alejó dejando a los dos hombres solos y a Víktor muy incómodo.

- Le apetece caminar conmigo ahora que se ha ido por su lado.- sonrió viendo al peliplata.

- Lamento haber sido el causante de que se quedara solo.- se volvió a disculpar.

- Descuide, hace rato me quería deshacer de su presencia, adora salir a caminar en las tardes de nubes pero no es muy elocuente y tampoco amable.- ambos comenzaron a caminar.

- La última vez no le pregunté su nombre.- dijo Víktor.

- Me disculpó por eso, soy el conde Katsuki Yuuri... Bueno Yuuri Katsuki, aún no puedo desarraigarme de la costumbre de anteponer mi apellido a mi nombre.- sonrió de lado.

Víktor reconoció rápidamente el apellido pues era uno de los nombres que aparecieron en los documentos del procurador y que había adquirido propiedad en Perovo a principios de año.

- Es un lindo nombre, el mío es Víktor Nikiforov.- se presentó adecuadamente está vez.

- Viktoru Nikiforov... Lamento mi pronunciación.- se disculpó algo sonrojado.

Víktor rio al escuchar su nombre con una vocal agregada que lejos de parecerle desagradable le gusto la forma en que fue dicho.

- Casi suena mejor así.- vio a Yuuri quien sonreía al igual que el.

- Pero correctamente es Víktor Nikiforov.- dijo pronunciandolo tal cual era.

- ¿De dónde es usted?- pregunto el peliplata.

- Yo vengo de Japón, siempre quise vivir en Rusia y desde que tuve la oportunidad me mudé.- dijo Yuuri.

- Espero que mi país no le haya decepcionado.- comentó Víktor.

- Para nada, es un hermoso país y sus habitantes son muy joviales.- tomó el brazo de Víktor y lo guío a una banca algo alejada.

Víktor y Yuuri estuvieron charlando por dos horas consecutivas contando sus historias y anécdotas de cuando eran más jóvenes, Víktor no le calculaba más de veintitrés o veinticuatro años sin embargo era tan culto y estudiado que aparentaba más años.

- ¡Mire la hora que es, ya le quite mucho tiempo!- exclamó Yuuri al oír las campanas de las tres.

- Descuida, no tenía nada que hacer hasta la noche.- comentó Víktor deseando que la conversación no muriera ahí.

- La noche es para los amantes.- comentó Yuuri recostandose más en el metal.

- Oh no, nada que ver, mis noches las paso cuidando la salud de una señorita.- sonrió viendo al chico.

- ¡Jajajajaja, lo lamento no quería ofenderle, su esposa me mataría si escuchara mis palabras insinuantes!- Yuuri sonrió dejando ver sus dientes que parecían porcelana.

- Quien me va a matar va a ser su esposa por haberla privado de su paseo de la tarde... Yo sigo soltero.- ambos se vieron con cierta provocación en sus ojos.

- No era mi esposa, yo también sigo soltero ya que aún no he encontrado a la persona indicada a la cual otorgar el título de condesa o quizás conde, uno nunca sabe de quien llegara a enamorarse aunque mi corazón se siente atado a alguien especial.- jugueteo un poco con su sombrero.

- ¿La está buscando?- cuestionó Víktor aún más curioso.

- Si, hace veinte años atrás me enamoré de un par de ojos azules, tan hermosos como el mismo cielo de primavera.- confesó Yuuri viendo al peliplata.

- ¿Veinte años? Serías todavía un bebé cuando viste esos ojos.- dijo un tanto burlón.

Yuuri guardó silencio por unos momentos y después vio la hora en su reloj de bolsillo hecho de oro fino.

- Ya es verdaderamente tarde mi buen amigo, me temo que ya debo irme.- se puso de pie.

Víktor se levantó rápidamente y le tomo la mano evitando que se alejara más en un acto muy impulsivo.

- ¿Es necesario que te marches?- pregunto con desespero.




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