Ojos Escarlata

IX

Después de el entierro de las mujeres Crispino los tres regresaron de emergencia al sanatorio ya que el señor William se había descompensado muchísimo, Víktor tuvo que curar varios arañazos que el mismo se provocó en las piernas, también le dieron un sedante muy fuerte para que dejara de gritar a todo pulmón, después del incidente los tres se fueron a encerrar a la oficina de Chris pues necesitaban analizar las cosas que han ocurrido.

- ¿Que vamos a hacer?- preguntó Otabek.

- El vampiro mató a Sara y un perro a su madre.- dijo Chris cabizbajo.

- No hay ningún registro que nos dé alguna pista sobre quién podría ser el culpable.- dijo Víktor un tanto frustrado.

Antes de que siguieran hablando escucharon dos golpes suaves en la puerta a lo que Chris dio el adelante para que entrara quien fuera.

- Lamento interrumpir vuestra velada.- Chris se sorprendió al ver a Phichit.

- Phichit ¿Que haces aquí?- se puso de pie sin comprender cómo había salido de su habitación.

- Le dije que no estaría aquí mucho tiempo y vine a entregarle el libro que me prestó.- lo extendió y el mayor lo tomo.

- ¿Quién te dejó salir?- cuestionó en tono serio.

- Todos los pacientes han salido y Gabernet ha escapado de su celda de aislamiento.- Phichit se dio la vuelta y salió rápidamente.

Los enfermeros no tardaron en llegar el informar que William Gabernet había escapado, los tres salieron rápidamente a buscarlo pues era un hombre que claramente mal de la cabeza y había sido muy agresivo ese día en específico. Buscaron en todo el manicomio, revisando hasta el último rincón, parecía haber sido tragado por la tierra.

- Doctor Giacometti, el señor William acaba de saltar por una de las ventanas al patio de enfrente.- dijo el chico muerto de cansancio.

- ¿En qué momento?- cuestionó Chris confundido.

- Vamos a buscarlo, si está mal puede lastimar a alguien.- dijo Víktor preocupado.

Desde que Phichit entró a la habitación en su interior se desató una tormenta de malos presentimientos, había algo en esos ojos tan oscuros que le indicaron peligro, mientras buscaba a Gabernet en el ala oeste del hospital, el área más apartada que había en el lugar sintió como si alguien le seguía y en un par de ocasiones vio una sombra blanca que pasaba tras él, cuando intento verla con claridad se dio cuenta que no había nadie más que él mismo en el lugar, mientras regresaba con los demás vio a un murciélago parado cabeza abajo en el marco de una ventana, era un animal muy grande y de un pelaje oscuro, intento auyentarlo pero el murciélago no si inmutó ante sus ademanes.

Salieron del lugar rápidamente y entonces vieron a William correr entre las casas, los tres fueron tras el a pesar que el hombre era rápido ellos se acercaban rápidamente, William se dirigía al cementerio y al llegar a este atravesó las puertas pues estas estaban abiertas, la luna llena brillo en todo su esplendor cuando las nubes oscuras dejando ver mejor aquel lúgubre lugar, William iba entre las lápidas corriendo totalmente perdido en su propia locura, cuando se detuvo de un mausoleo escuchó un gruñido animal y se quedó parado observando las sombras, los tres iban corriendo y sintieron un alivio cuando vieron que William se había detenido pero después de eso vieron pasar una sombra y el hombre cayó al suelo.

- ¿Qué pasó?- exclamó Chris viendo al hombre con el pecho destrozado.

- ¡No estamos solos!- Víktor observó hacia todos lados.

- ¡Está sangrando demasiado!- Otabek le puso su bufanda en el pecho para detener la hemorragia.

- Los cortes son demasiado profundos, si no lo sacamos de aquí morirá.- dijo Víktor atendiendo al hombre.

- ¡Por el amor de Dios!- Otabek palideció al instante.

Chris y Víktor lo vieron confundidos, el chico estaba observando hacia la colina del cementerio así que ambos voltearon y un escalofrío les recorrió todo el cuerpo, en la cima de la colina estaba parada Sara con una sonrisa lasciva, los labios pálidos con los que habían enterrado a la chica ahora estaban de un tono rosa y su piel se veía perfecta, llena de vida.

- ¡Esto no puede ser posible!- a Víktor le temblaban las piernas al verla.

- ¡Christopher!- gritó Jonathan llegando con varios enfermeros.

El hombre cayó sentado al ver a Sara quien no se movía de su lugar, los enfermeros se quedaron hechos piedra y otros más salieron corriendo.

- ¡Papá, debemos sacarlo de aquí!- gritó Chris.

Si Sara era un vampiro, un fantasma, un demonio o lo que sea, el estaba más preocupado por la vida de William, el hombre reaccionó y ordenó a los enfermeros a ayudar.

- El ya viene... Viene por todos nosotros.- alcanzó a decir Gabernet ahogándose con su propia sangre.

Un aullido se escuchó a la distancia y entonces vieron a un par de lobos aparecer tras Sara, el vestido blanco ondeaba con la brisa fría de la noche, su cabello negro brillaba con la luz de la luna y ella se agachó para acariciar a los lobos quienes gruñian viendo a todos los que estaban en el cementerio, eran por lo menos quince metros de distancia entre Sara y los hombres.

- Dudó que nos dejen salir de aquí con vida.- dijo Víktor metiendo su mano derecha en su saco.

- ¿Que vamos a hacer?- cuestionó el señor Jonathan.

Escucharon unas gárgaras que provenían de la boca de William y el brillo de sus ojos se apagó por completo, su pecho dejó de moverse con las respiraciones, había muerto desangrado por los cortes tan profundos que tenía en su pecho y otros en parte de su garganta.

- Corran y no se detengan...- Víktor se levantó y se paró firme entre los demás y la mujer que sonrió.

- ¿Que haces?- Chris se levantó al igual que Otabek.

- ¡Corran ahora y vayan a encerrarse a la iglesia!- grito Víktor con el ceño fruncido.

Jonathan tomó el brazo de su hijo y se echó a correr seguido de los enfermeros y Otabek que seguía atónito, los lobos gruñeron y se lanzaron a correr hacia Víktor, el peliplata sacó una pistola y sin dudarlo le apuntó a las bestias disparándole a una de ellas, el lobo cayó muerto a seis metros lejos de él pero el otro había saltado entre unas lápidas y se había perdido entre las sombras que estás producían, sintió su sangre helarse cuando escuchó la carcajada burlona de Sara, al verla ella ya se iba alejando y sin dudar fue tras ella.




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