Ojos Escarlata

XI

Una mano huesuda se posó sobre su hombro y un escalofrío recorrió su columna vertebral, todo a su alrededor estaba oscuro y el frío calaba hasta la médula haciéndolo temblar con violencia, a la distancia un aullido y en su oído un susurro del cual sólo entendió la palabra "mío" y ahí una punzada sobre su cuello, se desvaneció después de sentir un líquido caliente resbalar por su pecho.

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Víktor despertó sobresaltado como las noches anteriores, ya había pasado una semana desde que habían tenido su encuentro con el vampiro, no había parado de tener pesadillas sobre su muerte a manos de un monstruo, estaba seguro que algo más peligroso se acercaba ya que se negaba a creer que después de aquellas palabras ese ser del mausoleo lo quisiera muerto. Se levantó y fue a darse una ducha fría, eran apenas las cinco de la mañana y era probable que nadie se haya despertado aún, habían decidido guardar el secreto del vampiro y el hombre lobo para evitar el pánico colectivo o más bien para evitar que los tacharan de locos y terminarán encerrados en su propio sanatorio, eso fue lo que les dijo el señor Giacometti cuando regresaron al hospital además amenazó a los enfermeros que estuvieron esa noche, el caso de Gabernet lo adjudicaron al ataque de un perro salvaje ya que encontraron su cadáver hecho pedazos.

Después de su larga ducha se puso el traje gris que tanto le gustaba, con la camisa blanca y el chaleco azul, los zapatos negros, tenía ganas de salir y despejarse un poco ya que no había logrado hacerlo desde hace una semana, tomó su sombrero y salió sin decir nada a unas de las sirvientas que estaban distraída pensando en que harían para el desayuno, la brisa del invierno era cada vez más intensa sin embargo eso no le importó. Después de un rato y de haber comprado unas manzanas en los primeros puestos de venta se dio cuenta que había caminado bastante, alejándose del hospital, se preocupó bastante al ver las nubes puestas para una tormenta feroz, pensó en volver pero el clima se lo impidió ya que las gotas comenzaron a caer, gordas y fuertes. No había ni un alma ya y tuvo que correr hacia un pequeño puesto abandonado pero que le serviría para cubrirse o eso pensaba hasta que los agujeros del techo colaron chorros de lluvia, suspiro agobiado cuando frente a él se detuvo una calesa muy elegante.

- Mi buen amigo, suba por favor.- era Yuuri.

Víktor no lo pensó mucho y corrió para subir a la calesa de un salto, haciendo que esta se moviera por el impulso que llevaba, escuchó al cochero rebuznar molesto unas maldiciones en ruso hacia él sin embargo los ojos marrones y la sonrisa dulce lo hicieron ignorarlo.

- Muchas gracias, ha sido mi ángel salvador.- sonrió mientras tiraba su flequillo hacia atrás.

- Jajajaja, los ángeles no visten de negro y no son como yo.- sonrió viendo al mayor.

No supo el motivo pero sí pudo ver que esa mirada ya no era la misma inocente que había visto la primera vez.

- Pueda que no sea un ángel pero no negara que me ha ayudado.- Víktor dio un estornudo.

- No lo habré ayudado bien si no lo hago entrar en calor para que no se resfrié.- Yuuri se quitó el grueso abrigo que llevaba y se lo puso a Víktor.

- No quisiera arruinarlo, estoy empapado.- trató de rechazarlo.

- No digas tonterías, pescaras un resfriado y es lo que menos queremos.- se sentó a su lado y pasó su brazo en los hombros del peliplata.

La cercanía que hubo entre ambos hizo que la piel de Víktor se pusiera porosa y los ojos marrón rojizo parecían brillar con cierta fiereza que lo dejaron atontado por un momento, fue algo fugaz pero sintió como Yuuri se iba acercando a su cuello hasta que la calesa paso por una piedra y ambos saltaron dentro.

- ¡Cuidado!- dijo Yuuri molesto pasando a su lugar frente a Víktor.

- Mis disculpa conde.- dijo el hombre con voz grave.

- He arruinado los asientos de piel.- comentó Víktor con la vista gacha.

- Podría perdonarlo si me regalas una de esas rojas manzanas.- Yuuri sonrió.

Víktor se la paso con una gran sonrisa en los labios, no tardaron en llegar ya que el cochero se detuvo y el peliplata pensó que habían llegado al hospital pero se sorprendió cuando la puerta se abrió y noto que estaba en una casa ajena. Dos mucamas llegaron corriendo con paraguas, una para el y otra para Yuuri, las mujeres no vieron al pelinegro y le rindieron una reverencia sumisa.

- Entremos rápidamente, necesita entrar en calor.- dijo Yuuri empujando un poco a Víktor.

Había estado en mansiones pero eso más parecía un castillo moderno, un gran recibidor, las gradas hechas de piedra, la sala y al otro extremo quizás la cocina o el comedor.

- Por favor, retire sus zapatos y sus abrigos.- dijo una jovencita con la vista gacha.

Víktor se quitó el abrigo de Yuuri y después su saco, al quedarse solo con camisa y pantalón otra d las mucamas le pidió que la siguiera, lo llevaron a una habitación bastante lujosa y con una cama inmensa, la mujer le dio unas prendas y después salió. Le sorprendió bastante que fueran de su talla, casi parecían a la medida, un pantalón negro y una camisa color salmón, un par de zapatos a su medida también, todo era nuevo. Bajo y otra mujer le indico que fuera a la sala donde encontró a Yuuri sentado en uno de los sillones con los ojos cerrados y las piernas cruzadas.

- ¿Todo te quedó bien?- pregunto Yuuri abriendo su ojos y sorprendiendo al mayor.

- Perfectamente, muchas gracias por toda tu amabilidad.- sonrió y se tomó la libertad de sentarse.

- Es lo menos que puedo hacer por un hombre que considero amigo mío y que cayó en una inclemencia por el clima.- los leños se quemaban en la chimenea.

- ¿No hubiera sido mejor ir al hospital?- cuestionó Víktor.

- Lo lamento, habías llegado a una zona muy lejos del hospital mental y quedaba más cerca mi casa.- Yuuri se inclinó para servir un poco de té en la taza.




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