Ojos Escarlata

XVIII

En las frías montañas del noreste de San Petersburgo hay un castillo al borde de un acantilado desde el cual se pueden observar los cuatro puntos cardinales, rodeado de aldeas y con caminos sinuosos, donde los bosques en primavera son frondosos y en invierno son una maraña de ramas duras.

Leyendas locales cuentan que hace quinientos años llegó un hombre extranjero a instalarse en aquellas tierras, los habitantes pensaron que solo era un noble muy adinerado que les daba la oportunidad de ganar dinero trabajando en su castillo, pero las cosas fueron cambiando cuando las personas comenzaron a ver qué todos los que iban a trabajar al castillo no volvían a salir de el, una noche cansados de aquellas desapariciones extrañas se armaron con hachas, tridentes, espadas y antorchas, dispuestos a sacar información de aquel hombre, antes de salir de la aldea vieron una sombra surcar el cielo y fue la primera vez que vieron al demonio, una criatura alada se paró frente a ellos sobre el techo de la iglesia.

Sus ojos escarlata brillaban como las mismas antorchas que llevaban en mano, sus colmillos se veían como la blanca porcelana, al transformarse en hombre vieron una piel nívea, cabellera sedosa y una sonrisa que desdeñaba la más pura lujuria.

Estaban sorprendidos con aquel ser y nadie se atrevía a moverse ni a cuestionarlo, en un par de veces habían visto al hombre y era el mismo conde que había llegado a aquel castillo, el hombre bajo por las paredes como si fuese una araña haciendo que todos exclamaran sorprendidos, otra criatura alada apareció entre las espesas nubes de la noche, un lobo que caminaba en dos patas como un hombre y sus garras afiladas se dejaban ver.

Los únicos sobrevivientes contaron los eventos que pasaron esa noche, me ha sido difícil encontrar la historia tal cual es, pero me encontré con un viejo vagabundo que conocía los detalles por herencia de sus antepasados.

Al lado del conde se paró una mujer voluptuosa, con sus labios rojos, su menuda cintura y las curvas provocativas lograron dejar a todos los hombres maravillados, pero aquella cara de ángel se transformó en el rostro del mismo mal, la nieve se tiñó de rojo y las personas de aquella aldea quedaron esparcidas en pedazos.

El hombre que me estaba relatando los hecho dijo que aquel ser tenía nombre, un nombre que la mujer mencionó también se transmitió a través de las generaciones. Eros, o algo así mencionó el vagabundo antes de que su cordura se quebrara y terminará gritando y arrancándose el cabello.

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Cuando Víktor termino de leer las primeras páginas del diario vio a sus dos colegas quienes había estado escuchando con mucha atención el relato.

- ¿Eros? ¿Por que Eros?- dijo Chris alzando su ceja derecha.

- Eros es el dios del amor en la mitología griega, debe tener alguna relación o algo así.- comento Víktor observando el resto del diario.

- Es un nombre extraño.- se cruzó de brazos.

- Más extraño es lo que dice en las otras páginas del diario.- comento mientras sus ojos azules viajaban entre las letras.

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Llevo viajando por toda Rusia buscando y dando caza a los demonios de la noche, no he parado de buscar al vampiro Eros ya que en mis viajes he escuchado hablar sobre el y sobre sus acciones, es impresionante todo el poder que ha logrado adquirir a través de esos años de vida, parece como si lucifer lo hubiese traído a la tierra misma, unas leyendas hablan de su poder sobre los elementos y de su carisma para lograr que personas hagan lo que el ordena.

Me he encontrado con el en el desfiladero de San Petersburgo, de su mano iba, lo que yo pensé era una niña de cabello platinado, al voltear y escuchar su voz me di cuenta que era un niño, de cabello largo y grandes ojos azules, no tuve la oportunidad de ver al ser que lo conducía a las montañas ya que una capa de color escarlata le cubría la mitad de su rostro, al verme armado solo se agachó y susurro unas palabras al niño quien asintió y le soltó la mano, extendí la mía y lo vi caminar hacia mi temiendo que fuese una trampa pero al tomar mi mano el hombre se convirtió en una nube de murciélagos que voló sobre aquella montaña de roca afilada.

Dieciséis años han pasado desde que salve al pequeño, no parece recordar nada de lo que vivió en su infancia y eso me alegra, está graduado como doctor y ya es todo un hombre, he tratado de mantener mi distancia pero el y su amigo revoltoso parece que les gusta meterse en problemas, por su valentía me he visto en la imperiosa necesidad de pedirles ayuda ya que me enfrento a un mal que solo no podré derrotar y más porque ese mal busca a uno de los dos.

Estoy consciente que mi tiempo se acerca, mis setenta años no me ayudan para nada pero sé que detrás de mí dejo un buen legado, un hijo al cual nunca le reconocí, un hombre que salve siendo un niño y su mejor amigo que ambos se han vuelto parte de familia, la única que he logrado tener cuando mi vida ya se está extinguiendo, esta misma noche me enfrentare al segundo vampiro más poderoso que he conocido en mi vida, sin dudas estoy muy consciente que el primero, único y eterno será Eros así y solo se conozca cómo leyenda.

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Solo habían escritas cinco páginas con fechas muy diferentes entre sí, Víktor estaba sorprendido pero no quizás más que sus dos acompañantes.

- Tu eras el niño que salvo.- comento Otabek viendo a Víktor.

- Si, hay cosas que no se pueden olvidar por más que se deseen.- desvío su vista a la venta viendo como el sol estaba a punto de salir.

- ¿Viste en algún momento al vampiro?- cuestionó Chris.

- No, jamás le vi el rostro... Me salvó de que mi propio padre me asesinara y camine con el entre la nieve por cuatro días, nunca me faltó alimento o agua y cuando estaba cansado él me cargaba.- Víktor sentía una presión en su pecho y un nudo se cerraba en su garganta cada vez que recordaba esas cosas.




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