Luego de la charla que tuve con Enoc, y de enterarme lo mucho que sufre mi padre Dissaor en silencio, he tomado la decisión de salir al mundo humano e ir en busca de la familia van Euwen. Asesinarlos uno por uno como me aconsejó esta vez hábilmente Naberius, hasta llegar al mayor de mis tíos, aquel que tiene la sangre más cercana a la de mi abuelo Anthony, buscar la forma de traerlo hasta Aradia y lograr la resurrección de Enoc por medio de su sangre. Fruncí el ceño de solo pensarlo, pero era necesario contar con su ayuda…
—¡Naberius, aparece!
El anillo brilló por unos instantes en mi mano, en el suelo se fue dibujando un círculo rojo con un sigilo dibujado en su interior, de él emergió la ya conocida nube negra y envuelto por esta apareció el demonio.
—¡Oh, Hola querida Pandora! —Naberius jamás cambiaba su tono de cinismo al hablar ni siquiera cuando se dirigía a Dissaor en persona—Veo que por fin me necesitas
—Así es, esclavo—apreté los dientes y marqué esta última palabra con molestia—necesito de tus servicios
—¡Oh, vamos! —protestó—parece ser que me he convertido en una especie de mucama, ja, ja, ja.
—Sí, lo eres—repliqué secamente—en fin, ahora no tengo ánimos para tus tonterías, voy a salir en busca de los van Euwen, y en estos momentos no es buena idea acercarme a mi padre, así que dime todo lo que sepas de Johann van Euwen.
—El pequeño Johann, Mmm, déjame pensar—Naberius se cruzó de brazos y bajó la vista unos segundos—Vive en Rockwell, en una parcela a las afueras de la ciudad, está casado con una pobre mujer que parece más un vejestorio que una jovencita a estas alturas, no tiene hijos y se dedica a la industria de los textiles. Era muy cercano con su queridísimo hermano Cassius, aunque si a mí me preguntas, ahí había una relación de más que hermanos, si sabes a lo que me refiero.
No necesité pensar demasiado para entender a que se refería, había incesto entre esos dos hermanos, además era evidente que estaría al tanto de la desaparición de Cassius y debía barajar dos opciones, o estaba alerta y a la espera de un ataque, o había huido y se escondía como una rata de cloaca.
—Iremos a inspeccionar el lugar donde vive supuestamente
—¿No llamarás a tu amorcito? —Naberius me lanzó una mirada de reojo y se rio entre dientes
—Si te refieres a mi hermano Lamec, no es mi “amorcito” y tiene cosas más importantes de que ocuparse aquí en Aradia.
Caminamos en dirección a una de las tres puertas dimensionales, se me había concedido el permiso para salir al mundo humano, luego de la prueba del laberinto, por lo que simplemente con colocar mi mano sobre el mecanismo de apertura, era suficiente para abrirla.
Dentro de esta un torbellino de energía daba vueltas, cerré mis ojos, debía concentrarme en la época exacta a la que quería viajar y en donde deseaba aparecer.
—Puedo tomar tu mano si tienes miedo—se mofó el marqués
Lo ignoré, debía mantener la calma, visualicé a Johann, delgado, alto, de cabello corto y rubio, él era mi blanco ahora y debía encontrarlo. Una vez sentí que estaba correctamente enfocada, levanté la mano derecha y el portal nos tragó a ambos. Solo logré ver un destello de luz, antes de aparecer en una oscura y desolada noche, una enorme casa de aspecto lujoso se erigía frente a nosotros, no había luz en las ventanas y no se veía nadie a simple vista, mas mi olfato no me engañaba, había humanos cerca, la garganta se me apretó, llevaba tiempo sin venir al mundo humano a alimentarme, la sangre que proveían en Aradia no me satisfacía en lo más mínimo, amo sentir el calor de la piel de un hombre desaparecer en mis manos, mientras succiono el dulce néctar de su vida, soy una sanguinaria y no me siento orgullosa de ello, pero ahora con pensar en beber la sangre de Johann, asesinarlo y regocijarme al verlo implorar por su vida, algo parecido a la sensación de excitación humana se apoderó de mí.
—Tenemos compañía, Pandorita—me advirtió Naberius
De las sombras aparecieron diez hombres, robustos y de estatura media nos rodearon en un círculo cerrado.
—El señor Johann, nos dijo que ustedes vendrían—habló el hombre que permanecía en medio del grupo y dando un paso adelante, continuó—nos pidió que les diéramos una cálida bienvenida.
Naberius hizo el ademán de moverse para atacar, pero moví la cabeza en señal de negación, la adrenalina inundaba mi ser, sino tenía hoy la cabeza de Johann, al menos me quedaría con la satisfacción de asesinar a estos hombres y drenarlos por completo.
—Y el señor Johann... ¿Les dijo a lo que se enfrentaban? —Interrogué al líder
Esbocé una sonrisa siniestra, el líder, aunque intentó pretender que no le asustaba, dio un par de pasos hacia atrás y de forma inmediata ordenó el ataque. Unos de los matones se abalanzó sobre mí, rápidamente lo tomé por el cuello con una sola mano y azoté su cráneo contra el suelo, el cual sonó estrepitosamente al quebrarse.