Ojos Rojos Libro Il : Vendetta

Capítulo III "Adagio"

Comenzamos a subir por la escalera, me pareció que era más larga de lo normal, y tenía la sensación de no estar avanzando, pese a caminar por ella.

—Me parece que hemos caído en una sucia trampa—dijo Naberius, deteniéndose en medio de la larga estructura

—Así es—asentí—una trampa de bucle, hemos estado caminando en el mismo lugar y no podremos avanzar hasta que la destruyamos.

Me detuve a pensar un momento en la manera de quebrar el encantamiento, observando el lugar, cerré los ojos para usar mi habilidad y ver si la fuente del hechizo estaba en este mismo sitio o venía desde Johann, en ese instante, como si una gota cayera en un volumen mayor de agua, una alteración del ambiente retumbó en la oscuridad, marcando la trayectoria en una dirección, al abrir los ojos me encontré de frente con la estatua de un ángel, sosteniendo un cántaro de agua, en su pecho una gema de color turquesa resplandecía, lo supe de inmediato, esa pequeña joya era el catalizador de la trampa en la que nos encontrábamos. Me reí para mis adentros, Johann realmente nos estaba infravalorando si pensaba que esto sería capaz de contenernos por mucho tiempo. Saqué mis garras y dando un salto, corté la joya en varios pedazos, los cuales se deshicieron antes de tocar el suelo.

—¡Bien hecho, Pandorita! —Naberius aplaudía mientras me vitoreaba con su ya característico tono sarcástico.

Continuamos nuestro camino, avanzamos por la imponente escalera de mármol blanco, elegantemente forrada por terciopelo color rojo.

—Hace juego con tus ojos, te llamaré “ojos de alfombra” —bromeó tontamente mi sirviente

Como era costumbre ignoré su comentario fuera de lugar, y seguimos subiendo hasta alcanzar al fin el siguiente piso, el pasillo se veía ahora mucho más largo de lo que esperaba, a ambos lados en cada pared, se dibujaba una larga hilera de puertas blancas, entre cada una de ellas había un cuadro, estos mostraban el retrato de un miembro de la familia van Euwen, agudicé la vista a ver si encontraba el cuadro de mi padre humano, exploté en ira al ver que se encontraba rasgado, como si hubieran querido borrar su existencia, eso fuimos nosotros para ellos, nada y eso eran ellos para mí ahora.

Fue al dar un par de pasos que Naberius me detuvo colocando su brazo delante de mí.

—¡Ten cuidado Pandora, el pasillo está lleno de trampas! —me previno—Tienes que dejar de ser tan impulsiva, eso puede llegar a ser tu perdición.

Le agradecí de buena gana, la verdad es que su ayuda me estaba siendo muy útil, tranquilicé mi mente y cerrando los ojos pude ver las diversas trampas que se encontraban montadas en el suelo y en las paredes.

—Se ve que, aunque sabía que sería atacado, Johann jamás pudo prever contra quienes se enfrentaría—sonreí al imaginarlo en ese cuarto, encerrado y seguro de que moriríamos antes de llegar a tocarlo.

De pronto un horrible grito de terror vino desde aquel cuarto, sin problemas Naberius y yo sorteamos los activadores de las trampas y llegamos frente a la puerta, la cual quebró el demonio al darle una leve patada. Cuando entramos la escena era desconcertante para mí, Johann sostenía a la que supuse era su esposa, la sangre manchaba su cuello y los labios de este, así también se encontraba teñida su camisa y el suelo que se extendía debajo de él.

—¿Asesinaste a tu mujer al verte encerrado? —Naberius se mofó de nuestra presa—Al menos tuviste la decencia de darle una muerte menos dolorosa o traumante, pequeño Johann.

—Me sirve más muerta que viva—dijo tajantemente el ahora atrapado heredero van Euwen—Haré lo que sea necesario para salir con vida de esta casa.

—Yo no contaría con eso—me burlé de él—no volverás a poner un pie fuera de este lugar, no al menos...con vida.

—¡Eso ya lo veremos! —gritó furioso Johann

Rápidamente se escabulló detrás del grupo de personas del rincón, y colocando una pequeña cuchilla que al parecer guardaba en uno de sus bolsillos, amenazó a la joven.

—¡La mataré si se acercan! —amenazó

Naberius estalló de risa al momento de escuchar la frase salir de los labios de nuestra presa, de improviso se teletransportó al frente de Johann y con sus garras arrancó el corazón de la mujer de su pecho.

—¡Ja, ja, ja!, ¿Realmente crees que me importan esas personas? —se burló el demonio—¡Yo solo quiero destruir a toda la familia van Euwen!

Dicho esto, lanzó lejos el órgano hinchado de sangre y se abalanzó sobre su presa, el cual moviéndose rápidamente se colocó detrás de los últimos dos muchachos que, para su desgracia, se encontraban en el momento y lugar equivocados.




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