Ojos Rojos Libro Il : Vendetta

Anexo "L" - 2

Nunca había sufrido un colapso tan grande, mi mente vaga a lo largo de mi vida humana, toda mi existencia como tal se repite en mí una y otra vez, tengo que hacer que esto se detenga, “Recuerda quién eres en este momento” pude escuchar a mi padre hablándome 

—Padre… ¡ayúdame! —le supliqué 

—Intentaste abrir el libro de las sombras, estás recibiendo lo que te mereces, pero tú eres lo suficientemente fuerte y capaz de vencerlo Lamec

Me hundí en un rincón de mi habitación, el techo ahora me parecía enorme e inalcanzable, sentía mi mente dividida en dos, en el humano que alguna vez fui y el vampiro que era actualmente 

—Céntrate en un recuerdo de tu vida actual, algo muy importante que te revitalice y conecte con tu verdadero ser—me indicó 

Intenté frenar la avalancha de recuerdos, en alguno que me sacara de este vaivén de emociones sin fin, recordé el día que fui abrazado por él, nuestra primera caza, su entrenamiento para despertar mi kinesis, nuestras charlas junto a Enoc y nuestra búsquedas de chiquillos descontrolados creados por algún desertor a las reglas de Aradia, pero ninguno de ellos lograba anclarme al ahora. Mi mente parecía querer regresar con insistencia a la época donde mis esposas e hijos vivían, mi yo humano gritaba por salir y hacerse notar, me sentía desfallecer.

“Ya no soy un humano” me repetía a mí mismo constantemente, mientras una voz burlesca me cuestionaba con frases como “¿Estás seguro?” o “¡Eres un humano, traidor!" 

—¡No lo soy! —grité con todas mis fuerzas, lanzando mis libros y muebles por los aires con la fuerza del viento sin control—Soy Lamec hijo de Dissaor, gobierno Aradia junto a mi padre, su hermano Enoc y…Pandora

Vinieron a mi mente, todos los recuerdos junto a mi querida hermana, el primer momento cuando me tocó ir a buscarla a su cuarto, luego en sus entrenamientos, la evolución que vivió como ser individual, era prácticamente una niña mentalmente cuando fue convertida, aún lo es, pero hay algo de madurez en esa inocencia que me cautiva

—Lamec, he visto esa expresión antes—Enoc me hablaba con su amabilidad característica—El libro atacó a tu ser humano, porque tienes conflictos con esa existencia, tienes un conflicto con tus propios sentimientos

El dolor comenzó a apoderarse de mi cuerpo, una especie de electricidad recorría todo mi ser, mi garganta estaba seca, mi visión comenzó a tornarse completamente roja

—Espérenme aquí—ordenó mi padre, desvaneciéndose

Enoc continuó hablando conmigo, intentando hacerme entrar en razón, pero la sed y el dolor me estaban enloqueciendo. Una gran puerta dimensional se abrió a nuestros pies y caímos. El lugar era oscuro, yo había estado ahí antes, era uno de los salones donde había entrenado mi kinesis, me sentí bien de poder reconocer aún los lugares que frecuentaba en el castillo, pero mi mente no tenía control sobre mi cuerpo, ni mis poderes. Dos enormes tornados se formaron desde el techo, el dolor y las imágenes que se cruzaban en mi cabeza me hacían gritar, me lancé a atacar a Enoc, no pude frenarme, afortunadamente él es incorpóreo así que no pude dañarlo

—Este no eres tú Lamec, vamos, confiamos en ti, ¡Tienes que liberarte!

Las imágenes se agolpaban en mi mente, más y más aprisa, ahora me mostraba a Ada y a Zila, aquellas dulces mujeres que compartieron conmigo su vida mortal, yo las vi partir a ambas. Vi crecer a mis hijos y pude despedirme de ellos, pero esa vida ya había pasado, Jabal, Jubal, Tubal y Naamá habían desaparecido, no había traicionado a nadie, todas aquellas personas que amé ya no están.

—Amar no está mal, no te hace débil, deja de impedírtelo, nadie te lo reprochará, te he sentido castigar tu esencia por ese bello sentimiento que nace en tu interior, Lamec, no temas amar nuevamente

—Enoc...

Mi razonamiento intentaba entender el trasfondo de lo que él decía, fue entonces que me di cuenta, que las imágenes que mi mente me mostraba eran las que había pasado al lado de mis esposas, pero su rostro era diferente, no eran ellas a las que les cerraba los ojos en su lecho de muerte, eran...era Pandora. Por fin los vientos se calmaron, caí exhausto, la voz en mi mente se disolvió, la electricidad se detuvo y el dolor se apagó

—El libro atacó tu más grande miedo, querido Lamec—Enoc se acercó y colocó su mano en mi hombro en señal de apoyo—Perder a un ser amado, otra vez

—Tú...ya lo sabías—sonreí al comprender, que incluso él lo había notado

—Creo que lo sabía desde antes que tú mismo te dieras cuenta, querido Lamec

Enoc siempre mantuvo la compostura, jamás le he visto burlarse de nadie ni nada, siempre le he admirado por su correcta forma de ser, bueno, ambos, tanto mi padre Dissaor como él son así, me alegra pertenecer a esta familia

—Sí, la verdad es que hace poco comencé a plantearme estos sentimientos, yo los asociaba a una necesidad de protección, por creerla indefensa, pero me equivoqué, ella jamás fue indefensa y dejé de necesitar protegerla desde hace bastante tiempo atrás

En ese momento el dolor en mi garganta me hizo recordar algo que había olvidado, la sed que había despertado en mí todo este episodio, mi visión comenzaba a tornarse roja, era evidente que, sino me alimentaba pronto, entraría en el estado de frenesí de sangre, un vampiro en ese estado, suelto por tan solo unos pocos minutos en la dimensión de los humanos, puede causar estragos.

—No te preocupes, Dissaor ya había previsto que te pasaría esto

Agradecí que estuviera Enoc en este momento, si Pandora me hubiera visto así, creo que habría perdido la imagen que tiene de mí

—¿Y cuándo se lo dirás a Pandora? —me interrogó Enoc

—Yo...no lo sé indiqué

Nos interrumpió la apertura de un portal, por donde cayó una pareja de humanos, el hombre se dio con el rostro en el suelo y la mujer se golpeó en el trasero, detrás de ellos, cayendo con una gracia felina venía Dissaor.




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